Divorcio sin sorpresa
La CDC postpujolista no posee los v¨ªnculos sentimentales con el invento de 1978, y en estos ¨²ltimos a?os ha cambiado el marco de referencias de la pol¨ªtica catalana
Se trata, ciertamente, de un divorcio hist¨®rico. As¨ª que, para entender mejor la ruptura entre CDC y UDC, tal vez sea ¨²til hacer un poco de historia, y comparar el lejano contexto en que se forj¨® aquel matrimonio pol¨ªtico con las circunstancias de su reciente separaci¨®n.
En estricto rigor cronol¨®gico, Converg¨¨ncia i Uni¨® era un artefacto preconstitucional: una nave botada el 19 de septiembre de 1978, casi tres meses antes de la entrada en vigor de esa Carta Magna que hoy todo el mundo ¡ªmenos el PP¡ª considera necesario reformar. Quiero decir que, por aquellas fechas, no estaban todav¨ªa bien definidos ni el encuadre jur¨ªdico-pol¨ªtico ni los sistemas de partidos catal¨¢n y espa?ol de la democracia posfranquista. Baste recordar que, en oto?o de 1978, la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico parec¨ªa una plet¨®rica m¨¢quina de ganar; y que, justamente, Uni¨® acababa de escapar por poco de las fauces del suarismo, que hab¨ªa querido engullirla. Fue as¨ª como, conscientes de no poder sobrevivir solos, los democristianos se lanzaron en los brazos de Pujol.
Pero tampoco Pujol era el que ser¨ªa. De hecho, ninguno de los progenitores ni padrinos de CiU imaginaban asistir al nacimiento de la f¨®rmula que iba a gobernar Catalu?a durante un cuarto de siglo. Y el debut electoral de la?"entesa permanent i oberta" entre Uni¨® y Converg¨¨ncia fue, en marzo-abril de 1979, cualquier cosa menos triunfal: 16,1% en las generales, 18,6% en las municipales, tercera-cuarta fuerza a escala catalana, ocho concejales en Barcelona, tantos como la UCD...
En otro orden de cosas, la Uni¨® de 1978 era un partido voluntariamente ac¨¦falo (la figura de presidente del Comit¨¨ de Govern no se cre¨® hasta 1980, y el se?or Coll i Alentorn era un referente moral, no un l¨ªder), con cuadros de mentalidad muy amateur. Exist¨ªan, s¨ª, el orgullo fundacional y el culto a los pr¨®ceres de los a?os 1930, pero esos no parec¨ªan obst¨¢culos insalvables para una absorci¨®n en douceur del grupo democristiano por parte de Converg¨¨ncia, sobre todo si pod¨ªa englobarse dentro de un proceso m¨¢s amplio de ¡°vertebraci¨®n del centro-izquierda nacionalista¡±.
No hubo tal, y el inesperado ¨¦xito de 1980 congel¨® (lo que funciona, m¨¢s vale no tocarlo) una receta que hab¨ªa sido ideada con otras perspectivas. Desde finales de aquella d¨¦cada, la permanencia en el poder auton¨®mico combinada con el liderazgo rampante de Duran Lleida comenzaron a enrarecer la relaci¨®n CDC-UDC. Para los convergentes, la opa amistosa de 1978 se transformaba en una asim¨¦trica joint venture en la que hab¨ªa que repartir constantemente dividendos con un socio de capital desconocido y actitud parasitaria. Para los democristianos, el problema era el hegemonismo y la falta de respeto con que los trataba CDC.
Resultaron de ello, desde los a?os 1990, los rec¨ªprocos memoriales de agravios, las crisis c¨ªclicas, los desencuentros p¨²blicos y privados, luego las pugnas sucesorias... Pero esa clase de turbulencias no acabaron con CiU, porque Pujol no quiso: se sent¨ªa padre de la criatura, la ve¨ªa como el pedestal de sus triunfos y se cre¨ªa capaz de manejarla; nada, pues, de restar, aunque el sumando fuese inc¨®modo y quisquilloso.
Ahora bien, la Converg¨¨ncia postpujolista no posee aquellos v¨ªnculos sentimentales y biogr¨¢ficos con el invento de 1978. Y, sobre todo, en estos ¨²ltimos a?os ha cambiado radicalmente el frame, el marco de referencias de la pol¨ªtica catalana. Para bien o para mal ¡ªesto es opinable¡ª, pero ha cambiado de arriba abajo. CiU (con sus dos liderazgos, dos filiaciones internacionales, dos discursos, dos estilos...) fue una f¨®rmula de ¨¦xito, ideal para las tres d¨¦cadas que alguna vez he llamado ¡°el tiempo de las ambig¨¹edades¡±; igual que lo era el PSC de las dos almas, el de Girona y L¡¯Hospitalet, el de los Nadal y los Corbacho.
Sin embargo, el tiempo de las ambig¨¹edades concluy¨®. Lo liquidaron una sentencia en 2010 y una cadena de portazos y desaires desde 2012 hasta hoy. En consecuencia, aquel PSC dual que tant¨ªsimos ¨¦xitos obtuvo ha dejado de existir. E Iniciativa ¡ªhederera menguada del potente PSUC de 1978¡ª se est¨¢ diluyendo en nuevas f¨®rmulas de izquierda alternativa. Y, puesto que el cambio de frame afecta a todo el mundo, el PP catal¨¢n perece v¨ªctima del crecimiento de Ciutadans. Hasta Esquerra disimula su marca...
En suma: del escenario pol¨ªtico de 1978 no queda apenas nada. ?Y hay quien se extra?a de la ruptura de CiU?
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