Superioridad moral
Esta fea costumbre es un racismo moral, un sectarismo de la verdad revelada, una indulgencia perpetua con los defectos propios junto a la m¨¢xima exigencia para los otros
Hay quien atribuye a la izquierda esta mala costumbre, en la que se esconde algo m¨¢s grave que un prurito repetitivo. No es verdad. La superioridad moral se ha practicado desde todos los puntos cardinales de ideolog¨ªas y creencias. Los m¨¢s viejos del lugar entramos en contacto con ella y la sufrimos por la derecha y por el clericalismo. Nadie la ha practicado con tanta desenvoltura como los cl¨¦rigos del nacionalcatolicismo. Y despu¨¦s, los cl¨¦rigos de las izquierdas y m¨¢s espec¨ªficamente de la izquierda autoritaria y totalitaria.
A pesar de su apariencia inocente, desde tiempos inmemoriales hasta el tr¨¢gico siglo XX ha sido uno de los salvoconductos para el crimen. Es un racismo de la moralidad, un sectarismo de la verdad revelada, una indulgencia perpetua para los defectos propios y los de la propia tribu acompa?ada de la m¨¢xima exigencia y crueldad para los otros. Quienes lo practican tienen bloqueada cualquier capacidad de empat¨ªa y comprensi¨®n, no son capaces de situarse en el lugar del otro.
Pero no nos pongamos estupendos. Bajemos unos pelda?os hacia la prosa m¨¢s cotidiana. La superioridad moral se exhibe incluso en el humor. El mundo del chiste se divide en dos meridianos: el de quienes se r¨ªen del g¨¦nero humano a trav¨¦s del ejemplo que tienen m¨¢s a mano, que es uno mismo; y el de quienes se mofan y ridiculizan a todos los humanos que caen bajo su mirada, principalmente si son d¨¦biles y perdedores, para enaltecer su propio ingenio y su mirada superior.
No hay humor en la superioridad inmoral del chiste cruel y desalmado. Es cuartelero, violento y machista por definici¨®n. Bajo la apariencia de una rica imaginaci¨®n no hay m¨¢s que el refinamiento de la crueldad psicol¨®gica. El acoso escolar, el maltrato a ni?os y mujeres, la discriminaci¨®n con los desvalidos y los disminuidos utiliza este falso humor darwinista y antiguo. No veo yo qu¨¦ experimentos sem¨¢nticos cabe hacer con los chistes primitivos que trivializan con el crimen y la muerte.
Al parecer todo queda explicado por las redes sociales. El potencial da?ino de tales artefactos corroe la moralidad de las personas decentes hasta convertirlas en alima?as. La responsabilidad personal queda transferida a la tecnolog¨ªa. ?C¨®mo se explica, por ejemplo, que un notable escritor, y aparente buena persona, se deje llevar por sus bajos instintos y retransmita por Twitter la conversaci¨®n que est¨¢ escuchando en el bar, donde un conocido suyo despotrica privadamente contra la independencia de Catalu?a? ?C¨®mo se explica que luego una web reconocida y premiada por el oficialismo nacionalista convierta esta acci¨®n de espionaje en noticia de portada, y por tanto en delaci¨®n y denuncia? ?C¨®mo se explica que el esp¨ªa se deshaga en excusas autojustificativas que terminan con la siniestra sentencia de que el victimismo, t¨ªpico de los nacionalistas, ha cambiado de bando? ?Y todav¨ªa peor, que la publicaci¨®n digital se disculpe ante el esp¨ªa y los lectores, pero no lo haga con el ¨²nico afectado que es el escritor espiado y delatado por su antiindependentismo?
Es la superioridad moral, en su variante catalana de superioridad nacional, que autoriza a espiar y delatar a quienes se resisten al proyecto unanimista del proceso independentista. Nada distinto, por cierto, a la que exhiben quienes defienden el siniestro humor del concejal de Fuencarral Guillermo Zapata, como ha hecho la alcaldesa de Barcelona en su p¨¢gina de Facebook. La superioridad moral se da por igual en todos los ejes, social o nacional. Si unos cuentan con la superioridad de los credenciales nacionalistas que les habilitan como poseedores de la verdad catalanista, los otros cuentan con los credenciales de su activismo social que les habilitan para difundir chistes antisemitas sin ser antisemitas o mofarse de las v¨ªctimas del terrorismo sin ser simpatizantes del terrorismo.
Ciertamente, Ada Colau tiene raz¨®n: mientras no se produzcan incitaciones a la violencia, estas exhibiciones no merecen una acci¨®n de la justicia y est¨¢n amparadas en la libertad de expresi¨®n. Pero no la tiene cuando dice que ¡°la gente sabe que un chiste, por reprobable que sea, no es comparable con la corrupci¨®n, a la mentira ni a la insensibilidad (sic) de los que nos han recortado derechos y servicios b¨¢sicos¡±. Y no tiene raz¨®n porque es ella quien acude a la comparaci¨®n con la corrupci¨®n, como hizo Pablo Iglesias, para exculpar y justificar el antisemitismo de los chistes de Zapata. La ¨²nica coartada cre¨ªble para el antisemitismo chistoso y sus defensores es la frivolidad, probablemente la forma m¨¢s liviana de la superioridad moral, que practica la asimetr¨ªa de combinar la indulgencia consigo mismo y la inquisici¨®n para los otros.
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