Atrapado en su laberinto
Mas respondi¨® a la intransigencia de Madrid con dos aceleraciones precipitadas que dejaron a algunos aliados en la cuneta. Ahora es ¨¦l quien puede quedarse por el camino
Qui¨¦n pod¨ªa imaginar, cuando, en oto?o de 2012, Mas convoc¨® elecciones para hacerse con el liderazgo del proceso soberanista que tres a?os m¨¢s tarde estar¨ªa luchando para no quedar excluido de un proceso electoral que s¨®lo ¨¦l puede convocar? Es la deriva de un proceso que el presidente quiso hacer suyo pero no control¨® nunca, porqu¨¦ no acert¨® ni en los tiempos ni en el c¨¢lculo de las relaciones de fuerzas.
Artur Mas nunca se ha sustra¨ªdo a un clima pol¨ªtico con tendencias man¨ªaco depresivas, en que se pasa con mucha facilidad de la euforia al pesimismo. Despu¨¦s del momento culminante del 9-N, baj¨® el tono colectivo. Mucha gente es sensible al proyecto independentista a condici¨®n de que no tenga costes y la sensaci¨®n de que el esfuerzo por llegar a la cumbre no ten¨ªa recompensa produjo desmovilizaci¨®n y desencanto.
Artur Mas intent¨® levantar los ¨¢nimos con su propuesta de lista ¨²nica en torno a su figura, amparada en una doctrina, muy repetida en su entorno, que sostiene que estos procesos siempre necesitan el poder de arrastre de un liderazgo fuerte y que la unidad suprapartidaria da un plus electoral determinante. Pero los liderazgos ni se imponen ni se decretan, se conquistan. A medida que se acercaba el 27-S, cundi¨® la idea de que el proceso iba a la deriva. Y Artur Mas aprovech¨® la circunstancia para recuperar su vieja idea de la lista ¨²nica.
En un gesto de aparente generosidad en favor del inter¨¦s superior, se declar¨® dispuesto a no encabezarla. Y en una sorprendente dejaci¨®n de responsabilidades, transfiri¨® a l'ANC y a Omnium la tarea de organizar la lista. Ahora se encuentra atrapado en el laberinto que ¨¦l mismo ha construido: lista ¨²nica s¨ª, pero sin pol¨ªticos. Y se pone en evidencia: ¡°No pongo condiciones para encabezar la lista. Otra cosa es que ni siquiera forme parte de ella. Yo cualquier cosa no har¨¦¡±.
Artur Mas vio en el proceso la oportunidad de renovar la hegemon¨ªa del nacionalismo moderado. La intransigencia de Madrid le achic¨® los espacios y Mas respondi¨® con dos aceleraciones precipitadas que dejaron a algunos aliados en la cuneta. Ahora es ¨¦l quien puede quedarse por el camino. Mas ha estado siempre en el punto de mira. Descabalgarlo fue el objetivo del Gobierno espa?ol desde que comprendi¨® que no est¨¢bamos ante un episodio m¨¢s de la estrategia pujolista y que lo que hab¨ªa que pagar para que renunciara a su apuesta era demasiado caro. Se impuso la falsa idea de que si se cargaban a Mas el proceso se terminaba.
Artur Mas vio en el proceso la oportunidad de renovar la hegemon¨ªa del nacionalismo moderado
Los envites disminuyeron cuando, a principios de este a?o, se extendi¨® en Madrid la idea de que el soberanismo estaba de capa ca¨ªda, pero las amenazas judiciales siguen ah¨ª. Artur Mas busc¨® reforzarse con el liderazgo del proceso, provocando los recelos y resistencias de sus propios socios. Con su apuesta por la lista con el presidente, se ha puesto la soga en el cuello. Y ahora lucha pat¨¦ticamente para quit¨¢rsela.
El soberanismo est¨¢ en fase de desconcierto, con una considerable confusi¨®n de papeles entre partidos pol¨ªticos y organizaciones civiles. ?C¨®mo salir del embrollo? Las CUP han rechazado entrar en ¡°la din¨¢mica de las cumbres espect¨¢culo¡± y Artur Mas se ha visto obligado a suspender la reuni¨®n que deb¨ªa afrontar el conflicto de las listas. La pol¨ªtica catalana ha emprendido una deriva que s¨®lo aporta desprestigio y desorientaci¨®n.
Detr¨¢s de las sobreactuaciones de Mas se aprecia un alejamiento creciente de la realidad. ?Pol¨ªtica o juego? En un caf¨¦ parisino, Sartre observa al chico que sirve las mesas: ¡°Tiene un gesto vivo y sostenido, un poco demasiado preciso, un poco demasiado r¨¢pido, va hacia los consumidores con un paso un poco acelerado, se inclina con demasiada prisa, su voz, sus ojos expresan una solicitud excesiva por lo que ordena el cliente, en fin, aqu¨ª est¨¢, tratando de imitar en su acci¨®n el rigor inflexible de alg¨²n aut¨®mata, mientras lleva su bandeja con la temeridad del son¨¢mbulo¡±. ¡°Toda su conducta parece un juego¡±, subraya Sartre. ¡°Pero, ?a qu¨¦ juega? No hay que observarle mucho para darse cuenta: juega a ser camarero¡±. As¨ª ejemplifica el fil¨®sofo lo que ¨¦l llamaba ¡°la mauvaise foi¡±.
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