La estrella y el comparsa
Lady Gaga se pavone¨® ante un Tony Bennett que sostuvo el concierto en Cap Roig
Viendo el concierto que Tony Bennett y Lady Gaga ofrec¨ªan la noche del viernes en Cap Roig ven¨ªa a la cabeza el documental "The Zen of Bennett", donde se retrataba su coincidencia en los estudios de grabaci¨®n con varios artistas con los que colaboraba en un disco de duetos. Entre las estrellas estaban Lady Gaga y Amy Winehouse. Esta mostraba una pleites¨ªa reverencial al crooner, afirmando que ella no ten¨ªa suficiente peso como para cantar junto a ¨¦l, y lo dec¨ªa sincera, arrebolada ante la leyenda, nerviosa por cantar con y ante ¨¦l. Por su parte Lady Gaga jugaba a seducirlo, como si no se tratase de un anciano que entonces ten¨ªa entorno a 85 a?os, obsesionada por que su personaje llevase la iniciativa en el encuentro. Y eso exactamente fue el concierto en Cap Roig, un espect¨¢culo que ella interpreta como una forma m¨¢s de lucir su carisma, sin importarle dejar a Tony Bennett el papel de comparsa que hab¨ªa de entretener al p¨²blico mientras ella se preparaba para la siguiente aparici¨®n. No, no fue un concierto de Tony Bennett y Lady Gaga, sino que pareci¨® que el crooner era un adorno esc¨¦nico para mayor gloria de la emperatriz pop.
Tras un arranque conjunto la pauta qued¨® clara de inmediato, Tony cantaba la parte del le¨®n del repertorio, doce temas, mientras Lady Gaga, que cant¨® cinco en solitario, se ausentaba de escena para cambiarse de vestido y peinado, luci¨® ocho modelos, y luego pavonearse con ellos movi¨¦ndose como un actor mediocre cree que se mueven las cantantes de est¨¢ndares, dejando ver majestuosidad, no sentimientos. En este sentido, Lady Gaga solo se diferenci¨® de la Gaga pop en el vestuario, igual de llamativo pero ajustado formalmente a un corte cl¨¢sico de traje de noche en el que ella, por supuesto, introdujo su estilo. Adem¨¢s, la estrella no supo abordar el repertorio, mostrando una buena voz que sin embargo entonaba casi como si se siguiese tratando de pop, sin lograr de forma regular entonaciones que recordasen que cantaba piezas de Billy Strayhorn o Cole Porter. Y es que lo importante no eran las canciones, sino que ella cantaba esas canciones, hecho que qued¨® patente en su versi¨®n de 'La Vie En Rose', donde lo sustancial, adem¨¢s de cantarla en franc¨¦s, era el vestido rosa ce?ido por un lazo delantero tama?o XXL que, al parecer de la estrella, era lo adecuado para la ocasi¨®n. Porque lo adecuado para Lady Gaga siempre es mostrarse.
Por su parte, el bueno de Tony Bennett, con su chaqueta de heladero color crema y su estampa de personaje de los Soprano, asist¨ªa al espect¨¢culo poniendo historia, experiencia y la certeza de que gracias a operaciones de reflotaci¨®n con artistas m¨¢s j¨®venes est¨¢ viviendo una quinta juventud. Su voz ya no da para mucho, al fin y al cabo casi tiene 89 a?os, y funcionaba solo cuando no era exigida, cosa por otra parte natural. Su actitud, de esforzado artista que llena los huecos que provocan la ausencia del verdadero protagonista, le defini¨® como el perfecto profesional que es, un artista que pese a llevar d¨¦cadas en el negocio, varias de ellas en la gloria, es capaz de aceptar que una se?orita que a¨²n no tiene treinta a?os pero que es mucho m¨¢s popular que ¨¦l, como demostraron los aplausos iniciales y los v¨ªtores durante el concierto, se pavonee por escena como si fuese la mism¨ªsima Marylin. Cuando cantaban juntos, cosa que descontado el arranque hicieron en siete ocasiones, tres de ellas seguidas al final del show, no pod¨ªa por menos que pensarse que Tony miraba con sabidur¨ªa de abuelo a esa nietecita juguetona que en el metro no le ceder¨ªa el asiento.
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