Quedemos en la plaza de Zerolo
Uno de los recuerdos m¨¢s vivos que tengo de la actividad p¨²blica del padre de Zerolo, Pedro Gonz¨¢lez, es de su ¨¦poca como alcalde socialista de La Laguna, donde vive este extraordinario pintor y notable agitador cultural y pol¨ªtico. Era un mediod¨ªa cualquiera, detr¨¢s del m¨¢s ilustre de los institutos tinerfe?os, el Cabrera Pinto, por donde pas¨® Gald¨®s. Aquel hombre hac¨ªa de obrero y de alcalde al mismo tiempo y aquel mediod¨ªa estaba arreglando las piedras de una de las calles de la hermosa ciudad cuyos destinos dirig¨ªa.
Pedro, como su hijo Pedro Javier, han sido hombres p¨²blicos, entra?ados con lo que pasa en las calles, que por su experiencia y vitalidad llevaban a los despachos lo que suced¨ªa entre las personas, en las tabernas y en las aceras. Para ellos, el alma de las ciudades est¨¢ en las calles, y Pedro Javier lo aprendi¨® enseguida. Por eso, porque quer¨ªa ser del alma de los ciudadanos, se hizo activista pol¨ªtico, y por eso defendi¨® con pasi¨®n (igual que su padre) lo grande y lo chico, lo solemne y lo inmediato. Hab¨ªa en Pedro Javier Gonz¨¢lez Zerolo (que en la historia ya ser¨¢ conocido siempre con el nombre que ¨¦l decidi¨® darse, Pedro Zerolo) una fibra moral que no conoc¨ªa ni descanso ni mezquindad; su generosidad le llev¨® a muchos atrevimientos, entre los cuales el m¨¢s fruct¨ªfero, y de alcance mayor, fue el de persuadir a Zapatero y a su Gobierno de dotar a la ciudadan¨ªa que buscaba igualdad para ser feliz la ley del matrimonio igualitario. Celebrar ese logro le cost¨® ignominia y maltrato, hasta el ¨²ltimo suspiro. Ahora es un h¨¦roe; hizo ese trabajo sin mirarse al ombligo; como su padre en aquella calle cualquiera de La Laguna, se arremang¨® y luch¨®, piedra a piedra, por ese edificio en el que Espa?a vive ahora m¨¢s dignamente. ?Qu¨¦ menos que quedar ahora en la plaza Zerolo, antes V¨¢zquez de Mella, para tomarse un vino (canario, si es posible) en su honor?
Que ahora este nombre est¨¦ asociado a la figura y al ejemplo de Pedro Javier Gonz¨¢lez Zerolo es un gesto que no ha estado exento de cicater¨ªa, pero quienes queden en la plaza de ahora en adelante, los que desde este momento pregunten por la identidad de su trabajo, ya podr¨¢n saber qu¨¦ hizo Pedro Zerolo para cumplir la vocaci¨®n de servicio p¨²blico que alent¨® hasta el final. Ahora se dice en cuatro l¨ªneas lo que hizo, lo que le cost¨® hacerlo, pero fueron a?os en los que sobre ¨¦l cay¨® la met¨¢fora de nuestros Torquemadas, incluso hasta despu¨¦s de su muerte, pues el arzobispo madrile?o se encarg¨® de deplorar su homenaje y sus oponentes de la capital sacaron a¨²n alg¨²n rescoldo de su vieja inquina. ?l hubiera brindado por el futuro. Y ahora es el futuro; ¨¦l contribuy¨® a hacerlo mejor con la misma pasi¨®n con que su padre arreglaba piedras en la calle.
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