El Low, de la d¨¢rsena de un puerto a la ¡®vip pool¡¯
El festival indie ha pasado en siete a?os de un peque?o espacio a dejar 11 millones de euros en Benidorm
El Low Festival, una de las citas de la m¨²sica indie del verano espa?ol, apenas se parece a aquel certamen preparado hace siete a?os en apenas 45 d¨ªas y en una esquina, sin sombras, del puerto de Alicante. En la edici¨®n de 2015 todos los pagos se hacen con una pulsera-chip de una conocida empresa online. Hay gente viendo a los incombustibles Corizonas sentados en un puff. Algunos juegan al bandmington en una playa montada por una marca de alcohol italiana muy frecuente en algunos c¨®cteles. Y hasta hay dos pases VIP, la m¨¢s cara da acceso a la VIP pool (piscina en ingl¨¦s) y su barra libre. Si hubo un tiempo en que en los festivales se pod¨ªa comprar un simple bocata de chorizo, hoy es imposible, todo es una aventura gastron¨®mica ex¨®tica.
La del Low, que este domingo encara su ¨²ltima noche, es una historia ejemplar del devenir irremediable en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas del modelo de festival de m¨²sica. Naci¨® en una ¨¦poca en la que brotaban festivales veraniegos por doquier, parido como contraoferta a otros con m¨¢s arraigo. Consiguieron probar que con precios democr¨¢ticos todav¨ªa se pod¨ªa escuchar a grandes bandas y alejar al aficionado de la masificaci¨®n. Esos dos factores se mantienen pese a tener una cuarta parte del presupuesto de otros festivales de su categor¨ªa. Pero como todos ha sucumbido a la imparable invasi¨®n de las grandes marcas.
¡°Anoche vi a unos de una marca de m¨®viles tirando tel¨¦fonos por el suelo, la gente se abalanzaba sobre ellos porque luego te los cambiaban por un premio, todo ha cambiado mucho¡±, reflexiona Luis Gil, de Valencia, 44 a?os, media vida asistiendo a festivales. ¡°Mis amigos y yo fuimos al primer FIB de Benicassim (Castell¨®n) con camisetas heavy; hoy los chavales vienen con camisetas de Los Ramones compradas en Berhska¡±, resume divertido.
The Libertines, protagonistas de una jornada tibia
Como la temperatura ambiente, la segunda jornada musical del Low 2015 perdi¨® unos cuantos grados de fervor respecto al d¨ªa anterior, con Pete Doherty de nuevo al frente de The Libertines como gran protagonista, pero sin los saltos ni los sobresaltos que cab¨ªa esperarse de ellos.
Ninguna de las propuestas musicales vistas, con la excepci¨®n quiz¨¢s de los espa?oles Dorian, alcanz¨® la cat¨¢rsis de Kasabian e Izal en la jornada previa. Y no ser¨ªa por falta de ideas, estilos y calidad. El tono tibio se presagi¨® con los brit¨¢nicos Peace. Ca¨ªa el sol y ni su carism¨¢tico vocalista, Harry Koisser, ni las melod¨ªas de su segundo disco, Happy people, encendieron al respetable. Tampoco L.A. Su bien recibido From the city to the ocean side, un ejercicio de genuina m¨ªstica californiana, quiz¨¢s no fuera lo m¨¢s apropiado para levantar a todas estas almas, m¨¢s bien para mecerlas.
E irrumpieron The Libertines, que en 2014 cuajaron su regreso en Benic¨¤ssim despu¨¦s de m¨¢s de diez a?os de ruptura. Pete Doherty y Carl Barat, tras superar cuitas personales y profesionales, retomaron su viejo repertorio en su ¨²nica actuaci¨®n en suelo nacional. Se oyeron adelantos de su tercer ¨¢lbum de estudio, como Gunga din. Doherty atiz¨® la guitarra con ah¨ªnco y precisi¨®n. Fue sucio, garajero. Con pasajes de aparente desidia que se tornaban repentinamente en estallidos punk.
Fue significativo que al sonar uno de sus cortes m¨¢s populares, Can't stand me now, el p¨²blico no reaccionara apenas ante lo que es casi un himno generacional. ?Ser¨¢ que diez a?os de ausencia son demasiados para mantener vivo este legado musical en los m¨¢s j¨®venes, pero no para borrar el carisma y atractivo de la leyenda negra (y no tan leyenda) que acompa?a a uno de sus l¨ªderes?
En un pa¨ªs donde 2,5 millones de personas acuden a un gran certamen musical una vez al a?o, la necesidad de innovar se impone. Adem¨¢s de la m¨²sica se trata de buscar una experiencia que englobe muchas actividades paralelas entorno a la m¨²sica, todas complementarias. Esta frase, dicha por un trabajador del festival, podr¨ªa enmarcarse perfectamente en un congreso de turismo, que es en lo que se ha convertido el festivalero, un turista curtido en viajes musicales y que presuntamente busca nuevas experiencias.
Benidorm, tur¨ªstica donde las haya, supo verlo como otras tantas ciudades que ha perseguido el efecto FIB, que puso en el mapa a Benicassim hace ya 22 a?os. Y cerca de 25.000 j¨®venes se distribuyen diariamente durante tres o m¨¢s d¨ªas por las calles y hoteles de esta base estrat¨¦gica del Imserso espa?ol y la clase trabajadora brit¨¢nica. El impacto econ¨®mico se estima en 11 millones de euros.
El resultado es una gran simbiosis. El Low es a Benidorm, lo que las marcas al Low, herramientas de diversi¨®n que complementan una oferta. ¡°Al final te das cuenta de que el patrocinador es casi lo m¨¢s importante del festival¡±, apunta Quim, un estudiante. ?l y sus cuatro amigas, entre los 18 y 20 a?os, ganaron un concurso para ser tratados como aut¨¦nticas bandas de rock. La organizaci¨®n les deja usar los camerinos, tienen una persona que se encarga de su traslado, entran en el backstage, duermen a gastos pagados en el hotel de las estrellas. ¡°Ayer vimos al bajista de Peace dormido en el sof¨¢ del hotel¡±, comenta ilusionada Lara, de 18.
¡°Queremos que entren con una sonrisa y salgan pensando que ha sido el mejor momento de su vida, pero no se trata solo de pas¨¢rselo bien con m¨²sica de fondo. Creo que nos mantenemos fieles a la gente que ama la m¨²sica y las cosas bien hechas¡±, considera Jos¨¦ Pi?ero, director del festival y due?o de la sala Stereo, un antro muy especial para la juventud alicantina, escenario de su educaci¨®n sentimental y musical desde los a?os 90.
Y con marcas o sin ellas, en el Low la gente sigue sonriendo como en el resto de festivales. Unos son m¨¢s de djs, otros de guitarras.No hay peleas. Se mantienen los mismos aromas de siempre.La temperatura ronda los 35 grados. La empat¨ªa se produce con un roce, el flirteo avanza con la noche y las caderas parecen desentumecerse. Y de eso todos tienen un poco de culpa: el verano, la m¨²sica y las marcas de cerveza.
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