Hambre de sabidur¨ªa
El veterano poeta pone en pie el abarrotado Circo Price con su canci¨®n de amplio espectro
Un hombre a los 70 tiene derecho al retiro, a la jardiner¨ªa, a la molicie. A emprender la escritura de unas memorias acaso agridulces o velar por sus nietecillos y regalarles la matr¨ªcula de la autoescuela. El septuagenario Franco Battiato sabr¨ªa amenizar a los amigos docenas de veladas con su caudal de experiencia, pero prefiere seguir comparti¨¦ndola con esa inmensa minor¨ªa que le idolatra. Un hombre a los 70 podr¨ªa concederse un a?o sab¨¢tico tras magullar el f¨¦mur en un mal traspi¨¦, pero Battiato, sabio hambriento de sabidur¨ªa, prefiri¨® acelerar la recuperaci¨®n para reencontrarse con una ciudad que le aguardaba desde mayo. Y las citas demoradas tienen esas cosas: saben a gloria, aunque los nervios iniciales aturrullen la comunicaci¨®n.
El siciliano siempre asoma por el escenario como resignado ante los designios del azar, t¨ªmido en apariencia y ajeno a lo que sus menores ahora llamar¨ªan postureo: el hombre de la alargada figura sigue fiel a las lentes desmesuradas o a ese aleteo ostensible de sus brazos infinitos. Pero un Price abarrotado le alent¨® como solo se alienta a esos profesores estrafalarios de los que, con el tiempo, descubrimos que nos legaron las mejores ense?anzas.
A Franco le arropaban un cuarteto de cuerda y dos teclistas, embajadores de su yo distinguido y del popular, de ese inabarcable genio renacentista (L'incantesimo) y del enamorado reincidente que incurre en piezas ultrarrom¨¢nticas (Te lo Leggo Negli Occhi), anima a dar palmas y dispara ritmos programados (Passacaglia) m¨¢s propios de un animador de franja costera. Puede que haya una motivaci¨®n casi burlesca en ello, encontr¨¢ndonos como es el caso ante uno de los letristas m¨¢s sublimes que ha alumbrado el siglo XX. Pasar¨¢n las eras y las reencarnaciones, pero siempre habr¨¢ hombres de cualquier edad achicando las l¨¢grimas, sin ¨¦xito, ante L'animale o Nomadi. O bailando Voglio vederti danzare con torpe balanceo. Ayer tampoco fue una excepci¨®n.
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