Doce a?os en tr¨¢nsito
El tripartito abri¨® la Transici¨®n catalana, pero no supo gobernarla. Catalu?a anticip¨® en ese momento la crisis del r¨¦gimen pol¨ªtico espa?ol que estallar¨ªa con la crisis econ¨®mica
Catalu?a lleva doce a?os en tr¨¢nsito, desde que en 2003 el tripartito puso punto final al pujolismo. El tr¨¢nsito es un estado natural de la especie -nacemos, vivimos y morimos en un tiempo breve¡ª y, por tanto, es algo que va inscrito en los asuntos de los humanos. Esta insoportable contingencia que nos define, nos obliga a inventar ficciones ¡ªy cre¨¦rnoslas¡ª para hacer soportable nuestra condici¨®n: religiones, ideolog¨ªas, identidades, creencias. Y estas nos dan una presunci¨®n de orden y confortabilidad a las que nos gusta aferrarnos. El r¨¦gimen pol¨ªtico de la Transici¨®n se tradujo en Catalu?a en un sistema de poder tradicionalmente identificado como pujolismo ¡ªpor el papel central de Pujol al moldearlo y dirigirlo¡ª pero que tambi¨¦n se podr¨ªa llamar bipartidismo sociovergente. Se fund¨® en un reparto de poder tan perfecto que las elecciones apenas eran competitivas: el gobierno de la Generalitat para el nacionalismo conservador, los principales ayuntamientos y las legislativas para el PSC-PSOE. Este subr¨¦gimen catal¨¢n era una pieza articular del espa?ol. Garantizaba el control de Catalu?a, a partir de un juego de regateo y pacto permanente con l¨ªmites perfectamente definidos.
La reelecci¨®n de Pujol en 1999 dej¨® al presidente en manos del PP y dio lugar a una legislatura basura que evidenci¨® el agotamiento de aquel sistema. Catalu?a anticip¨® los problemas del r¨¦gimen de la Transici¨®n, que entr¨® en crisis aqu¨ª siete a?os antes que en el resto de Espa?a. Falta tiempo para que se pueda analizar con objetividad c¨®mo se produce el paso de la Catalu?a auton¨®mica a la Catalu?a postauton¨®mica y c¨®mo la hegemon¨ªa del nacionalismo se desplaza hacia el independentismo. Los hechos se contradicen a menudo con los deseos de los protagonistas de uno y otro lado. Y no es c¨®modo para lo que queda de Converg¨¨ncia aceptar que fue el tripartito el que marc¨® la ruptura. Pero lo cierto es que en 2003, con m¨¢s de una d¨¦cada de anticipaci¨®n respecto a Espa?a, se rompe el bipartidismo imperfecto en Catalu?a con un mayor n¨²mero de aspirantes al reparto de poder.
Mas introdujo en su discurso dos elementos ajenos a la ideolog¨ªa pujolista: el liberalismo y la hip¨®tesis independentista
La campa?a electoral de Carod-Rovira abre el campo de juego y crea el marco ideol¨®gico para que el independentismo d¨¦ el salto, al disociarlo del nacionalismo, es decir, al otorgarle marchamo de laicidad: yo soy independentista, no nacionalista. Y Pasqual Maragall, al romper el rechazo convergente a tocar el Estatuto y proponer su reforma, puso en marcha el proceso que acabar¨ªa descarrilando, pero pondr¨ªa en evidencia todas las contradicciones con el Estado, y conducir¨ªa al punto de partida del actual proceso: la manifestaci¨®n de 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional. La salida de Pujol hizo saltar la tapadera del sistema de control social y pol¨ªtico que hab¨ªa estructurado y ordenado el pa¨ªs durante veinte a?os. Y fue la liberaci¨®n de las energ¨ªas all¨ª contenidas la que dio impulso al proceso de tr¨¢nsito que todav¨ªa no ha culminado, ni tiene perspectivas de hacerlo a corto plazo. El pujolismo hab¨ªa quedado desfasado. El propio Mas introdujo en su discurso dos elementos ajenos a la ideolog¨ªa pujolista: el liberalismo y la hip¨®tesis independentista, algo chocante en un partido de discurso social-cristiano, en el que el nacionalismo estaba al servicio de la defensa del estatus quo.
El tripartito abri¨® la transici¨®n catalana, pero no supo gobernarla. Catalu?a, sin embargo, hab¨ªa anticipado la crisis del r¨¦gimen pol¨ªtico espa?ol, que estallar¨ªa con la crisis econ¨®mica y nos regal¨® iconos como el caso Bankia y el caso B¨¢rcenas. Y que tiene un momento pol¨ªtico relevante con la creaci¨®n del 15-M en mayo de 2011 y de la Asamblea Nacional Catalana en abril de ese a?o. Dos proyectos de origen y motivaciones distintas e incluso, en alg¨²n sentido, opuestas, pero que coincid¨ªan en dos puntos: la exigencia de una nueva redistribuci¨®n del poder en un r¨¦gimen cada vez m¨¢s cerrado y bloqueado y la voluntad de los movimientos sociales de intervenir en el espacio pol¨ªtico representativo. Ahora, el independentismo tiene la iniciativa. Las propuestas rupturistas en Catalu?a han surgido siempre en momentos de crisis del sistema pol¨ªtico espa?ol. Y los dirigentes espa?oles, que no hicieron las reformas a tiempo, se niegan a reconocer al independentismo como interlocutor. L¨ªder es aquel que sabe convertir los problemas en oportunidades. ?D¨®nde est¨¢?
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