Turistas pobres, de alpargata
No se puede vetar ni despreciar el turismo de los que tienen poco dinero
Recorrer tierras y mundos forma parte de los m¨¢s antiguos deseos de la humanidad. Un historiador moderno Yuval Noah Harari en su libro S¨¤piens, supone que el hombre nunca ha sido tan feliz como cuando era n¨®mada y recolector, un espabilado aventurero cotidiano por necesidad, en la prehistoria, antes de ser un agricultor sedentario.
El turismo naci¨®, entre las ¨¦lites, cuando las personas tuvieron inter¨¦s en conocer por placer otros lugares, en el rom¨¢ntico siglo XIX. Tras la segunda guerra mundial naci¨® el fen¨®meno del turismo masivo porque los centroeuropeos conquistaron su derecho a las vacaciones pagadas.
Un hito social y econ¨®mico ¡ªel ocio personal y el viaje¡ª con enorme repercusi¨®n en los lugares de destino. Es el germen del negocio del turismo mediterr¨¢neo, el veraneo de las clases obrera y media. La gente quiere conocer otras tierras, sea pobre, rica o media pensionista y no se puede vetar ni despreciar el turismo, de los que tienen poco dinero que gastar.
En el argot tur¨ªstico populista se lamentan las estancias de los pobres y austeros, turistas de alpargata, di¨¦sel se les dijo porque caminan mucho y gastan poco.
Contra el llamado turismo de masas, las avalanchas veraniegas ¡ªen oleadas autom¨¢ticas de millones de visitantes que multiplican por dos, tres y hasta por cuatro la poblaci¨®n estable de un lugar, una isla por ejemplo¡ª, se han prescrito incontables recetas correctivas. Han sido vanos los intentos para anular el nivel de esa clientela habitual y el producto fijo: sol, playa y noche (sexo y alcohol).
Los interesados apelan a la necesidad de incrementar ¡°la calidad¡±, en b¨²squeda de visitantes de ¡°alto poder adquisitivo¡± al configurar una nueva oferta de lujo y gran lujo ¡ªla burbuja de las vanidades¡ª en la que vac¨ªen sus bolsillos y desgasten su tarjeta de cr¨¦dito por cientos/miles de euros/d¨ªa. Entre 13 millones de turistas/a?o en Baleares habr¨¢ 0,1 por mil de los deseados: la utop¨ªa de los jeques del Golfo y otros magnates sin pudor en el despilfarro.
Las voces colectivas del sector tur¨ªstico (hoteleros y agregados de la oferta terciaria), los patronos y los expertos adheridos propugnan la mejora de la oferta actual, el dise?o de un negocio que suponen puede atraer una demanda masiva -millonaria tambi¨¦n- de ricos veraneantes. Y discriminar al modesto, pobre. Al tiempo rechazan la ecotasa de un euro o dos al d¨ªa.
Desde los a?os 60/70 del siglo XX, con las cajas y las cuentas de resultados a tope, los empresarios ¡ªy los pol¨ªticos¡ª alientan el gran murmullo: la b¨²squeda de una p¨®cima m¨¢gica para mejorar la ¡°categor¨ªa¡± - los precios- y levantar el nivel del sistema tur¨ªstico. Esta es una industria an¨®mala porque funciona a todo tren solo diez o doce semanas de est¨ªo y cierra medio a?o.
El turismo de masas -con un mercado barato- naci¨® y se extendi¨® sobre la arena de las playas con hotelitos repetidos y apretujados, sin apenas espacios abiertos y residenciales interiores.
Los hoteles y bloques de apartamentos son dormitorios, edificios de uso nocturno. Con vistas a la costa pero con terrazas reducidas porque interesa que los hu¨¦spedes acudan a gastar a los bares interiores y de las piscinas. Esta doctrina -¡°reduzca al m¨ªnimo las terrazas, los turistas no han de quedarse en las habitaciones, han de gastar abajo¡±- la dict¨® un patr¨®n de una cadena internacional al corregir los planos de un hotel a un sabio de la arquitectura de Barcelona.
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