Visita de obra
La Meridiana es una de esas aberraciones que cuesta mucho corregir, porque los autos, como las manadas transhumantes, aprenden sus itinerarios y se niegan a cambiarlos
Hace mucho que no se habla de Jan Gehl, el tiempo es implacable. Se trata de un arquitecto casi sin obra: el hombre estren¨® el t¨ªtulo trabajando en un estudio pero enseguida vir¨® hacia el urbanismo. Copenhague, a?os sesenta. Gehl se instal¨® en la primera calle peatonal de la historia y se puso a anotar lo que hac¨ªa la gente en horas diferentes, todos los meses, todos los d¨ªas. Una cr¨®nica minuciosa del uso del espacio p¨²blico, un documento pionero. Y una conclusi¨®n: el dise?o induce el uso, se dise?a para que pasen unas cosas y no otras. Manda el l¨¢piz por encima de la voluntad popular.
Hoy Jan Gehl admira Barcelona, le concede una gran calidad urbana. No es una ciudad crecida para el coche, para el negocio, para las relaciones violentas, dice: no es Sao Paulo, no es M¨¦xico DF. No podemos hablar de una Barcelona prisionera del coche.
Lo fue. La Meridiana, sin ir m¨¢s lejos, es una de esas aberraciones que despu¨¦s cuesta mucho corregir, porque los autos, como las manadas transhumantes, aprenden sus itinerarios y se niegan a cambiarlos. La Meridiana naci¨® como uno de esos s¨ªmbolos de progreso que eran las v¨ªas r¨¢pidas. Se arrasaban barrios enteros, ya fuera Gr¨¤cia con la amenaza de la Via O, ya fuera el encanto del Village en Nueva York con una autopista que le pasaba por el medio.
Una mentora de Jan Gelh, una mujer que era puro instinto, impidi¨® el destrozo: Jane Jacobs oficiaba como periodista, pero sobre todo amaba a su barrio, amaba los silencios y las casas bajas. Los detractores la llamaban "ama de casa", porque no tenia t¨ªtulos. Qu¨¦ tiempos. La Meridiana es un desprop¨®sito que se ha ido corrigiendo pero todav¨ªa sin incorporar el nivel de calidad de Barcelona. Le sobra ruido, le falta vida. Los vecinos lo saben y est¨¢n, ahora que la avenida tuvo su momento de gloria, en plena exigencia.
Por eso me sorprende que el Ayuntamiento mire hacia la ancha herida de La Sagrera, como si fuera urgente saber cu¨¢nto comercio se le va a poner. La Sagrera es la suma de dos desprop¨®sitos. Uno, el haber dejado las v¨ªas igual que cuando se tendieron, como si esa ciudad de ah¨ª no importara un carajo. Un agujero, unos puentes y ya est¨¢. El otro desprop¨®sito fue planificar una estaci¨®n desmesurada que se iba a pagar con oficinas, hoteles y comercio, adem¨¢s de pisos de lujo. Era el mandato socialista y confirma que la burbuja era un estado de ¨¢nimo colectivo: el uso y abuso de la plusval¨ªa. Claro que Pasqual Maragall quer¨ªa un parque lineal con un brazo del Bes¨°s remedando el Rec Comtal: eso era hace treinta a?os, porque entonces ya se hablaba de la Sagrera.
Todo eso nos remite al estado actual. Para que se hagan una idea. Volv¨ª el otro d¨ªa y certifico que caminar entre el puente de Palomar al de Calatrava lleva un poco m¨¢s de una hora. No digo nada del ancho de la trinchera. Es una superficie enorme. Y ah¨ª en medio la estaci¨®n que crece con paciencia mineral, como crece la corteza de un ¨¢rbol o se erosiona una monta?a, que parece que no cambia nada pero un poquitito s¨ª que avanza.
Esta obra monumental no la pagar¨¢ nunca el ministerio, o no la pagar¨¢ en un tiempo razonable. Que la estaci¨®n tenga zona comercial no molesta; que la zona se extienda por toda la superficie, si alg¨²n d¨ªa se cubren las v¨ªas, ya es otra cosa. Recuerden: lo que se dise?a se usa. La Maquinista, enorme, desproporcionada, est¨¢ en esta frontera. En su esquina, la escuela en barracones que es moneda de cambio de la ampliaci¨®n. Una duplicaci¨®n que no influir¨¢ en el barrio porque pasar de 100 a 200 tiendas no llevar¨¢ m¨¢s gente al centro comercial, que adem¨¢s se nutre de poblaci¨®n extra-barcelonesa, de bastante lejos para ser exactos. Es pura especulaci¨®n. Y otra cosa m¨¢s: por aqu¨ª hay mucho piso nuevo, privado y en oferta: sin comercio. Ahora los arquitectos, de la misma manera que tapan los balcones con metacrilato, ciegan los bajos a las tiendas, rompiendo la tradici¨®n de la "botiga continuada" que define a Barcelona. Y todo el per¨ªmetro est¨¢ despeinado, roto, que es lo que pasa cuando falta ciudad.
?No les da sensaci¨®n de caos, de desorden, de no planificaci¨®n? Creo que la concejal, que es Laia Ortiz, tendr¨¢ que sentarse delante del mapa y pensar, pensar, pensar. La ciudad nace en el l¨¢piz y despu¨¦s se impregna de vida, si el l¨¢piz estuvo inspirado. Y si no, no. Yo empezar¨ªa por la Meridiana.
Patricia Gabancho es escritora.
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