Los emancipados
Esta es la gran paradoja de la democracia: se dice al pueblo lo que tiene que pensar y luego se justifica lo que se postula como cumplimiento de la voluntad del pueblo
La emancipaci¨®n de la realidad es, junto a la sustituci¨®n de la historia por la leyenda y el cultivo de una idea fija con la que cabe justificar todo prop¨®sito y de la que hay que derivar toda conclusi¨®n, lo que constituye la esencia de las ideolog¨ªas, si nos atenemos a la descripci¨®n que de ellas hizo Hannah Arendt en Or¨ªgenes del totalitarismo. Tan infernales atributos se recrudecen cuando estas, habi¨¦ndose adue?ado de la opini¨®n p¨²blica, emprenden un camino de plena realizaci¨®n.
A pesar de su prestigio como fundamento casi ¨²nico de lo que algunos entienden por democracia, la opini¨®n p¨²blica no puede medirse con los valores de la l¨®gica y el rigor que exigimos al conocimiento positivo, pues no se produce por razonamiento sino por mimetismo. En general no consiste m¨¢s que en la replicaci¨®n masiva de estereotipos, prejuicios, chismorreos, falsedades, y sin duda tambi¨¦n de algunas verdades simples, aunque estas ¨²ltimas se divulgan por los mismos medios por los que se expanden la mentira y el bulo, porque se oyen y se repiten.
Es pues el instrumento que precisa toda ideolog¨ªa para imponer su proyecto pol¨ªtico en una sociedad democr¨¢tica, pues, si se dispone de los medios propagand¨ªsticos necesarios, se puede dirigir f¨¢cilmente hacia donde se desee, y, con solo nombrarla, legitima cualquier acci¨®n que se quiera emprender.
Tal procedimiento tiene la naturaleza de la tautolog¨ªa: se dice al pueblo lo que tiene que pensar y luego se justifica lo que se postula como el cumplimiento de la voluntad del pueblo. Esa es la gran paradoja de la democracia: lo que la hace posible es lo mismo que la amenaza. Solo el Estado de derecho, la Constituci¨®n y las leyes que de ella se derivan, garantiza su estabilidad.
La extra?a y para muchos mortificante situaci¨®n que desde hace unos a?os se vive en Catalu?a ha ofrecido reiteradamente la oportunidad de comprobar el cumplimiento exacto de esos supuestos, perfectamente descritos y analizados por los grandes pensadores de la democracia liberal. En efecto, el movimiento independentista que hemos visto crecer, apenas sin pausa, desde el 11 de septiembre de 2012, ha ido alcanzando poco a poco ese estado en el que las ideolog¨ªas, sinti¨¦ndose ya lo suficientemente maduras para sustraerse al mundo de los hechos, se disponen a emanciparse definitivamente de la realidad.
Ese momento no se produce antes de que el control de la opini¨®n p¨²blica haya alcanzado un cierto nivel. Son muchos los ejemplos de emancipaci¨®n que los grandes hombres del Proc¨¦s ¡ªellos mismos parecen tenerse por tales, pues se comparan sin rubor alguno con Gandhi, con Luther King o con Mandela¡ª nos han brindado generosamente en el largo viaje a ninguna parte en el que desean embarcar a todos sus conciudadanos. Son muchos, y todos muy dignos de ser estudiados, pero es suficiente con referirse a los dos que m¨¢s han aparecido en esta campa?a.
Brilla en primer lugar la seguridad con la que el cabeza de lista de Junts pel S¨ª ha negado la mayor de las evidencias: que una Catalu?a independiente quedar¨ªa autom¨¢ticamente fuera de la Uni¨®n Europea y de todos los organismos internacionales. Ver a Ra¨¹l Romeva emanciparse con ah¨ªnco de la realidad ante las c¨¢maras de la televisi¨®n es algo que no por repetitivo deja de producir asombro.
El segundo caso ¡ªno menos impresionante¡ª se refiere a la desfachatez con la que los dos presidentes, el de la ANC y el de la Generalitat, negaron que la manifestaci¨®n del 11 de septiembre fuese un acto electoral del independentismo.
Cuando se ha llegado a ese estado de emancipaci¨®n es cuando uno se da cuenta de que el di¨¢logo, el simple intercambio de argumentos con un cierto esp¨ªritu cooperativo, ya no va a ser nunca posible. Durante a?os, a pesar de las grandes diferencias pol¨ªticas, los ciudadanos de Catalu?a compartieron unos valores y unas reglas del juego. Despu¨¦s, a medida que los dirigentes del independentismo fueron declarando su intenci¨®n de no cumplir las leyes, se perdi¨® la mayor parte del terreno compartido. Ahora ya es la realidad lo que no se comparte. Se oponen a cualquier objeci¨®n con el anatema del discurso del miedo, pero lo que realmente da miedo es su discurso.
Ferran Toutain es escritor y cr¨ªtico literario
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