Y Arthur Freed le neg¨® las alas

En la d¨¦cada de los cincuenta un musical de la MGM era sin¨®nimo de color, brillo, elegancia, espectacularidad. Un caleidosc¨®pico v¨¦rtigo para los sentidos. Los mejores pose¨ªan adem¨¢s la intangible cualidad de arrastrar al p¨²blico a un estado de felicidad irracional; levitaci¨®n on¨ªrica con su irresistible bandera de la frivolidad. En ese irisado espejo ha querido mirarse ?ngel Ll¨¤cer cuando decidi¨® ampliar la lista de adaptaciones musicales de los textos de Shakespeare con su versi¨®n de Mucho ruido y pocas nueces.

Saber y ambici¨®n no le faltan, pero San Arthur Freed no ha tenido a bien concederle las alas ¨Cel clic, el no s¨¦ qu¨¦¨C que aleje esta producci¨®n del TNC de la sensaci¨®n de estar ante un voluntarioso ejercicio-homenaje. El destello que aportan los contados talentos de la compa?¨ªa y el equipo art¨ªstico es insuficiente para iluminar un conjunto embarullado en el que destacan m¨¢s las carencias que las virtudes. Una breve lista encabezada por la incandescencia histri¨®nica de un excelente David Verdaguer (Benedicte, rey de la funci¨®n), un gal¨¢n c¨®mico entre Danny Kaye y un joven Fernando Fern¨¢n G¨®mez; la ir¨®nica seguridad de gran actriz de Vict¨°ria Pag¨¨s, en un papel que evoca a Ethel Merman; y la eficacia clownesca de los fools encarnados por Bernat Cot, Albert Mora, Oriol Bur¨¦s y Enric Cambray, secundados por Clara Altarriba, pizpireta soubrette de los Hermanos Marx.

La culpa no es de la falta de medios. Con poco se puede volar muy alto. S¨®lo hay que tener y multiplicar la energ¨ªa adecuada para despertar la magia. La que ten¨ªa Casem-nos una mica dirigida por Toni Mart¨ªn o el reciente High Society del Old Vic en Londres. Con dos pianos y un cielo de farolillos de papel en un desnudo espacio central es suficiente para invitar a una contagiosa fiesta. En el TNC han expoliado el almac¨¦n y rescatado un escenario giratorio, pero nunca se desvanece la sensaci¨®n de que sobra espacio, que hay un gran vac¨ªo que aleja al p¨²blico de la fantas¨ªa. S¨®lo el espacio de luz que crea Albert Faura y David Bofarull ¨Csu elegante uso del spotlight es lo mejor de la puesta en escena¨C mitiga esa trinchera. Cierto, la dramaturgia sit¨²a la trama en un desangelado plat¨® ¨Csin saber qu¨¦ ruedan¨C, pero basta recordar la escena de ¡°You are meant for me¡± de Singin¡¯ in the Rain para convenir que eso tampoco sirve de excusa.

Como comedia Molt soroll per no res funciona, y a veces muy bien; como musical decepciona, excepto cuando se adentra en la autoparodia. No se percibe el ingenio necesario para compensar las limitaciones del reparto en canto y baile, y la falta de sensibilidad respecto al cancionero es notoria. Adaptaciones planas que en ¡°Love for sale¡± y ¡°Well did you evah¡± son casi ¨Cpor irreconocibles y mal usadas¨C atentados a la memoria de Cole Porter.