Creta, 1941
Una novela sobre la invasi¨®n de la isla por los paracaidistas alemanes recuerda la presencia de republicanos catalanes entre las tropas brit¨¢nicas
Los catalanes estamos de moda, a veces de manera asombrosa. Imaginen mi sorpresa cuando en medio de la lectura de las aventuras de un oficial de la Wehrmacht en la Creta de la primavera de 1941 reci¨¦n invadida por los paracaidistas alemanes leo: "Atureu!" (sic). Es lo que le gritan, en catal¨¢n, al soldado en las despiadadas monta?as del centro de la isla unos hombres salvajes y de uniformes mugrientos que aparecen de repente amenaz¨¢ndole con sus armas y habl¨¢ndole de Durruti, que ya es susto. El libro es El camino a ?taca,de Ben Pastor (Alianza), la nueva entrega de la serie policiaca protagonizada por el joven capit¨¢n de caballer¨ªa y agente de la Abwehr ¡ªel servicio secreto del ej¨¦rcito¡ª Martin Von Bora, un militar ¨ªntegro en lo posible, que ha de lidiar con lo que significa para la conciencia ser parte de la maquinaria b¨¦lica del III Reich.
En la novela, Bora viaja a Creta en los d¨ªas siguientes a la sangrienta conquista (Operaci¨®n Merkur) y recibe el complicado encargo de investigar el asesinato de unos civiles que parece ser obra de los paracaidistas, unas tropas de ¨¦lite muy duras que andan con el gatillo suelto y muy malas pulgas despu¨¦s de la escabechina que han sufrido para tomar la isla. En el curso de la pesquisa nuestro hombre ha de buscar a un testigo en las monta?as y se topa con los catalanes, un grupo de antiguos miembros de la FAI que tras la Guerra Civil ¡ªle explican a Bora despu¨¦s de capturarlo¡ª pasaron a Francia y se enrolaron en la Legi¨®n Extranjera. Luego se fugaron en Siria para evitar luchar a favor de la Francia de Vichy y fueron transferidos a Creta por los brit¨¢nicos desde Oriente Pr¨®ximo como parte de la amalgama de tropas enviadas para parar la invasi¨®n alemana y, al resultar eso ya imposible, proteger la evacuaci¨®n. Martin Bora, que ha luchado en Espa?a en el 37 como teniente de la Legi¨®n C¨®ndor ¡ªeso se explica en otra de sus aventuras, The horseman song¡ª convence a los catalanes de que es un ingl¨¦s ex combatiente antifascista en el frente de Arag¨®n, cita a Orwell e incluso usa ¨¦l mismo algunas palabras en catal¨¢n.
¡°Ah, los catalanes, hay un lugar en mi coraz¨®n para ellos y para Catalu?a¡±, me dice Verbena (Ben) Pastor, escritora estadounidense de origen italiano, al preguntarle por la escena. Como somos amigos me regocijo secretamente con la idea de que a lo mejor un pel¨ªn he influido en ese cameo de los catalanes en la novela. En fin, en realidad preferir¨ªa haber sido el modelo de Martin Bora, alto, guapo, elegante y de ojos verdes; pero para ¨¦l Ben se ha basado en Von Stauffenberg.
La escritora, por supuesto, no se ha inventado completamente el episodio de los catalanes: ley¨®, como hemos hecho todos, sobre la presencia de combatientes republicanos espa?oles en las filas brit¨¢nicas en el can¨®nico Creta, la batalla y la resistencia, de Antony Beevor (Cr¨ªtica). Esos soldados formaban parte de la Layforce, la fuerza de comandos desembarcada en Creta, y protagonizaron algunas acciones casi suicidas luchando codo a codo con tropas maor¨ªes (!) en la retaguardia brit¨¢nica. La mayor¨ªa fueron hechos prisioneros y se hicieron pasar por gibraltare?os para evitar que los alemanes se los enviaran a Franco. Otros escaparon por mar a Egipto. Algunos se quedar¨ªan en la isla ocupada uni¨¦ndose a los grupos de la guerrilla local.
Yo siempre he tenido, desde ni?o, una fijaci¨®n por Creta en la que se confunden la mitolog¨ªa, la arqueolog¨ªa y la II Guerra Mundial. Los Fallschirmj?gger de Student cayendo hacia su muerte (los diezmaron en el aire) envueltos en las alas de seda de sus paraca¨ªdas me parecen avatares de ?caro y el cruel general M¨¹ller, lanzando ciegas y brutales represalias ¡ªcomo la liquidaci¨®n del pueblo de Anoyia¡ª un Minotauro atrapado en el laberinto de la Resistencia cretense, a la que une el audaz correo Psychoundakis como un mercurial pastor. No es dif¨ªcil que en Creta, cuna de Zeus, se te mezclen las cosas. A Martin Bora tambi¨¦n le pasa: los vieux briscards catalanes surgiendo broncos entre los riscos le parecen lestrigones, los gigantes antrop¨®fagos de la Odisea.
El tuerto John Pendlebury, arque¨®logo sucesor de Evans en Cnossos (e implicado en los servicios de Inteligencia brit¨¢nicos), cay¨® luchando contra los paracaidistas, que se dice que le enviaron a Hitler su ojo de cristal de c¨ªclope heroico. Villa Ariadna, la casa de Evans y sede de la misi¨®n arqueol¨®gica, en cuyos jardines de hibiscos Pendlebury practicaba la esgrima, se convirti¨® en el cuartel general alem¨¢n. La sombra de Pendlebury planea sobre la novela de Ben Pastor. ¡°Me enamor¨¦ de ¨¦l y de sus amigos arque¨®logos leyendo su libro y viendo sus fotos¡±, suspira la escritora. "?Qu¨¦ generaci¨®n ¨²nica de hombres inteligentes, bellos e idealistas! Siento que Europa ya no sea capaz de producirlos¡±. Le pregunto, claro, por Patrick Leigh Fermor, que luch¨® junto a los partisanos cretenses y secuestr¨® al general Kreipe (su relato p¨®stumo de la operaci¨®n, Secuestrar a un general, lo va a publicar ahora en castellano Berenice) sin dejar de vestirse como Lord Byron, beber raki y recitar a Horacio. "Fermor siempre me ha conmovido por su eterna juventud, todo que hizo, en la guerra y fuera, fue wild and wonderful".
Creta, henchida de leyenda y guerra es para m¨ª tambi¨¦n una isla de amigos: el viejo Paddy, Beevor, Mar¨ªa Belmonte, Toni Sagarra. Mar¨ªa y Toni han recorrido la isla siguiendo los pasos del mito y de la historia en los senderos, los museos, los cementerios y las tabernas. Mar¨ªa incluso me ha tra¨ªdo una piedra del Monte Ida. Ahora Ben y Martin, y los montaraces catalanes, se suman al c¨ªrculo de la isla, lugar m¨¢gico y ¨¢spero que, como dijo Seferis en un hermoso poema cretense, nos ofrece ese consuelo del coraz¨®n que es levantar jardines en el aire.
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