Hablar de arquitectura
"Hay cierta desconexi¨®n entre el arquitecto que habla de sus cosas y la percepci¨®n de la ciudadan¨ªa¡±, comenta Fabrizio Barozzi
En los reportajes de interiorismo acostumbramos a ver unas estancias ins¨®litamente limpias y ordenadas donde nunca est¨¢n sus habitantes para explicarnos lo bueno, y lo malo, de aquellas preciosas habitaciones. Sin ning¨²n testimonio que arruine el relato que ha elaborado el dise?ador o arquitecto, estos espacios sin rastro de vida tienen algo de incre¨ªble. Hay excepciones brillantes a este h¨¢bito. Por ejemplo el documental Koolhaas Houselife, sobre una famosisima y admirable casa levantada por el arquitecto holand¨¦s en Burdeos. La singularidad del filme de Beka y Louise Lemoine es que quien muestra la casa es la mujer de la limpieza y lo hace entre la admiraci¨®n por algunas soluciones y alguna que otra perplejidad sobre las mismas.
El mes pasado, se celebr¨® el 48H Open House de Barcelona, que abre un fin de semana cerca de doscientos recintos (desde pisos a oficinas o edificios singulares) para que puedan visitarlos el p¨²blico en general. En muchos casos, particularmente en los lugares hist¨®ricos, la visita es guiada por un voluntario que da los cuatro datos b¨¢sicos para entender la relevancia de aquel espacio. Sin embargo, en algunos pisos o locales quien recibe es su habitante o propietario. Fue el caso, por ejemplo, de las oficinas de La Casa por el Tejado, empresa que inserta ¨¢ticos ya fabricados en las terrazas de edificios que tienen disponible superficie edificable. Un ingenio constructivo verdaderamente novedoso. Uno de los socios de la empresa paseaba a la comitiva de ciudadanos curiosos, en el mejor sentido de la palabra, por la instalaci¨®n y explicaba con leg¨ªtima pasi¨®n los aspectos centrales del proyecto: desde la apuesta de ahorro energ¨¦tico a la rehabilitaci¨®n que hacen del edificio o el dise?o de espacios comunitarios, como una azotea m¨¢s vivible.
Pero la sorpresa por mi parte fue que al visitar el estudio de los arquitectos Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga, recientes ganadores del premio internacional Mies van der Rohe por su auditorio de la Filarm¨®nica de Szczecin (Polonia), quien esperaba a los sucesivos grupos de visitantes an¨®nimos que acud¨ªan all¨ª sin m¨¢s tr¨¢mites que una discreta cola en la calle era... el propio Barozzi. Aqu¨ª no hab¨ªa ni tan siquiera el hipot¨¦tico beneficio de una publicidad gentil porque su estudio, a pesar de estar en Barcelona, nunca ha trabajado en la ciudad y la mayor¨ªa de sus proyectos proceden de concursos internacionales en el extranjero (museos, bloques de viviendas sociales, auditorios, recintos universitarios, etc). Barozzi, tras describir someramente el piso del Eixample donde se halla el estudio, fue mostrando maquetas de los trabajos ya realizados y de algunos concursos pendientes, como un museo de arte contempor¨¢neo en Qatar. Explicaba, con un lenguaje sin gui?os gremiales, los di¨¢logos que intentaban establecer sus edificios con el entorno. Es muy distinto, por ejemplo, un museo en una ¨¢rea ferroviaria que en una ribera. Cuando mostr¨® im¨¢genes del auditorio polaco, un edificio blanco vidriado (¡°Un gigantesco monolito de cumbres escarpadas y piel transl¨²cida¡±, seg¨²n Alberto Pe?alver en Experimenta) que se ilumina de blanco desde el interior, una visitante hizo una pregunta que quiz¨¢s no habr¨ªa hecho un especialista: ¡°?Y lo vais a iluminar como la torre Agbar?¡±. Era m¨¢s pertinente de lo que parec¨ªa porque resulta que se ha tratado de una cuesti¨®n pol¨¦mica. ?sta era la intenci¨®n del cliente que, finalmente, tras acordarlo con los arquitectos solo lo vestir¨¢ de colorines tres d¨ªas al a?o.
Como han escrito los arquitectos Agnieszka Stepien y Lorenzo Barn¨® (La Ciudad viva) ¡°los arquitectos no nacemos tan pedantes como luego se nos ve. El problema es que, durante la carrera, por culpa de una absurda costumbre de hablar de la manera m¨¢s compleja posible, nos volvemos un pel¨ªn insoportables¡±. Es el prestigio cultural que da lo abstruso. No es el caso de Barozzi, que todav¨ªa est¨¢ sorprendido por el ¨¦xito de aquellas visitas. ¡°No me esperaba ni tanta gente ni tan diversa. Para nosotros mostrar nuestro despacho era una ilusi¨®n porque no somos de aqu¨ª, trabajamos fuera y era una manera de acercarse a la ciudad y explicar lo que hacemos¡±. Sobre la dificultad de hablar de arquitectura fuera del c¨ªrculo gremial, Barozzi lo resume diciendo que el problema ¡°es que hablamos s¨®lo para arquitectos y damos por hecho de que la poblaci¨®n ha de saber de qu¨¦ hablamos. Hay cierta desconexi¨®n entre el arquitecto que habla de sus cosas y la percepci¨®n de la ciudadan¨ªa¡±. No fue as¨ª en aquella visita, un verdadero ejercicio de conversaci¨®n con los vecinos.
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