La burbuja de los datos
Es posible que nuestros datos personales pronto dejen de ser esta especie de lejano Oeste, de territorio sin ley que tantos quieren conquistar. Que la burbuja acabe estallando.
Para algunos, los datos est¨¢n destinados a convertirse en el petr¨®leo del siglo XXI. Por si este fuera el caso, organismos p¨²blicos y privados se han lanzado a la caza del dato. No importa de d¨®nde vengan ni d¨®nde vayan. Y cuantos m¨¢s, mejor. Big data. Massive data.
Es cierto que algunas empresas est¨¢n consiguiendo grandes beneficios en base a alimentar bases de datos con informaci¨®n sobre nuestros h¨¢bitos, rutas y preferencias, sobre todo en su uso publicitario. Con los datos que de nosotros disponen Facebook o Google, por ejemplo, estas empresas ofrecen a los anunciantes colocar su publicidad entre perfiles relevantes, lo que deber¨ªa traducirse en mayores ventas y beneficios.
Otro tipo de empresas que han conseguido ya convertir el valor de los datos en dinero son los llamados data brokers, revendedores de datos que recogen informaci¨®n de fuentes muy variadas para aumentar su valor ¡ªcuanto m¨¢s precisos y complejos sean los datos, mayor ser¨¢ la segmentaci¨®n de los perfiles y su valor de mercado. En este caso, los nombres de las grandes empresas del sector son menos conocidos. Uno de los gigantes del sector, Acxiom, acumula datos de m¨¢s de 500 millones de consumidores en 150 pa¨ªses, emplea a 6.000 personas e ingresa m¨¢s de mil millones de d¨®lares al a?o vendiendo bases de datos.
No obstante, los ganadores actuales de este mundo de los datos son a¨²n pocos, y en muchos casos la recolecci¨®n masiva de datos no se produce para obtener un beneficio inmediato, sino esperando que estos datos tengan valor en el futuro. Esto explica la sobrevaloraci¨®n burs¨¢til de tantas empresas que en realidad capitalizan con la venta de acciones y las rondas de financiaci¨®n no tanto un producto como una expectativa de negocio. Se asume que tener datos, en un futuro, valdr¨¢ algo, y decenas de actores, grandes y peque?os, se lanzan desde hace a?os a una especie de acumulaci¨®n primitiva de este nuevo recurso.
?Microsoft o Apple hace tiempo que experimentan con soluciones que pueden alterar sustancialmente el contexto en el que nos movemos
Pero, ?y si la premisa estuviera mal? Hay varios obst¨¢culos que se interponen entre la realidad y la promesa de los datos. Por una parte, la falta de un modelo de negocio viable en un futuro pr¨®ximo para una gran mayor¨ªa de las empresas que han apostado por este sector. Si el valor crece con el volumen de datos, adem¨¢s, lo m¨¢s probable es que el sector tienda a la concentraci¨®n y a un panorama en el que s¨®lo uno, el m¨¢s grande, puede ganar. El resto, el 99.9% de los emprendedores quedar¨¢n por el camino.
Por otra parte, es posible que en el futuro recoger datos (y mantener actualizadas las bases de datos actuales) ya no sea tan f¨¢cil ni barato, sobre todo si la preocupaci¨®n por la privacidad sigue aumentando. Esta semana, el Pew Research Center publicaba que el 60% de los usuarios de aplicaciones de m¨®vil (esas que te piden cosas tan desproporcionadas como acceder a todas tus fotos y mensajes para acceder a servicios complejos como una linterna o un despertador) han decidido en alg¨²n momento no descargarse un servicio despu¨¦s de ver el tipo de informaci¨®n personal que ¨¦ste requer¨ªa.
Igualmente, grandes empresas como Microsoft o Apple, conscientes de que el mal uso o gesti¨®n de los datos personales de sus clientes puede determinar su cuota de mercado, hace tiempo que experimentan con soluciones que pueden alterar sustancialmente el contexto en el que nos movemos, llegando incluso a hacer explotar la burbuja. Hace s¨®lo unos d¨ªas Microsoft anunciaba que est¨¢ construyendo centros de datos en Alemania para dar seguridad a sus clientes de que los datos que proporcionan a la empresa est¨¢n fuera del alcance de revendedores, gobiernos o del mismo Microsoft.
De forma similar, al lanzar su sistema iOS8 para m¨®viles Apple incluy¨® la posibilidad de que el identificador ¨²nico de los m¨®viles, que se transmite a todos los sensores y redes wifi cercanas, pudiera ir cambiando, de forma que un solo sensor no pudiera reconstruir la rutina de ning¨²n usuario, ni mandarle mensajes publicitarios personalizados o elaborar perfiles o estudios sin su consentimiento.
Es posible, pues, que nuestros datos personales pronto dejen de ser esta especie de lejano Oeste, de territorio sin ley que tantos quieren conquistar. Que la burbuja estalle y descubramos, tarde, que la fiebre por acumular datos nos hizo pasar por alto las posibilidades, humildes pero constantes, de que los datos y la tecnolog¨ªa mejoren nuestras sociedades y no s¨®lo la cuenta de resultados de unos pocos.
Gemma Galdon es doctora en Pol¨ªticas P¨²blicas.
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