Las rutas de borrachera se enquistan en Barcelona
Por 15 euros se tiene derecho a una cerveza, dos chupitos y la entrada a una discoteca
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Son las once de la noche del pasado viernes y hace apenas dos horas que Mark y su grupo de amigos aterrizaron en Barcelona. Sin embargo, su estado de embriaguez empieza ya a ser notable. ¡°Somos irlandeses, ?qu¨¦ esperabas?¡±, explica este joven editor de v¨ªdeo de 23 a?os mientras prepara el ritual de lim¨®n, sal y chupitos de tequila. Mark ha pagado 15 euros, reservando con antelaci¨®n por Internet, para participar en las denominadas rutas de borrachera que se llevan a cabo en el centro de Barcelona. Los 15 euros dan derecho a una cerveza, dos chupitos y a la entrada a una discoteca. Fue Nigel, el benjam¨ªn del grupo con 21 a?os, el encargado de organizar todo el desplazamiento. ¡°Por menos de 150 euros pasaremos el fin de semana en este maravillosa ciudad¡±, cuenta Mark. Los planes, beber hasta que el cuerpo aguante.
Los crawl, o rutas et¨ªlicas, est¨¢n vetadas en Barcelona. La palabra en ingl¨¦s significa gatear, porque la finalidad de las mismas es consumir todo el alcohol posible hasta acabar a gatas. Se trata de una pr¨¢ctica muy extendida en Europa, la mayor parte de estas est¨¢n organizadas por promotores ingleses, que son los que se levan el negocio, y consolidadas en Barcelona. En julio de 2012, el Gobierno de Xavier Trias vet¨® estas rutas tras recibir centenares de denuncias de vecinos del Raval y el G¨°tic, los barrios donde se concentran estas especiales excursiones nocturnas. Las quejas: el ruido, la basura y las conductas inc¨ªvicas de sus integrantes.
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Las multas por fomentar este turismo de borrachera ascienden a 900 euros para los gu¨ªas y promotores, que se duplican en caso de reincidencia. Para los establecimientos, las sanciones pueden oscilar entre los 1.500 y los 15.000 euros. La normativa tambi¨¦n grava la publicidad y la incitaci¨®n al consumo del alcohol, que puede llegar hasta los 600.000 euros. La concejal de Ciutat Vella, Gala Pin, apunta que las sanciones persiguen evitar el incremento de locales que promocionan y permiten la pr¨¢ctica de las rutas de borrachera.
Las rutas se llevan a cabo de lunes a s¨¢bado. La cita comienza a las 22 horas, en un local situado a menos de cien metros del Ayuntamiento. Cinco j¨®venes ingleses reciben a los participantes dentro del primer local de la ruta. Utilizando un barril como mesa improvisada de negocios, D. comienza a cobrar las entradas. ¡°?C¨®mo hab¨¦is conocido el Crawl Barcelona?¡±, pregunta el gu¨ªa de la expedici¨®n nocturna. ¡°Por nuestro hostal¡±, explica Sarah, una neoyorquina de 22 a?os que estudia castellano en Granada.
Sarah ten¨ªa previsto pasar el fin de semana en Barcelona junto a su amiga Amanda, de Boston. ¡°Tenemos cinco euros de descuento, nos lo han dicho en la recepci¨®n del albergue¡±, dice la joven. Tras el pago de 15 euros, el gu¨ªa les coloca una pulsera en la mu?eca que reza I survived Barcelona (Yo he sobrevivido Barcelona). Por acciones como esta, el Ejecutivo de Ada Colau sancion¨® la pasada semana a 26 promotores y 16 bares.
Los participantes, alrededor de cincuenta j¨®venes que superan por poco la veintena, se agolpan en la barra del primer bar. Las chicas a un lado, los chicos al otro, se intercambian miradas mientras circula el alcohol. A Steven, un ingeniero alem¨¢n de 25 a?os, no le gusta la cerveza catalana que le ofrecen y exclama: ¡°?Qu¨¦ tipo de bebida es esta? A m¨ª dame un chupito o, mejor, que sean tres¡±.
El Consistorio mult¨® la semana pasada a? 26 promotores de rutas et¨ªlicas y a 16 establecimientos
Apenas ha pasado media hora y D., el gu¨ªa y maestro de ceremonias, empieza su discurso en ingl¨¦s desde lo alto de unas escaleras. ¡°Bienvenidos a Yo sobreviv¨ª Barcelona. Os recordamos que en esta ciudad est¨¢ prohibido beber en la calle y que la multa es la misma que si os pillan teniendo sexo en la calle, as¨ª que si viene la polic¨ªa, bajaros los pantalones y bueno¡¡±, grita D., mientras una jaur¨ªa de j¨®venes aplaude sin soltar el vaso. Tras la presentaci¨®n de los gu¨ªas ¡ªcinco j¨®venes brit¨¢nicos que no cobran por realizar la ruta y a los que, a cambio, se les ofrece alojamiento y comida gratuita en el hostal promotor de la salida¡ª se divide a los participantes en dos grupos ¡°para no crear jaleo¡± en la calle. Los gu¨ªas marcan el ritmo del paseo y piden al grupo que camine en silencio. De momento, se comportan. Alg¨²n grito y abrazo efusivo a una joven que pasa cerca del grupo, pero enseguida los gu¨ªas ponen orden.
Tras cinco minutos caminando, el primer grupo llega al segundo local. En la puerta, un hombre controla la entrada y salida de los j¨®venes como si de un reba?o de ovejas se tratara. Sarah y Amanda, que al principio no hablaban mucho, empiezan a animarse tras el quinto chupito. ¡°Es la hora de la fiesta del chupito¡±, grita una de las gu¨ªas. Sarah se ofrece voluntaria. Se quita la camiseta, se queda en sujetador y se tumba sobre una barra. El juego consiste en derramar tequila sobre su ombligo mientras otro jugador lame el l¨ªquido y muerde el lim¨®n que la joven sujeta sobre sus labios. ¡°Esto puede ser el principio de una historia de amor¡±, comenta el compa?ero de fiestas de Alessandro, un italiano que acaba de beberse el chupito derramado sobre Sarah. Sin embargo, la joven neoyorquina no parece estar enter¨¢ndose de mucho de lo que pasa y mientras baja tambale¨¢ndose de la barra y buscando su camiseta, se abraza a su amiga y saca el m¨®vil para hacerse un selfie. A estas horas, apenas las 12 de la noche, ya no hay t¨ªmidos. El grupo, formado por desconocidos, se abraza y besa como si fuesen amigos de toda la vida.Todav¨ªa queda un ¨²ltimo bar antes de llegar a la discoteca y una ronda m¨¢s de chupitos incluida en la tarifa.
¡°A m¨ª dame un chupito o, mejor, que sean tres¡±, reclama un ingeniero alem¨¢n de 25 a?os
De camino, algunos rezagados se quedan al final del grupo y aprovechan para desahogarse en un portal del Raval. ¡°Por favor, no mees aqu¨ª, quedan tres minutos para el pr¨®ximo bar¡±, espeta uno de los gu¨ªas. Demasiado tarde. El joven termina r¨¢pido y se une al resto, que guarda una distancia prudencial con el segundo grupo para evitar que los vecinos les tiren agua desde los balcones.
La camarilla entra en el ¨²ltimo de los bares, una franquicia espa?ola de tapas muy conocida. En esta ocasi¨®n, los estragos del alcohol empiezan a hacer su efecto y el ba?o tiene mayor afluencia que la barra. Un grupo de j¨®venes escolta a su amiga mientras vomita en el lavabo. Una vez resuelta la urgencia, la joven se echa agua en la cara y vuelve al ruedo. ¡°?D¨®nde est¨¢ mi chupito?¡±, increpa al camarero. Terminada la ronda, el grupo se inquieta y empiezan las prisas para llegar a la discoteca. Los promotores deciden repartir camisetas al grupo para acallar a las fieras. Dirty Sex (Sexo sucio), es el lema de la prenda. Mark, el joven irland¨¦s, es el primero en pon¨¦rsela. ¡°Al fin y al cabo, esta es la finalidad de este tipo de fiestas, irte a casa acompa?ado¡±, explica. La ruta llega a su fin y los j¨®venes llegan finalmente a la discoteca. ¡°Ma?ana, si nos levantamos, iremos a la Sagrada Familia¡±, concluye Marck buscando la mirada c¨®mplice de Nigel. Sin embargo, este parece m¨¢s preocupado en conquistar a Sarah que en ver los monumentos de Barcelona.
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