Cosas que decir
El autor analiza el concierto de Miguel Campello en La Riviera
Buena cosa es que un artista no pase desapercibido y con Miguel Campello se hace inimaginable la indiferencia. Empezando por el atuendo, claro est¨¢: el hombre que abarrot¨® este fin de semana La Riviera se present¨® con visera afrancesada, peto min¨²sculo, faldita plisada y un caj¨®n flamenco. Lo mejor que ahora mismo puede asegurarse del ilicitano es que cada vez conf¨ªa m¨¢s en su ascendente musical y ha arrinconado hasta la an¨¦cdota esa faceta de saltimbanqui. No hay nada de malo en dar espect¨¢culo, pero tiene las suficientes cosas que decir como para no dispersar la atenci¨®n.
No es f¨¢cil catalogar al pintoresco excantante de elbicho, un hombre que practica un rock aflamencado con pretensiones sinf¨®nicas y arrebatos jamaicanos o rumberos. Su esp¨ªritu callejero le sit¨²a a medio camino entre Triana y Extremoduro, aunque por ahora no alcance la hondura de ninguno de los dos. Campello es un creador visceral y con sustancia al que seguramente a¨²n le falte un disco en solitario m¨¢s redondo: Ll¨¢mame ma?ana es un buen ejemplo de pieza evocadora, pero las dos m¨¢s coreadas el viernes, De los malos y la gamberra Rokipankis, provienen de los a?os con su anterior grupo.
Hay otros aspectos mejorables, como esa querencia de acercar la voz a su registro m¨¢s agudo y convertir cada tema en una eclosi¨®n permanente, sin espacio para el matiz ni el rango din¨¢mico.
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