Si miras mucho
Vengo observando ¨²ltimamente algo que comienza a inquietarme sobremanera: la cantidad de madres y padres que llevan a su hijo al lado sin hablarle, absortos en sus m¨®viles
Hace unos meses, un jugador argentino viaj¨® con su equipo a jugar un partido amistoso al norte de Argentina. Parece que lo que vio no le gust¨® nada. Hizo un comentario muy duro de cariz social y se organiz¨® un buen revuelo en las redes. Cuando le preguntaron a qu¨¦ se deb¨ªa su denuncia (de pobreza y desatenci¨®n extrema, entre la gente que vio), contest¨® con aplastante convicci¨®n: ¡°Es que soy de mirar mucho¡±. Me dej¨® pensando la respuesta y llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que ese jugador acababa de inventarse una teor¨ªa.
Soy de lo que piensan que las cifras estad¨ªsticas est¨¢n muy bien para hacerte una idea de lo que ocurre en el mundo. Yo suelo hacerles mucho caso. Si un dato estad¨ªstico me dice que dentro de una generaci¨®n las mujeres entre veinte y treinta cinco a?os tienen el 30% de posibilidades de contraer un c¨¢ncer de pulm¨®n, yo me lo creo a pie juntillas. ?Y por qu¨¦ me lo creo? Porque yo como aquel jugador, tambi¨¦n soy de mirar mucho. Dar¨¦ un ejemplo: si te sientas en un banco de tu barrio, podr¨¢s comprobar casi exactamente lo que dicen las estad¨ªsticas sobre las mujeres fumadoras.
Mirar a tu alrededor da mucho de s¨ª. Otro ejemplo. El lunes mir¨¦ el debate entre Pedro S¨¢nchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias en EL PA?S. Y lo que mi mirada de ese evento medi¨¢tico-pol¨ªtico me devolvi¨® es que el l¨ªder de Podemos les dio sopa con hondas a sus contrincantes. Insisto, mirar da para mucho, m¨¢s de lo que uno se puede imaginar. Si vas en metro y eres de mirar mucho, podr¨¢s descubrir cosas aparentemente irrelevantes, como por ejemplo, que cada vez hay m¨¢s gente que bosteza sin taparse la boca. O que se limpia las u?as sin ning¨²n reparo delante de todo el mundo. Si mantienes tu mirada en la gente que te rodea, tambi¨¦n podr¨¢s observar que cada vez hay m¨¢s ni?os peque?os que lloran a grito pelado en plena calle porque sus padres no les compran lo que ellos consideran que tienen que comprarles.
Parecen cosas balad¨ªes, incluso inveros¨ªmiles porque al fin y al cabo no deja de ser tu palabra (o mejor dicho tu mirada) contra las de resto. Pero comienzan a adquirir importancia en cuanto se convierten en materia estad¨ªstica. En cuanto se pasa de los s¨ªntomas a la enfermedad. Un d¨ªa abres el diario y un reportaje te ense?a que los alemanes leen mucho. Te quedas con ese dato, pero si te acercas a una playa de nuestro litoral en verano resulta que corroboras con la mirada ese dato observando c¨®mo una inmensa mayor¨ªa de turistas alemanes leen (lo que sea) infinitamente m¨¢s que cualquier espa?ol en la misma playa.
Camino por las calles de Barcelona y miro a esos padres alejados de sus beb¨¦s
Perdone el lector esta extensa introducci¨®n a lo que quiero hoy comentar. Como soy tambi¨¦n de mirar mucho, voy observando ¨²ltimamente algo que comienza a inquietarme sobremanera. Me refiero a las madres y padres que llevan a sus hijos en cochecitos y no les dirigen la palabra. ?Y por qu¨¦ ocurre eso? Porque esos padres est¨¢n muy ocupados consultando sus m¨®viles. Todav¨ªa no es una epidemia pero va camino de serlo.
Hay una web en Internet que se llama algo as¨ª como Las primeras palabras. Te instruye esta p¨¢gina sobre lo crucial que son para un reci¨¦n nacido las palabras. Las palabras que escucha a su alrededor y, sobre todo, las que les dirigen sus progenitores. Por ellas los beb¨¦s comienzan a descifrar el mundo, comienzan a empaparse del amor de sus padres. Gracias a esas palabras que escuchan con tanta atenci¨®n y con tanta ganas de responderlas, esos beb¨¦s entran en el mundo. Entran en la vida.
Camino por las calles de Barcelona y miro a esos padres alejados de sus beb¨¦s. Mudos, no sea que se pierdan algo transcendente de sus m¨®viles. Tambi¨¦n los veo alejados de sus hijos cuando los van a recoger al colegio. No les preguntan c¨®mo les ha ido el d¨ªa. Muy ocupados est¨¢n en lo que ven o leen en sus m¨®viles de alto standing. Un d¨ªa, no hace mucho, me atrev¨ª a comentarles la cuesti¨®n a unos padres que manipulaban como posesos sus aparatitos. Me dijeron que me metiera en mis asuntos. Les hice caso y segu¨ª mirando. No me dieron l¨¢stima, aunque s¨ª mucho el beb¨¦ que llevaban. Pens¨¦ en su futuro. Y le desee lo mejor.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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