Modorra franco-maliense
La nueva formulaci¨®n de Ludovic Navarre suena en La Riviera m¨¢s rutinaria que excitante
Mucho se han destemplado los tiempos y los ¨¢nimos desde el a?o 2000, cuando St.Germain se convirti¨® con Tourist en la ¨²ltima gran sensaci¨®n finisecular, hasta este 2015 ag¨®nico y desabrido en que Ludovic Navarre ha escogido un disco hom¨®nimo para finiquitar un par¨¦ntesis tan gigantesco. La banda que hace tres lustros revent¨® La Riviera invitaba a sumergirse en esos bares modernuquis donde los clientes se despanzurraban en el sof¨¢ y exhib¨ªan las mil rayas multicolores de sus calcetines. El problema es que la audacia de entonces hoy m¨¢s parece la banda sonora para un quiromasajista, mientras que la pretendida reinvenci¨®n en clave africana suena exactamente igual que como barruntar¨ªas sin desprecintar ni tan siquiera el disco. ?Resultado? Una discreta media entrada.
El productor franc¨¦s empa?a el escenario de una creciente humareda y dispara un prolongado bucle de sonoridades acu¨¢ticas para emprender ese periplo imaginario (con 25 minutos de demora) desde el Manzanares al N¨ªger. Sucede, pese a los siete aliados, que la inmersi¨®n no acaba de resultar mucho m¨¢s profunda que un garbeo somero a vista de Google Earth. El legado musical de Mal¨ª es riqu¨ªsimo, empezando por los benditos Ali Farka Tour¨¦ y Toumani Diabat¨¦, pero aqu¨ª solo surge el hallazgo ocurrente cuando Navarre aprovecha una pieza del bluesman Lightnin Hopkins para alimentar el p¨¢lpito de Real Blues.
Pl¨¢cida rutina
Los desarrollos son prolongados, como marcan los c¨®digos del trance maliense: siete piezas bastan, bises aparte, para armar el repertorio. El repiqueteo nervioso y sensorial de la kora se extiende tambi¨¦n a las piezas previas, como en la archiconocida Rose Rouge, pero ni siquiera la apelaci¨®n al pasado neutraliza una cierta sensaci¨®n de pl¨¢cida rutina. Esa misma que adormece las extremidades en Hanky-Panky, una importante nader¨ªa con pretensiones de tribalidad; esa que solo palian las discretas filigranas de saxo soprano en How dare you. Llega So Flute y, a falta de otros est¨ªmulos, solo un anodino solo de congas sirve para sacudir la modorra.
Como casi siempre en casos de espera prolongada, el resultado posterior no la justifica. St.Germain ha pasado del r¡¯n¡¯b de sofisticaci¨®n relativa a banda de segunda fila para una edici¨®n mediana del Womad. No, no parece un logro desmesurado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.