Una cr¨®nica chihuahua
Pasan los d¨ªas y no hay ni tema ni enfoque. Veo pero no miro. Pesa la losa de la lectura de los grandes
Nada: ni endecas¨ªlaba ni con fuerza para atrapar a uno por el cuello y no soltarlo hasta el final. Que no, que no sale¡ En casa no dicen nada, pero miran raro: murmuro y muevo los dedos como contando cuando no golpeteo r¨ªtmicamente la mesa. Vamos mal. Bueno, seguimos mal. Empez¨® todo hace tres semanas, con una doble traici¨®n: estaba de espaldas y se apel¨® a que ¡°ya es hora de que los m¨¢s veteranos os moj¨¦is¡±. Veterano. Hac¨ªa aguas menores cuando el subdirector me invit¨®, desde el lavabo, a escribir cr¨®nicas. Caza mayor. Liga de Campeones del periodismo. Honor y gloria. Batida menor. Liguilla de futbol-sala de amigos de francachelas. Indignidad y condena: pasan los d¨ªas y no hay ni tema ni enfoque. Veo pero no miro. Pesa la losa de la lectura de los grandes.
Ideas, ninguna; rituales, todos: para tomar notas, libreta con pedigr¨ª, a lo Bruce Chatwin, pero dudo entre una moleskine o una leuchtturm1917, con la esperanza de que la calidad del contenedor inspirar¨¢ la del contenido. En la pared del sal¨®n, exactamente como Gay Talese: 35 folios en tres hileras para tener otra perspectiva del texto, ver c¨®mo se mueven escenas y fluye el lenguaje¡ Pero aqu¨ª todo muda en un oto?o perenne de hojas con pocas frases, mucha flecha de rotulador fluorescente y regocijo indisimulado de la se?ora de la limpieza. Mientras, en el sotobosque del despacho, otra torre de libros, ahora con monstruos del g¨¦nero: Lugar com¨²n la muerte, de Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez; Operaci¨®n Masacre, de Rodolfo Walsh; M¨²sica para camaleones, de Truman Capote, e Inventario de Oto?o, de Manuel Vicent.
¡°Estoy harto de la palabra cr¨®nica: me tiene cansad¨ªsimo. Se usa demasiado, no se sabe qu¨¦ dice, se confunde, se enarbola, se babea¡±, sentencia Mart¨ªn Caparr¨®s, as del g¨¦nero, tras su poblado mostacho. Es f¨¢cilmente imaginable como reportero con salacot y m¨¢s ahora, frente a un espartano plato de arroz largo hervido en el restaurante de la viajera librer¨ªa Alta?r de Barcelona, donde, fugaz, presenta Lacr¨®nica (C¨ªrculo de Tiza), neologismo con el que bautiza su autobiograf¨ªa profesional: selecci¨®n de textos con reflexiones sobre el g¨¦nero y el oficio. Anima el maestro a leer e imitar, como ya he hecho con su lista de libros fundacionales. ¡°No hay m¨¢s base posible que la imitaci¨®n: alguien imita a uno, a tres, a seis; de la mezcla de lo imitado y los deslices del imitador va surgiendo ¡ªo no¡ª algo distinto¡±. M¨¢s aire: ¡°La ventaja del cronista es que, a diferencia de otros periodistas, no sabe lo que busca¡±.
Salvado. O no. ¡°El cronista sabe que todo lo que se le cruza puede ser materia de su historia y, por lo tanto, debe estar atento todo el tiempo, cazador cavernario¡±, a?ade. Ay, ay. ¡°El cronista es, sobre todo, cazador de principios; de esa primera frase depende la suerte del resto¡±. Dios. ¡°Hay que concentrar en 15 o 20 palabras la dosis suficiente de sorpresa, de inter¨¦s, de intriga, de excitaci¨®n como para que alguien se diga quiero seguir leyendo; el principio ha de producir sensaciones, inquietudes¡±, cierra Caparr¨®s, tan especialista en medir palabras que su prosa est¨¢ trenzada de endecas¨ªlabos, como la de Leila Guerriero. Ni murmullos ni tamborileos. Adi¨®s.
Lo m¨¢s cerca de un tema y un tono que contuvo la libreta fue ir al ¨²ltimo n¨²mero de los delfines del Zoo de Barcelona antes de su prohibici¨®n; pero qued¨® atr¨¢s: las notas se resfr¨ªan, palidece el fulgor de cuando fueron tomadas y en su proceso febril la letra se hace ininteligible¡ ¡°Como para el resto de este oficio, la cr¨®nica demanda pasi¨®n¡±, me recomienda desde una discreta esquina de la redacci¨®n Ramon Besa, lo m¨¢s cercano en este diario a Josep Pla. Coincide con dos grandes: Oriana Fallaci (¡°No se puede vivir sin pasi¨®n; todo lo que hago lo hago por pasi¨®n y con pasi¨®n¡±; y as¨ª escrib¨ªa y entrevistaba ella) y con Ryszard Kapuscinski (¡°Para tener derecho a explicar se debe tener un conocimiento directo, f¨ªsico, emotivo, olfativo, sin filtros, de lo que se habla; debemos olvidar la existencia de uno mismo¡±).
Xavier Theros, capaz de perseguir a la carrera al ¨²ltimo afilador para conseguir una historia y que de una foto perge?a una instructiva cr¨®nica de la ciudad (acaba de recoger las mejores que ha vertido en esta p¨¢gina en Barcelona: secretos a la vista, Comanegra), sugiere: ¡°Estar¨ªa bien una sobre c¨®mo trabaj¨¢is en la redacci¨®n, el ambiente¡¡±. No lo parece, pero creo que es buen amigo. Le insin¨²o que ya me hundo solo y que no deseo facilitar tanto mi finiquito.
¡°Lo peor de este g¨¦nero es la cr¨®nica entendida como una suerte de manierismo, que quiere estar por encima de lo que cuenta, que busca cierta elegancia formal con la que cubrir cosas de poca altura, o pavadas¡ Las llamo cr¨®nicas caniche¡±, recuerdo ahora que dej¨® caer Caparr¨®s. Sudor fr¨ªo. Relectura. No, esto no es un caniche. Es algo peor: su liofilizaci¨®n. Una cr¨®nica chihuahua. S¨®lo espero que el cese no me pille en el retrete. Nada, ni al final sali¨® endecas¨ªlaba.
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