Seguridad mal entendida
Cuando los datos dicen que limitar libertades, eliminar garant¨ªas judiciales y vigilar a todos preventivamente no funciona, la respuesta no es repensar las pol¨ªticas sino intensificar el error
Existe una cierta contradicci¨®n entre lo mucho que nos gusta hablar de los datos y lo poco que se aplican para hacer mejores pol¨ªticas, m¨¢s efectivas, objetivas, ajustadas a problemas reales y evaluables. Y es probable que la desconexi¨®n entre lo que sabemos y lo que hacemos no sea en ning¨²n otro ¨¢mbito tan abismal como en el de la seguridad. De hecho, investigar y evaluar pol¨ªticas de seguridad y tecnolog¨ªa de Espa?a y la UE se ha convertido desde hace tiempo en un ejercicio que no s¨®lo desaf¨ªa a la l¨®gica y el sentido com¨²n, sino que genera una profunda sensaci¨®n de impotencia, desamparo e inseguridad.
Venimos de una disfunci¨®n cr¨®nica que consiste en una doble tendencia por la que hacemos leyes y dise?amos pol¨ªticas para problemas que no existen, y a la vez aprovechamos los momentos de alarma social para aplicar recetas prefabricadas que no hab¨ªan encontrado su grieta de ¨¦xito durante los per¨ªodos de debate reposado. Como muestra, algunos botones. En nuestro pa¨ªs tendemos a colocar c¨¢maras de videovigilancia precisamente en los lugares donde los estudios dicen que son menos ¨²tiles, los centros urbanos con gran afluencia de p¨²blico, en los que hay poca impunidad debido precisamente a la presencia de gente, con lo que el ojo electr¨®nico tiene poco que aportar. Pero aqu¨ª los datos dejan de importarnos, y cuando las estad¨ªsticas nos dicen que las c¨¢maras no reducen la delincuencia los pol¨ªticos hacen un doble salto mortal y concluyen ?es porque hay pocas! Y compramos m¨¢s.
Hacemos leyes y dise?amos pol¨ªticas para problemas que no existen, y a la vez aprovechamos los momentos de alarma social para aplicar recetas prefabricadas que no hab¨ªan encontrado su grieta de ¨¦xito durante los per¨ªodos de debate reposado.
En Europa y Estados Unidos se aplicaron nuevas pol¨ªticas de seguridad y control de pasajeros y equipajes despu¨¦s de que por un incomprensible error de inteligencia un hombre que ya hab¨ªa sido denunciado por estar en proceso de radicalizaci¨®n pudiera subir a un avi¨®n e intentar (sin suerte) activar un explosivo. Los datos nos dicen que el problema fue, precisamente, de inteligencia, pero la soluci¨®n fueron los esc¨¢neres corporales, la limitaci¨®n del volumen de l¨ªquidos y la conversi¨®n de los aeropuertos en espacios de suspensi¨®n de derechos de toda la ciudadan¨ªa. Es dif¨ªcil comprender c¨®mo se pueden abordar los problemas de inteligencia poniendo a todo el mundo bajo sospecha, pero en pol¨ªticas de seguridad la l¨®gica hace tiempo que fue prejubilada.
Con los recientes atentados de Par¨ªs, los datos insisten en confirmar que tenemos un problema persistente de inteligencia, a causa de un sistema incapaz de realizar una selecci¨®n, categorizaci¨®n y seguimiento efectivo de los sujetos sobre los que existen sospechas razonadas de vinculaci¨®n terrorista. Como hemos puesto a toda la ciudadan¨ªa bajo vigilancia y sospecha preventiva, los servicios policiales est¨¢n literalmente inundados de datos. Por hacer ciertas b¨²squedas en internet, por asistir a ciertos lugares de culto, por viajar a ciertos pa¨ªses, por llamar a ciertos n¨²meros de tel¨¦fono, personas perfectamente inocentes acaban en enormes bases de datos imposibles de gestionar, en las que aquellos que s¨ª realizan acciones sospechosas quedan bajo toneladas de datos del resto de nosotros. Como han indicado ya muchos expertos y expertas, si fu¨¦ramos capaces de reforzar el uso de t¨¦cnicas policiales tradicionales y renunci¨¢ramos a crear sociedades pan¨®pticas tendr¨ªamos muchas m¨¢s posibilidades de vivir m¨¢s seguros.
Sin embargo, como con la videovigilancia, cuando los datos dicen que limitar libertades, eliminar garant¨ªas judiciales y vigilar a todo el mundo preventivamente no funciona (es lo que ya hicieron todos los pa¨ªses despu¨¦s del 11-S, y Francia espec¨ªficamente despu¨¦s del ataque al Charlie Hebdo), la respuesta no es repensar las pol¨ªticas y cambiar de estrategia, sino (triple salto mortal sin red) colarnos dos tazas de recortes democr¨¢ticos.
Pero a¨²n hay m¨¢s. Como los sue?os h¨²medos de control de los ministros de interior llevaban a?os parados por un Parlamento Europeo reacio a sacrificar privacidad y libertades a cambio de una m¨¢s que dudosa promesa de seguridad, el comprensible dolor y desconcierto posterior a los ataques de Par¨ªs se aprovecha para ir a la estanter¨ªa de soluciones prefabricadas de dudosa eficacia y legalidad y desempolvar el sistema de registro de nombres de pasajeros y la prohibici¨®n de las comunicaciones encriptadas y an¨®nimas. A pesar de que ninguno de los terroristas de Par¨ªs tuvo que viajar en avi¨®n para cometer los atentados. A pesar de que parece que se comunicaron v¨ªa SMS perfectamente desencriptados y legalmente espiables.
Cu¨¢druple salto mortal, sin red y con tiburones. As¨ª nos va.
Gemma Galdon es doctora en Pol¨ªticas P¨²blicas.
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