El debate, por llamarlo algo
Entre el exabrupto y la verg¨¹enza ajena transcurri¨® el debate m¨¢s inoperante y grosero de la historia de los debates en Espa?a
En el debate a dos (cosa bastante incre¨ªble, teniendo en cuenta que las encuestas relativizan el papel del bipartidismo en las elecciones del domingo pr¨®ximo) del lunes pasado, los dos contendientes hicieron gala de las caracter¨ªsticas que se le sospechaban. Pedro S¨¢nchez es un l¨ªder provisional (y si no lo es, se le parece bastante) y Mariano Rajoy es un fajador. Pedro S¨¢nchez intenta una elegancia algo kennediana pero al final le traiciona el Alfonso Guerra que lleva escondido. Mariano Rajoy muestra su tal¨®n de Aquiles (o su virtud, vaya a saberse) y el lunes pasado lo expuso m¨¢s que nunca. Siempre es el mismo. No tiene nada que lo desmienta o lo desenmascare, sencillamente porque no tiene m¨¢scara. O tiene cara y no m¨¢scara. Si es un indecente, como lo acus¨® el l¨ªder de la oposici¨®n, no lo parece. Y si no lo es, tampoco. S¨¢nchez es de pl¨¢stico con toques de bronce (que no es un metal puro, sino una aleaci¨®n) y Rajoy es el m¨¢rmol. Cuando se sonroj¨® ante el insulto a quemarropa de su oponente, no lo pareci¨® tanto porque se sorprendiera del exabrupto como por verg¨¹enza ajena. Ah¨ª parece que gan¨® puntos, todos lo que perdi¨® S¨¢nchez. En ese tono y estilo transcurri¨® el debate m¨¢s inoperante y grosero de la historia de los debates en Espa?a.
Vayamos a sus contenidos (por llamarlos de alguna manera). En la cuesti¨®n del paro y la situaci¨®n econ¨®mica en Espa?a, nada nuevo bajo el puente. Un intercambio de cifras (por parte del presidente de Gobierno) y acusaciones (por parte del jefe de la oposici¨®n). O viceversa. Tanto daba. Como ciudadano de Catalu?a yo esperaba que se abordara la cuesti¨®n. Comenzaba a importarme un r¨¢bano si la raz¨®n la ten¨ªa uno u otro. No necesito que venga Pedro S¨¢nchez a explicarme deprisa y corriendo la desigualdad que se ha instalado en Espa?a con marchamo de estructural, o ¡°natural¡± como dicen los disc¨ªpulos de la escuela de Chicago.
Los candidatos hac¨ªan como que no le escuchaban, tan inmersos estaban en cruzarse, erre que erre durante todo el debate, sus respectivos mon¨®logos
Respeto a Rajoy tampoco lo necesito para que me explique lo que ya percibimos. Que en Espa?a la gente gasta un poco m¨¢s porque la baj¨ªsima inflaci¨®n disimula los sueldos estancados desde 2008. No estuvo al quite ah¨ª quien aspira a mudarse a la Moncloa, ment¨¢ndole a Rajoy las perniciosas consecuencias de una larga deflaci¨®n en ciernes. As¨ª que nuestra mirada se posaba en el moderador (que m¨¢s que eso, parec¨ªa un juez en un partido de tenis), rog¨¢ndole que por favor hiciera algo por mejorar lo que ve¨ªamos. Por fin parece que nos escuch¨® y puso sobre el tapete la crisis territorial. Los candidatos hac¨ªan como que no le escuchaban, tan inmersos estaban en cruzarse, erre que erre durante todo el debate, sus respectivos mon¨®logos. Cuando se supon¨ªa que el tema territorial saldr¨ªa a debatirse, Pedro S¨¢nchez sal¨ªa con la corrupci¨®n. El moderador les trasladaba la pregunta del director de La Vanguardia: ?Qu¨¦ piensan hacer ustedes con los casi dos millones de catalanes que votaron independencia? S¨¢nchez consider¨®, con una absoluta falta de respeto, no solo a los dos millones que votan independencia, sino a los otros millones que no votaron lo mismo, que hab¨ªa que seguir dando la tabarra con la corrupci¨®n y con el sueldo de Rajoy. No es que a m¨ª la corrupci¨®n no me interese, claro que me interesa. Lo que ya me interesa menos es que quien lo denuncie pertenezca a un partido que ha colaborado a convertir la Junta de Andaluc¨ªa en una de las grandes bolsas de corrupci¨®n y clientelismo de Espa?a.
En realidad, toda la representaci¨®n de debate al que toda Espa?a asisti¨® el lunes, daba bastante risa. Y no poco rubor. Result¨® que Rajoy fue quien mostr¨® m¨¢s disposici¨®n para hablar de la reforma de la Constituci¨®n. E incluso de Catalu?a (con tal, evidentemente, de que no se hablara de la corrupci¨®n).
Los socialistas, con su candidato a la cabeza, perdieron una oportunidad de oro para definirse por una Espa?a plurinacional y pluriling¨¹e. De Rajoy no esper¨¢bamos otra cosa que su inamovible amor a la unidad de Espa?a. De Pedro S¨¢nchez esper¨¢bamos un amor parecido, pero redefini¨¦ndolo a luz de lo que ocurre en Catalu?a. El candidato socialista habl¨®, al final, de lo que ¨¦l cree que le dar¨¢ votos. Y no de lo que sabe que se los restar¨¢. Y demostr¨® lamentablemente que Catalu?a es un tema tab¨² fuera de Catalu?a. Cuando se debate en un plat¨® de televisi¨®n p¨²blica espa?ola, hay temas que mejor no tocar.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario
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