Comer solo
La mayor¨ªa de los grandes placeres de esta vida se disfrutan en soledad. Desde el sexo hasta viajar, pasando, claro, por comer.
La mayor¨ªa de los grandes placeres de esta vida se disfrutan en soledad. Desde el sexo hasta viajar, pasando, claro, por comer. Lo primero es algo que, al principio, uno piensa que hace porque no hay m¨¢s remedio. Pero con los a?os pasa de ser un recurso a casi una prioridad. Lo segundo es algo que uno, de joven, ni se plantea. Viajar solo parece algo de amargados y perdedores, de gente que no tiene ni pareja ni amigos. Luego, cuando uno est¨¢ sentado en soledad en un bar en Buenos Aires o la esquina de casa, le parece que es lo m¨¢s grande del mundo.
El onanismo y el viajar solo son dos cosas que la sociedad moderna ya ha aceptado y que el sistema capitalista incluso ha sabido fagocitar. Pero comer solo sigue siendo algo m¨¢s complicado de gestionar, a no ser que seas un cr¨ªtico gastron¨®mico. Una de las cosas que m¨¢s me fastidi¨® cuando me mud¨¦ a la Latina fue la complejidad para encontrar un lugar en el que comer en soledad. No ya tanto por las miradas condescendientes de los grupos que habitaban las mesas colindantes, sino porque todo el esquema del men¨² estaba pensado para compartir. Ped¨ªas una de calamares y llegaban 20 unidades. Parec¨ªa un concurso de aquellos de comer perritos calientes m¨¢s que una casual cena de martes organizada a toda prisa al descubrir que la nevera estaba vac¨ªa. Preguntabas si era posible una media de croquetas y te miraban como si hubieses pedido m¨¢s lechuga en el gin-tonic.
En cierto modo, esta ciudad no est¨¢ muy preparada para complacer al que se complace comiendo solo en un restaurante. Y por eso nos acaba pasando lo de siempre: que practicamos sexo con gente que no termina de gustarnos, viajamos con humanos que nos caen regular y comemos con personas a las que, en un mundo ideal, ni se nos ocurrir¨ªa pedirles siquiera que nos pasaran la bandeja del pan.
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