La hora de los valientes
Lo que m¨¢s me llen¨® de incertidumbre fue la apelaci¨®n de Puigdemont a la valent¨ªa... Menos mal que el viejo Arist¨®teles nos ense?a que tal vez demasiada valent¨ªa puede terminar en temeridad
No voy a decir nada de nuestro nuevo presidente referido a su persona. Para esta cuesti¨®n remito al excelente retrato que le hizo Antoni Puigverd el domingo pasado en La Vanguardia. Puigverd esboza algunas pinceladas del personaje dignas de tenerse en cuenta. A m¨ª de todas ellas me dej¨® pensando el final del retrato: ¡°No es una primera espada. Pero no desaprovechar¨¢ su oportunidad¡±. Supe de Carles Puigdemont algunas cosas a trav¨¦s de las informaciones que nos iban dando los medios de comunicaci¨®n. Al enterarme de su mete¨®rica designaci¨®n como candidato a la presidencia, trat¨¦ de rebobinar en mi memoria algo que me hubiera llamado la atenci¨®n de su tarea como alcalde de Girona. Nada que anunciara su destino actual. Por eso repar¨¦ con un punto de sorpresa el tono y la gran¨ªtica seguridad que empleaba en sus palabras. Debo decir que hubiera sido muy ingenuo de mi parte esperar algo diferente a lo imaginable. Por algo hab¨ªa sido elegido como candidato a la investidura. Por algo hab¨ªa sido designado por Artur Mas.
No voy a entrar en lo que todos conocen tan bien o tal vez mejor que yo. Las bambalinas. La tramoya. La representaci¨®n. Los actos de agradecimiento. Las palabras rimbombantes para enfatizar el patriotismo de una renuncia. Y el mayor patriotismo demostrado por el candidato al aceptar la investidura, seg¨²n ¨¦l mismo lo expres¨® el lunes al dimitir de su cargo. Los abrazos, las palmaditas en la espalda (?gracias president por tu sacrificio?), las genuflexiones partidistas. De eso no se escatim¨® esfuerzos de teatralizaci¨®n (aunque de eso no hay que rasgarse demasiado las vestiduras, que habas se cuecen en todas partes). Faltaron, eso s¨ª, las l¨¢grimas de emoci¨®n incontrolable. Pero para ello hac¨ªa falta ser demasiado bueno actuando.
Por no haber no hubo una declaraci¨®n de intenciones en torno a un probable di¨¢logo que pudiera reiniciarse con el Gobierno de Madrid
En el discurso de investidura del candidato (ahora presidente), repito, no hab¨ªa nada que no se esperara. No hubo, como no pod¨ªa ser de otra manera, declinaci¨®n de cualquier desconexi¨®n con Espa?a. No hubo, por supuesto, aceptaci¨®n de que el plebiscito del 27 de septiembre no lo ganaron en votos Junts pel S¨ª y la CUP unidos en su destino com¨²n. Por no haber no hubo una declaraci¨®n de intenciones en torno a un probable di¨¢logo que pudiera reiniciarse con el Gobierno de Madrid, entre otras cosas porque el ya presidente de la Generalitat ayer mismo en una improvisada rueda de prensa en la calle ningune¨® a Mariano Rajoy por su calidad de presidente en funciones. (Por el contrario, parece que todo lo que dijo e hizo Artur Mas durante los largos tres meses que fue tambi¨¦n presidente en funciones, tuvo un valor incalculable). Tampoco hubo una propuesta de unir esfuerzos con los partidos estatales de izquierdas, afines a un refer¨¦ndum de independencia, para una reforma de la Constituci¨®n a fondo. Evidentemente no pod¨ªa haber todo esto tan descabellado en el discurso del candidato. Y no lo pod¨ªa haber porque el candidato ya tra¨ªa en su discurso su virtual declaraci¨®n de independencia contra el 52 % de la ciudadan¨ªa catalana que no la quiere.
?Qu¨¦ dijo entonces de nuevo el candidato el s¨¢bado 9 de enero en su alocuci¨®n? Dijo que la prioridad es ahondar en la desconexi¨®n. Insisti¨®, con no menor ¨¦nfasis, en la excepcionalidad que vive Catalu?a. (Supongo que por eso uno se huele que en lugar de sentido com¨²n acampa por estos lares sin medida el sentido de la excepcionalidad, y supongo que en esa excepcionalidad no caben la brecha de desigualdad que se ha instalado en la sociedad catalana ni la gente que solo puede comer una sola vez al d¨ªa). Claro que tambi¨¦n habl¨®, para que la CUP se sintiera un poco compensada, de medidas econ¨®micas y sociales de choque. Y habl¨® de las milagrosas estructuras de Estado, c¨®mo no. Pero de todo este blablabl¨¢, a m¨ª lo que m¨¢s llen¨® de incertidumbre fue su apelaci¨®n a la valent¨ªa. Dijo algo as¨ª como que es la hora de los valientes y no de los cobardes. Esa idea la volvi¨® a repetir el martes en Girona, cuando acudi¨® a presentar su dimisi¨®n como alcalde. A m¨ª eso me preocupa mucho, entre otras cosas porque no s¨¦ bien si yo no comparto la independencia de Catalu?a por un ideal de aut¨¦ntico federalismo o por algo tan poco prestigioso como la cobard¨ªa. Pero menos mal que el viejo Arist¨®teles nos ense?a que tal vez demasiada valent¨ªa puede terminar en temeridad.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario
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