Su ra¨ªz llega a las ant¨ªpodas
Una decena de historiadores sostienen desde hace 230 a?os la conquista ib¨¦rica de Nueva Zelanda. Un ¨¢rbol de A Coru?a es el eslab¨®n perdido
Puede que tenga 500 a?os o que no pase de los 100. Preso en el patio de la comisar¨ªa de la Polic¨ªa Local de A Coru?a crece inmenso e impasible entre tanto suceso un metrosidero que hunde sus ra¨ªces hasta Nueva Zelanda. El ¨¢rbol de las brujas, ¨¢rbol de hierro o ¡°venerable pohutukawa¡± (como se le llama en el pa¨ªs del que es originario) m¨¢s grande y anciano que existe es Te Araroa, que levanta del suelo 20 metros en la punta m¨¢s al este de la isla del Norte. El de la polic¨ªa coru?esa alcanza los 18. Pero en envergadura se parece bastante al abuelo de los metrosideros: su tronco tiene una circunferencia de 8,3 metros, y su copa mide 23,6 por 23,1.
El pohutukawa gallego podr¨ªa ser el eslab¨®n perdido de la historia de Nueva Zelanda. La pieza clave que respaldar¨ªa la teor¨ªa inc¨®moda que alimentaron desde hace casi 230 a?os una decena de historiadores. Una patada a los libros de texto que estudian los ni?os del pa¨ªs y que sostiene que fueron conquistadores ib¨¦ricos quienes descubrieron las islas aunque no les dieran valor ni les hicieran mucho caso, porque su objetivo era llegar a otras tierras m¨¢s generosas en especias.
La historia oficial cuenta que fueron el holand¨¦s Tasman (1642) y luego el ingl¨¦s Cook (1769) los primeros en arribar. Pero hay vestigios que empujan a algunos estudiosos a defender que los portugueses o los espa?oles los visitaron mucho antes, en diversas expediciones entre 1521 y 1578. Si el metrosidero de A Coru?a, como aseguran algunos de sus orgullosos convecinos, tiene m¨¢s a?os que aquel viaje de Abel Tasman, quedar¨ªa probado que alguien que pis¨® Nueva Zelanda cuando nadie sab¨ªa de ella desembarc¨® luego en Galicia.
El problema es que, para desentra?ar el enigma, habr¨ªa que someter al ¨¢rbol a una dendrocronolog¨ªa que, pese a que hubo varios intentos de neozelandeses en la ¨²ltima d¨¦cada, no se ha podido hacer. Primero, el Ayuntamiento de A Coru?a se opuso por miedo a da?ar el metrosidero, y m¨¢s adelante, cuando el siguiente alcalde acept¨®, faltaba el permiso de la Xunta de Galicia, imprescindible porque este pohutukawa est¨¢ protegido por el cat¨¢logo de ¨¢rboles singulares de la comunidad.
Hay otras muchas pistas que conducen a la llamada ¡°teor¨ªa ib¨¦rica¡±. Un top¨®nimo, Aranga, que se repite aqu¨ª y all¨¢; un casco de soldado espa?ol; pecios lusos sumergidos en las proximidades, historias populares y ciertos rasgos f¨ªsicos entre los maor¨ªes que podr¨ªan haber llegado con la tripulaci¨®n de alguna carabela. Por haber, hay hasta una primitiva patata conocida como peruperu, y algunos investigadores como el bot¨¢nico Warwick Harris ¡ªdescubridor para Nueva Zelanda del viejo metrosidero coru?¨¦s¡ª comentan que quiz¨¢s se deba a que los espa?oles, ¡°tras alcanzar Per¨² y Chile, se tropezaran con las islas camino de Filipinas¡±.
El ¨²ltimo libro sobre la materia es Conquistador Puzzle Trail, reci¨¦n editado en ingl¨¦s por Winston Cowie, neozeland¨¦s afincado en Abu Dhabi como abogado y asesor cient¨ªfico de la Agencia de Medioambiente. Cowie fue el ¨²ltimo que en 2013 se present¨® en A Coru?a con un equipo de dendrocron¨®logos para datar el metrosidero. Tra¨ªa un permiso municipal obtenido a trav¨¦s de la embajada, pero al llegar a Galicia se encontr¨® con que era insuficiente para trepanar el dur¨ªsimo tronco del ¨¢rbol de hierro.
En su libro re¨²ne las piezas del rompecabezas hist¨®rico, incluso la que menos credibilidad tiene para algunos: el mapa del Museo Naval de Madrid donde aparece una l¨ªnea que recala en tres cabos de la isla del Norte y que representa el viaje de Juan Fern¨¢ndez en 1574. El plano est¨¢ basado en un libro de 1918 del historiador chileno Jos¨¦ Toribio Medina. Pero la mayor¨ªa de los partidarios de la teor¨ªa ib¨¦rica hablan de fechas a¨²n m¨¢s tempranas: unos dicen que los portugueses descubrieron Australia y Nueva Zelanda entre 1521 y 1524; otros, que fueron los espa?oles en 1527 a bordo de la carabela ¡°desaparecida¡± San Lesmes, que formaba parte de la calamitosa expedici¨®n Loa¨ªsa.
El descomunal ¨¢rbol de flores rojas y larga melena de ra¨ªces a¨¦reas tambi¨¦n pudo llegar a A Coru?a m¨¢s tarde en un barco ingl¨¦s, cuando en el solar de la comisar¨ªa hab¨ªa una f¨¢brica de jab¨®n. Cowie no ha logrado ponerle fecha de momento, pero al menos consigui¨® colgarle un amuleto defensivo de jaspe (el oro de los maor¨ªes) del escultor Kerry Strongman con el que ning¨²n otro ejemplar ha sido distinguido y que solo llevan los jefes de tribu.
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