Despotismo
El argumento de los independentistas de que tienen legitimidad para iniciar el proceso pero no para acabarlo constituye la sublimaci¨®n del patrimonialismo nacionalista
Dice Puigdemont que quiere ser el presidente de todos los catalanes, pero al mismo tiempo se compromete a iniciar la desconexi¨®n que la mayor¨ªa de los catalanes rechazamos en las urnas. Todo para el pueblo catal¨¢n, pero sin el pueblo catal¨¢n: remedo anacr¨®nico del despotismo dieciochesco. Claro que cada vez parece m¨¢s evidente que para ¨¦l el pueblo de Catalu?a no lo conformamos todos los ciudadanos de Catalu?a, sino solo el 47,8% que el 27-S vot¨® por partidos independentistas. El resto, m¨¢s de la mitad de los catalanes, no debemos de ser parte del pueblo de Catalu?a. Solo as¨ª se explica que quien manifiesta sin tapujos su determinaci¨®n de contravenir la voluntad de la mayor¨ªa de los catalanes pueda declarar solemnemente que quiere ser el presidente de todos.
Muchos ciudadanos observamos con preocupaci¨®n la gestaci¨®n p¨²blica de un nuevo sujeto virtual de soberan¨ªa, que no se limita a cuestionar la unidad constitucional de Espa?a, sino que, en primer lugar, pone en peligro la unidad de la propia Catalu?a y su autonom¨ªa pol¨ªtica. Hasta el 27-S los independentistas hablaban por doquier de ¡°la voluntad de un pueblo¡± y actuaban como si en Catalu?a hubiera una mayor¨ªa abrumadora a favor de la secesi¨®n. Desde entonces pueden blandir, como mucho, la voluntad de casi la mitad de un pueblo, pero han decidido tomar por el todo la parte convirti¨¦ndola en exorbitante sujeto de soberan¨ªa.
¡°No tenemos la legitimidad para acabar el proceso de desconexi¨®n, pero s¨ª para iniciarlo¡±, repiten constantemente. Convencidos de que son los due?os del cortijo, dan a entender que tienen derecho a hacer y deshacer a su antojo. De ah¨ª que hayan decidido ir tirando, echar por su camino disponiendo de los recursos materiales e institucionales de todos para hacer las obras que la mayor¨ªa no queremos, y si luego no nos gustan, tranquilos que ellos vuelven a tirar de los recursos de todos para echarlas abajo y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria. Por no hablar, ?ay la Ley!, de que no disponen de licencia de obra mayor, la necesaria para cambios estructurales, esto es, las mayor¨ªas cualificadas que prev¨¦n el Estatut y la Constituci¨®n para reformas de calado.
El argumento de que tienen legitimidad para iniciar el proceso pero no para acabarlo constituye la sublimaci¨®n del patrimonialismo nacionalista. Es como si en toda Espa?a se presentara un partido cuyo objetivo fuera la supresi¨®n de las autonom¨ªas, ganara las elecciones con el 39% de los votos y lograra el apoyo parlamentario de otra formaci¨®n tambi¨¦n partidaria de suprimir las autonom¨ªas, aparte de otros detalles como retirar a Espa?a de la UE, del euro, de la OTAN, etc¨¦tera. Pongamos que esos dos partidos unitaristas, leg¨ªtimos a pesar de su aversi¨®n a la pluralidad constitutiva de Espa?a, sumaran el 48% de los votos y el 53% de los esca?os. Obviamente no tendr¨ªan ni de lejos los dos tercios de las C¨¢maras que se necesitan para volar por los aires la Constituci¨®n, empezando por su art¨ªculo 2 que ¡°reconoce y garantiza el derecho a la autonom¨ªa de las nacionalidades y regiones¡± que integran Espa?a. Paradojas de la vida: el art¨ªculo que consagra la unidad de Espa?a e impide la secesi¨®n de Catalu?a ¡ªque seg¨²n Francesc Homs fue una ¡°imposici¨®n¡± de la ¡°c¨²pula del Ej¨¦rcito franquista¡±¡ª es el mismo que impedir¨ªa que un partido centralista con pulsiones patrimonialistas comparables a las de los independentistas acabase con la autonom¨ªa de Catalu?a.
Pues bien, esa imaginaria coalici¨®n unitarista, siguiendo la l¨®gica alternativa de la legitimidad para iniciar pero no para acabar, podr¨ªa iniciar la demolici¨®n de las autonom¨ªas, desmontando organismos y empresas p¨²blicas de la administraci¨®n auton¨®mica, cerrando parlamentos y televisiones auton¨®micas a diestro y siniestro y centralizando todo el poder en Madrid. Y una vez desmantelado el Estado de las autonom¨ªas, someter a refer¨¦ndum su nueva Constituci¨®n, refer¨¦ndum en el que, claro est¨¢, ya ni siquiera preguntar¨ªan al pueblo espa?ol si quiere un Estado centralizado o no, sino que le hurtar¨ªan su soberan¨ªa pregunt¨¢ndole directamente sobre esa nueva Constituci¨®n elaborada al margen de la Ley, con las infinitas posibilidades que de esa situaci¨®n de anomia se desprenden. Y en el caso de que la mayor¨ªa de los espa?oles rechazase esa nueva Constituci¨®n, pues se vuelven a edificar las estructuras del Estado auton¨®mico y aqu¨ª no ha pasado nada. As¨ª de f¨¢cil. Esa es la ominosa l¨®gica que preside el proceso que los independentistas pretenden imponernos a todos como quien no quiere la cosa.
Ignacio Mart¨ªn Blanco, polit¨®logo y periodista.
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