Repensar la universidad
A 50 a?os de la 'Caputxinada' y 40 despu¨¦s del Manifiesto de Bellaterra, la subida de tasas, los recortes y la orientaci¨®n productivista colocan al sistema universitario en situaci¨®n cr¨ªtica
En febrero se cumplieron seis d¨¦cadas exactas de los sucesos que tuvieron lugar en 1956 en la Universidad de Madrid y que, junto con los hechos del Paraninfo de la Universidad de Barcelona del a?o siguiente, iniciaron el imparable proceso de debilitamiento del falangista Sindicato Espa?ol Universitario (SEU). Ya en los a?os sesenta, el crecimiento de la contestaci¨®n estudiantil a la dictadura culmin¨®, la semana pasada hizo medio siglo, en las jornadas de la Caputxinada y la creaci¨®n del Sindicato Democr¨¢tico de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB), pronto replicado en otras universidades espa?olas. En los a?os siguientes, el r¨¦gimen franquista perdi¨® paulatinamente el control de la universidad ante la movilizaci¨®n estudiantil y la de un potente movimiento de profesores no numerarios (PNN) que planteaban, junto a reivindicaciones de tipo laboral, el fin de la dictadura y una profunda transformaci¨®n del modelo universitario. El Manifiesto de Bellaterra (1975) puso negro sobre blanco la exigencia de una universidad p¨²blica y democr¨¢tica, con profunda autonom¨ªa y al servicio de la sociedad.
Desde entonces, no solo ha llovido mucho, sino que el panorama universitario espa?ol se ha transformado radicalmente, y en un sentido inequ¨ªvocamente positivo. La afirmaci¨®n vale tambi¨¦n, por supuesto, para las universidades catalanas. Ahora bien, aunque muchos de lo objetivos del SDEUB y del Manifiesto de Bellaterra se han cumplido, queda a¨²n camino por recorrer para lograr una universidad socialmente igualitaria, democr¨¢tica y exigente en el cumplimiento de sus variadas funciones. En realidad, en los ¨²ltimos a?os se ha producido un claro retroceso en ese camino. La enorme subida de tasas y los grandes recortes en la pol¨ªtica de becas han expulsado de la universidad a muchos j¨®venes de clase trabajadora y han vuelto a convertir la educaci¨®n superior en un bien al alcance solo de una parte de las familias. Resulta comprensible que los estudiantes vean con preocupaci¨®n la nueva reorganizaci¨®n de los estudios que se avecina, que sin una rebaja general de tasas ¡ªsobre todo en el postgrado¡ª ahondar¨¢ la desigualdad en el acceso a los estudios superiores.
No menos problem¨¢tica resulta la creciente orientaci¨®n productivista de la actividad investigadora, obsesivamente preocupada por los criterios cuantificables, antes que por los cualitativos, y por la posici¨®n en rankings internacionales construidos de forma m¨¢s que discutible. O el evidente menosprecio por la docencia, subordinada a otras actividades del profesorado m¨¢s rentables acad¨¦micamente. Por no hablar de la asfixiante burocratizaci¨®n y la deriva tecnocr¨¢tica de la organizaci¨®n de las universidades, apuntalada sobre estructuras cada vez m¨¢s jer¨¢rquicas, menos participativas y menos representativas de los diversos colectivos universitarios. Todo ello sostenido con el argumento de la necesaria emulaci¨®n de las formas de gobierno de las instituciones universitarias de referencia internacional, sin a?adir, claro est¨¢, que la inversi¨®n p¨²blica en universidades est¨¢ muy lejos de lo que un pa¨ªs del peso econ¨®mico del nuestro podr¨ªa y deber¨ªa realizar.
Con todo, y contra lo que sostienen algunos discursos derrotistas, conviene recordar que muchas de nuestras universidades obtienen buenos resultados en docencia e investigaci¨®n. Y ello, a pesar de una cierta dejaci¨®n de responsabilidades por parte de las administraciones, expertas en legislar y establecer continuamente nuevas obligaciones de todo tipo sin poner al tiempo los recursos necesarios para cumplir con ellas. Nuestras universidades salen adelante cada d¨ªa gracias al enorme esfuerzo de un profesorado y de un personal de administraci¨®n muy castigados en sus condiciones laborales y en sus posibilidades de promoci¨®n profesional. Como en otros ¨¢mbitos, la crisis se ha afrontado con recortes en las plantillas del profesorado con condiciones laborales de calidad, y ampliando las de profesorado con contratos precarios, sueldos de verg¨¹enza y muy escasas perspectivas de estabilizaci¨®n. Al tiempo, se ha cerrado la entrada a j¨®venes docentes e investigadores, obligados as¨ª a un exilio acad¨¦mico en otros pa¨ªses a los que regalamos el talento que tanto cuesta luego recuperar, cuando se recupera.
A cincuenta a?os de la Caputxinada, y cuarenta despu¨¦s del Manifiesto de Bellaterra, estamos en un momento cr¨ªtico para nuestras universidades. Los estudiantes, el profesorado estable y los nuevos PNN, m¨¢s all¨¢ de los aciertos y errores que sus variados y plurales diagn¨®sticos y recetas puedan contener, reflexionan y nos interpelan sobre la universidad que queremos para el futuro. Prestemos atenci¨®n.
Francisco Morente es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la UAB.
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