Los ej¨¦rcitos de Colau
Si una democracia liberal no est¨¢ en condiciones de soportar que sus cargos electos expresen su antimilitarismo es que quiz¨¢ no es tan liberal
Hace unas semanas la alcaldesa de Barcelona Ada Colau hizo saber a unos militares que estaban gestionando un puesto en el Sal¨®n de la Ense?anza que el Pleno del Ayuntamiento de Barcelona hab¨ªa optado por que no hubiera pabell¨®n militar alguno en el sal¨®n (se trataba de una mera declaraci¨®n pol¨ªtica, si entiendo bien, dado que el Pleno no tiene competencias para decidir tal cuesti¨®n, de lo contrario simplemente no se hubiera instalado y tal conversaci¨®n no habr¨ªa tenido lugar). Ignorando el hecho de que al menos uno de los militares que habl¨® con Colau ya manifest¨® que la conversaci¨®n, informal, hab¨ªa transcurrido con cordialidad, una tromba de pol¨ªticos, b¨¢sicamente del Gobierno del PP, y de comentaristas critic¨® de forma agresiva y desproporcionada, creo, a Colau.
Para empezar se le reproch¨® que con esa acci¨®n mostraba carencias obvias en lo que a sentido institucional se refiere. Uno podr¨ªa simplemente desde?ar tal acusaci¨®n admitiendo la mayor pero disminuyendo su falta de sentido institucional por comparaci¨®n con un ejemplo paradigm¨¢tico de falta de sentido institucional. Ser¨ªa algo as¨ª como ¡°quiz¨¢s lo de Colau no haya sido brillante desde el punto de vista del sentido institucional, pero en comparaci¨®n con la falta de sentido institucional de Rajoy al hacer sus ruedas de prensa por una pantalla de plasma, sin contacto con la prensa, lo de Colau no parece grave¡±. Pero me temo que ni siquiera hace falta acudir a la v¨ªa de la comparaci¨®n para mostrar que la acusaci¨®n a Colau es infundada.
A aquellos que critican a Colau cabr¨ªa preguntarles por qu¨¦ repetir la declaraci¨®n antimilitarista de una instituci¨®n como el Pleno del Ayuntamiento carece de sentido institucional. O eso o lo que quieren decir cuando dicen que Colau no tiene sentido institucional es simplemente que una alcaldesa, o un pleno municipal, no puede expresar p¨²blicamente su antimilitarismo. Pero si este fuera el caso no se me acudir¨ªa nada m¨¢s antiilustrado ni antiliberal. Si una democracia liberal no est¨¢ en condiciones de soportar que sus cargos electos expresen su antimilitarismo es que quiz¨¢ no es tan liberal. Ser¨ªa como prohibir a los cargos p¨²blicos expresar su republicanismo.
Sin embargo, uno puede imaginar un sistema liberal-democr¨¢tico aun cuando no hubiera monarqu¨ªa o ej¨¦rcito (de hecho, hay algunos estados en el mundo que pueden ser descritos como liberal-democr¨¢ticos y no tienen ni monarqu¨ªa ni ej¨¦rcito); pero cuesta m¨¢s imaginar un Estado liberal-democr¨¢tico en que sus cargos p¨²blicos no puedan expresar sus preferencias ¡ª?y a¨²n a fortiori si el hecho de expresarlas constituye un ejercicio meramente ret¨®rico!¡ª respecto de la inclusi¨®n o no del ej¨¦rcito o la monarqu¨ªa en el dise?o institucional del sistema pol¨ªtico.
Otra cosa que se le ech¨® en cara es el desconocimiento del rol pol¨ªtico que juega el Ej¨¦rcito en Espa?a. Uno, que vive lejos y se flagela escuchando tertulias radiof¨®nicas, pueda dar fe de que un tertuliano dijo que ¡°a ver si Colau no quiere que el Ej¨¦rcito no est¨¦ si, Dios no lo quiera, hay una inundaci¨®n en Barcelona¡±. Un argumento m¨¢s bien pat¨¦tico, desde luego, porque, en primer lugar, que uno crea que en un sal¨®n de la ense?anza no debe haber instituciones militares no implica necesariamente rechazar la presencia de la instituci¨®n militar en todos los ¨¢mbitos. Y, en segundo lugar, porque uno puede imaginar que el tipo de cosas que har¨ªa el Ej¨¦rcito en una inundaci¨®n pueden ser llevadas a cabo por otro tipo de cuerpos que no tienen por qu¨¦ estar necesariamente militarizados. Quien da a entender que la funci¨®n ¨²ltima o esencial del Ej¨¦rcito es la de ayudar a la poblaci¨®n en una inundaci¨®n est¨¢ haciendo trampas; ser¨ªa como decir que la funci¨®n ¨²ltima de la nariz es la de sostener las gafas. La funci¨®n ¨²ltima del Ej¨¦rcito, la que motiva su existencia y su presencia, es, como se dec¨ªa de ni?os, hacer la guerra.
La trayectoria de Colau en el Ayuntamiento est¨¢ yendo un poco a trompicones. Pero si se tiene en cuenta los desconcertantes comportamientos de algunos de sus regidores, como Gerardo Pisarello¡ªcon la distancia sideral que media entre la ¨¦pica de sus palabras y lo mundano, necesariamente mundano, de sus acciones, como el rid¨ªculo episodio de las banderas en la Merc¨¨¡ª o como Gala Pin¡ª confesando que vota a otros partidos y animando a los dem¨¢s a hacer lo mismo¡ª, es casi un milagro que las cosas no le vayan peor a la alcaldesa.
Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filos¨®ficas de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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