Desgobierno y refugiados
La falta de cooperaci¨®n no afecta solo a la Uni¨®n Europea. Es un hecho indiscutible a nivel nacional y el gobierno se desentiende de sus funciones porque est¨¢ ¡°en funciones¡±
Distintas instituciones catalanas se han quejado de que su voluntad de acoger a un n¨²mero concreto de refugiados y ubicarlos en nuestro pa¨ªs choca con la negativa del gobierno espa?ol que es el que ostenta las competencias para ejercer la protecci¨®n previa a la acogida de los refugiados. De modo parecido se ha expresado la representante de ACNUR en Espa?a lamentando la par¨¢lisis total del gobierno en esta cuesti¨®n. El gobierno espa?ol est¨¢ en funciones y considera que este es un problema ajeno a las tareas imprescindibles que le corresponden en su situaci¨®n. Hasta ahora, los refugiados que han venido a Espa?a mediante el cupo asignado por la UE es rid¨ªcula: dieciocho personas. No es que no quieran venir porque no hay trabajo, como se ha hecho creer y como insinu¨® en su ¨²ltima entrevista con Jordi ?vole el presidente Rajoy. Es absurdo creer que quienes se juegan la vida para huir de su pa¨ªs no est¨¦n dispuestos a hacer lo que sea a cambio de recibir un asilo m¨ªnimamente digno. La verdad es que no vienen porque nadie se ocupa de gestionar su traslado.
Se ha aludido hasta la saciedad a la p¨¦sima gesti¨®n y a la indiferencia con que se est¨¢ afrontando uno de los dramas peores que ha vivido Europa en los ¨²ltimos a?os. Una vez m¨¢s, la Uni¨®n Europea se muestra incapaz de actuar colectivamente y hacer una pol¨ªtica conjunta. Los grandes problemas no son abordados de forma unificada. La cr¨ªtica m¨¢s persistente a los recientes atentados de Bruselas ha sido la de la falta de coordinaci¨®n de los distintos gobiernos para transferir datos y actuar conjuntamente. La crisis de los refugiados pone de manifiesto de nuevo el ego¨ªsmo de los estados, la despreocupaci¨®n de cada gobierno por las cuestiones que no afectan directamente a sus electores. Por no hablar de la reacci¨®n m¨¢s vergonzosa, la de los movimientos y partidos que extienden sin dificultad su influencia xen¨®foba a quien se deje contaminar por ella. Como dec¨ªa hace poco Craig Calhounm, director de la London School of Economics, en este peri¨®dico, el debate europeo est¨¢ lleno de ¡°estereotipos nacionales¡±, la cooperaci¨®n es un valor desaparecido en un mundo que vive en perpetua conexi¨®n, pero no para ayudar a los que m¨¢s lo necesitan. Un mundo donde la pol¨ªtica descuida el fin de la justicia com¨²n, y la econom¨ªa se desentiende de alcanzar la prosperidad para todos.
La falta de cooperaci¨®n no afecta s¨®lo al funcionamiento de la Uni¨®n Europea. Es un hecho indiscutible a nivel nacional. El gobierno se desentiende de sus funciones porque est¨¢ ¡°en funciones¡±, lo que significa que atender a los refugiados no es funci¨®n urgente. La oposici¨®n, por su parte, enfrascada en tejer un acuerdo que no consigue, abdica igualmente de otras tareas perentorias que le corresponden, porque tambi¨¦n para eso se les ha votado. Preocupa m¨¢s la propaganda que la pol¨ªtica. Demasiadas ruedas de prensa y declaraciones para no decir nada, que solo refuerzan la impresi¨®n de que tenemos unos pol¨ªticos incompetentes para hacer algo nuevo y distinto de lo que se ha hecho hasta ahora. Algo nuevo es conseguir unirse por unos objetivos, no por defender unas siglas ni por aferrarse a la ¨²nica propuesta que separa a los que dicen estar por el pacto. Si en los municipios ha sido m¨¢s f¨¢cil consensuar gobiernos de coalici¨®n es porque no hay altavoces que pongan de manifiesto las querellas internas de cada partido o entre unos partidos y otros. Y, por cierto, tambi¨¦n hay municipios dispuestos a acoger a refugiados y, a su vez, impotentes, para hacerlo.
Que la cooperaci¨®n no es un ingrediente de la pol¨ªtica de nuestro tiempo lo pone de manifiesto el que hayamos convertido el cooperar en un oficio. Tenemos cooperantes profesionales que acuden a los lugares donde hace falta la respuesta y la solicitud inmediata que los gobiernos no son capaces de dar. La cooperaci¨®n, como mucho, es el pariente pobre de las obligaciones internacionales, el que deber¨ªa recibir un 0,7% del presupuesto seg¨²n unos acuerdos que nunca han llegado a cumplirse del todo. Cooperar, hoy por hoy, es una cuesti¨®n que tiene m¨¢s que ver con la caridad que con la justicia, pues depende m¨¢s de las voluntades individuales que de las colectivas. No es un valor inscrito en los comportamientos de los estados nacionales. Por eso hay que apostar por un futuro federal, que imprima un car¨¢cter personal y colectivo m¨¢s af¨ªn con el reconocimiento real de los derechos fundamentales.
Victoria Camps es fil¨®sofa.
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