El trilema catal¨¢n
Quien lo quiera todo, ahora, y en su grado m¨¢ximo, deber¨¢ demostrar, primero, que tiene poder para obtenerlo, y luego, que est¨¢ preparado a quedarse sin nada si fracasa
No todo es posible. A estas alturas, aunque parezca mentira, hay se?ales de que ya hemos empezado a reconstruir el consenso. Tras cinco a?os de una cabalgada de sue?os inalcanzables, estamos empezando a aterrizar. Finalmente. No todos, es cierto, pero al menos algunos. As¨ª hay que leer, de forma optimista, las barbaridades que est¨¢n oy¨¦ndose estos d¨ªas, de uno y de otro lado: son la ¨²ltima reacci¨®n desmadrada antes del ataque de sensatez que inevitablemente deber¨¢ llegar.
Es hora, pues, de ponerse al d¨ªa y de hacerlo con una idea catalana, una de esas ideas a la vez diferenciales y propias. Diferenciales, porque, como sabemos y nos han ense?ado desde nuestra m¨¢s tierna infancia, todo en Catalu?a es distinto. Y propias, porque todo lo que existe en el resto del mundo tambi¨¦n existe en Catalu?a en su forma peculiar y a veces ¨²nica. Dicho de otro modo: tenemos de todo. Mi propuesta catalana tiene la forma de un trilema. Necesitamos un trilema y que sea catal¨¢n.
Los trilemas se derivan de los dilemas. En vez de escoger entre dos t¨¦rminos incompatibles, hay que escoger entre tres. En los trilemas la incompatibilidad suele reducirse a uno de los t¨¦rminos respecto a la combinaci¨®n de los otros dos. Un buen ejemplo es el propuesto por el fil¨®sofo esloveno y ex yugoeslavo Slavoj Zizek respecto a los intelectuales comunistas (algo sabe de ello): no pueden ser a la vez honestos, inteligentes y apoyar sinceramente al r¨¦gimen; los honestos e inteligentes no apoyan al r¨¦gimen; los inteligentes que apoyan al r¨¦gimen no son honestos; y los honestos que apoyan al r¨¦gimen no son inteligentes.
La historia de los trilemas es antigua. Se remonta a los or¨ªgenes de la filosof¨ªa y la teolog¨ªa. Pero es la econom¨ªa contempor¨¢nea la que los ha puesto de moda bajo el nombre de la Trinidad Imposible. Hay tres cosas que no se pueden hacer a la vez: una pol¨ªtica monetaria soberana, libertad de movimientos de capitales y un sistema fijo de cambio. Dani Rodrik, en la Paradoja de la globalizaci¨®n, ofreci¨® una traslaci¨®n pol¨ªtica: los t¨¦rminos incompatibles son la democracia, el Estado-naci¨®n y la integraci¨®n econ¨®mica.
La culminaci¨®n del proc¨¦s bien podr¨ªa celebrarse con la adopci¨®n del trilema catal¨¢n, particularmente estimulado por el ¨²ltimo manifiesto monoling¨¹ista. Los tres t¨¦rminos que lo conformar¨ªan son la lengua oficial, un Estado independiente y la convivencia democr¨¢tica en su sentido m¨¢s propio y complejo.
S¨ª, ya sabemos que lo queremos todo y ahora. Pero lo primero que habr¨¢ que decir es que todo no es posible y sobre todo a la vez. Podemos incluso hacer una lectura suave de las incompatibilidades, de forma que sean una cuesti¨®n de ¨¦nfasis: mucha independencia y mucha lengua, ser¨¢ a costa de la democracia; mucha lengua y mucha democracia, ser¨¢ con una independencia limitada; y mucha independencia y mucha democracia, ser¨¢ mediante concesiones en el estatus de la lengua.
El trilema obliga a abandonar la abstracci¨®n, pues hay que analizar cada dificultad en relaci¨®n a otras dificultades. Cuando se trata de hacer pol¨ªtica con los deseos y los sentimientos, sabemos que la cosa se pone imposible, digan lo que digan los poetas y cantautores. Pero si vamos a hacer pol¨ªtica con las realidades de cada d¨ªa, entonces nos encontramos con que tenemos que optar.
Es evidente que los firmantes del manifiesto Koin¨¦ han hecho una reflexi¨®n abstracta, a partir de lo que dicen los manuales de socioling¨¹¨ªstica sobre lenguas en contacto, diglosia y biling¨¹ismo. Es un debate cient¨ªfico, t¨¦cnico, dicen. Lo ha dicho el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, para defenderles de la vehemente acusaci¨®n de racismo por parte de Llu¨ªs Rabell. No tiene raz¨®n: es un debate pol¨ªtico que versa sobre opciones pol¨ªticas y nos sit¨²a no ante un dilema, sino ante el trilema catal¨¢n y la necesidad de optar.
S¨ª, los catalanes deberemos decidir y estamos ya decidiendo en buena medida c¨®mo queremos que sea nuestra sociedad. Y esto no se responde con un s¨ª o con un no a la independencia, aunque en alg¨²n momento responder colectivamente a esta pregunta ayude a hacerlo. Debemos decidir hasta d¨®nde queremos que llegue el autogobierno, qu¨¦ grado de homogeneidad ling¨¹¨ªstica y cultural estamos dispuestos a reivindicar y organizar y si queremos hacerlo siguiendo la regla de la mayor¨ªa y respetando las minor¨ªas, a las que protege sobre todo la regla de juego vigente que nos hemos dado nosotros mismos. Con una advertencia: quien lo quiera todo, ahora y en su m¨¢ximo grado deber¨¢ demostrar, primero, que tiene la capacidad de hacerlo y, luego, que tambi¨¦n est¨¢ dispuesto a quedarse sin nada por causa de su ambici¨®n irrealista y excesiva.
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