El club de las ideas muertas
Otegi no puede rechazar el pasado de violencia pol¨ªtica de ETA porque deriva del mito de la liberaci¨®n nacional vasca
Hay gente que ama las ideas muertas, conceptos que han fracasado o ya no funcionan, pero siguen siendo ¨²tiles para obtener la adhesi¨®n de los ciudadanos y como consecuencia el poder. Mois¨¦s Na¨ªm lo ha contado en su libro Repensar el mundo (Debate), y en concreto en el cap¨ªtulo ?Qu¨¦ es la necrofilia ideol¨®gica? Hay ideas, en efecto, que son aut¨¦nticos zombies. Fueron concebidas para unas ¨¦pocas y circunstancias que ya no existen o en todo caso no son las nuestras, y seguimos utiliz¨¢ndolos como si estuvieran vivas y coleando.
Las ideas muertas tienen sus clubes exclusivos, partidos a derecha e izquierda, nacionalistas o antinacionalistas, que no podr¨ªan vivir sin ellas. Entre ellas algunas son adem¨¢s mort¨ªferas, es decir, pueden desbordar el pensamiento y la palabra hasta convertirse en acciones con consecuencias letales. No hay idea muerta m¨¢s peligrosa que la de la utilidad y moralidad de la violencia pol¨ªtica en defensa de una causa pretendidamente justa. La historia del terror¨ªfico siglo XX constituye una demostraci¨®n de sus efectos en la difusi¨®n del dolor y de la muerte sin conseguir ninguno de los objetivos que sus ap¨®stoles propugnaban. Tambi¨¦n la desgraciada y nefasta peripecia del terrorismo europeo, desde las Brigadas Rojas hasta ETA.
En democracia no basta con arrumbar esa idea muerta, como ciertamente ya hemos hecho. No basta con dejar de utilizarla ni siquiera en su forma m¨¢s estilizada, que es como amenaza o posibilidad de regresi¨®n. Estamos ante un zombie radioactivo al que hay que enterrar en lo m¨¢s hondo de una sima mediante una condena abierta y clara, sin vacilaciones ni reservas mentales, al igual que condenamos las atrocidades del nazismo, el estalinismo o el colonialismo. Hay razones morales para hacerlo, que quede claro. Pero tambi¨¦n las hay pol¨ªticas. Esa idea muerta y mort¨ªfera, adem¨¢s de moralmente repugnante, ha servido para lo contrario de lo que se propon¨ªa, y en vez de liberar ha esclavizado, asesinado en vez de salvar vidas, e incluso empobrecido en vez de dar prosperidad a la gente.
Jordi ?vole lleva a?os buscando a Arnaldo Otegi para que condene la violencia de ETA. Lo intent¨® en una torpe y breve conversaci¨®n en 2009, cuando ETA todav¨ªa mataba, y lo ha intentado ahora en otra m¨¢s larga y elaborada, cuando ETA ha dejado las armas y busca revertir su indiscutible derrota como si fuera una victoria escenogr¨¢fica, que convierta el relato de su pasado en una explicaci¨®n redentora en la que los terroristas muertos y encarcelados se conviertan en h¨¦roes sacrificados por la patria independiente. El principal art¨ªfice de esta mentira es Otegi, pero a la vez es tambi¨¦n su protagonista. Es dif¨ªcil saber si Otegi ha mandado mucho en ETA o incluso si es su aut¨¦ntico jefe ¡ªesa fue la ¨²nica y m¨¢s importante pregunta que le falt¨® a la entrevista¡ª, pero es seguro que, debida y fraudulentamente mandelizado, ¨¦l es el principal instrumento para convertir la derrota efectiva en una victoria al menos simb¨®lica o narrativa.
La prueba de que eso es as¨ª es su persistente negativa a condenar el pasado de violencia de ETA, con falaces y autoindulgentes argumentos que se emboscan en la simetr¨ªa, la falta de condena rec¨ªproca, el sufrimiento de los presos y sus familias, y por supuesto el terrorismo de Estado. Hay un momento, especialmente esclarecedor, en el que Otegi le pide a ?vole que entienda la violencia en el contexto hist¨®rico de los a?os 50 y 60, en el momento de las luchas de los pueblos coloniales por su emancipaci¨®n. Y es esclarecedor porque ah¨ª asoman, agazapadas, las aut¨¦nticas ideas muertas que pueblan la mente de los abertzales y de sus admiradores y amigos.
A quienes pertenecen al club de las ideas muertas hay que decirles cuatro cosas bien claras. Euskadi, Catalu?a y Galicia no son naciones oprimidas. No hay pueblos colonizados ni territorios ocupados en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Nunca en la historia de Espa?a han sido m¨¢s libres Euskadi, Catalu?a y Galicia ni m¨¢s libres y pr¨®speros sus ciudadanos. Nunca sus respectivos autogobiernos hab¨ªan llegado tan lejos. Nunca sus lenguas han sido m¨¢s cuidadas y protegidas, sus identidades m¨¢s reconocidas, sus culturas m¨¢s apreciadas. (Y a¨²n siendo as¨ª, es todav¨ªa poco y no hay que bajar la guardia ni dejarse adormecer por los ¨¦xitos ya obtenidos).
Nada de lo que tenga que ver con el derecho de autodeterminaci¨®n, con la emancipaci¨®n de los pueblos oprimidos y con la descolonizaci¨®n, sirve para las nacionalidades hist¨®ricas espa?olas. El problema espa?ol no es de autodeterminaci¨®n, sino de perfeccionamiento de la democracia, y en el caso catal¨¢n de resoluci¨®n del contencioso surgido de la reforma del Estatut de 2006 y de la sentencia del Constitucional que lo enmienda. Y esto solo se hace con di¨¢logo, democracia y pactos, no con el regreso de una idea muerta, utilizada por ¨²ltima vez tras una guerra civil en la secesi¨®n de Sud¨¢n del Sur, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres y violentos del planeta.
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