?Qui¨¦n forma parte del club?
Quien decide la visibilidad de los grupos sociales, por ejemplo el de las mujeres, no parece estar en condiciones ¨®ptimas para hacerlo con justicia
La cuesti¨®n de la representaci¨®n suele abordarse desde una perspectiva estrictamente democr¨¢tica y pocas veces desde sus implicaciones para la justicia social. ?Hasta qu¨¦ punto vivimos en una sociedad justa si hay colectivos que no tienen voz en los medios pol¨ªticos, econ¨®micos o medi¨¢ticos? Se supone que est¨¢n representados por los pol¨ªticos electos, ya que el derecho al voto es universal. En la pr¨¢ctica, sin embargo, sabemos que hay colectivos que aparecen muy raramente en el ¨¢mbito p¨²blico y, con su ausencia, se olvidan tambi¨¦n sus necesidades y reivindicaciones. Este olvido tiene que ver con las reglas de que nos hemos dotado, pero tambi¨¦n con las circunstancias psicol¨®gicas y sociales que a?aden determinados sesgos a la percepci¨®n que tenemos de la participaci¨®n.
A la pregunta de ?qui¨¦n decide qui¨¦nes pueden ser miembros ¡°visibles¡± de una sociedad? se a?ade otra ¨ªntimamente relacionada: ?qui¨¦n va a corregir la injusticia en la representaci¨®n? Abordar¨¦ ambos aspectos poniendo como ejemplo uno de los casos m¨¢s estudiados, el de las mujeres, dada su transversal discriminaci¨®n en la representaci¨®n p¨²blica, incluidos los niveles m¨¢s elevados de poder.
La que fuera Comisaria de Justicia europea, Vivian Reding, impuls¨® en 2014 un programa voluntario para que las empresas europeas acordaran un proceso de incorporaci¨®n de directivas que las condujera a la paridad en un proceso de 5 a?os, concretamente hasta 2020. Advirti¨® de que, si en el periodo de un a?o no consegu¨ªa el apoyo de suficientes empresas, propondr¨ªa la obligatoriedad de cuotas para garantizar el acceso de las mujeres a puestos directivos. Un a?o despu¨¦s, los n¨²meros mostraron una evidencia incontestable: solo 24 empresas de toda Europa se hab¨ªan sumado a la iniciativa y hab¨ªan acordado alcanzar un 40% de mujeres en 2020. Las conclusiones son dos, como m¨ªnimo: la voluntariedad no funciona y quien tiene que garantizar la igualdad en el mundo empresarial, dif¨ªcilmente va a hacerlo.
Los prejuicios y estereotipos tradicionales son responsables, en gran parte, de la dificultad del acceso de mujeres a cargos de decisi¨®n, y tambi¨¦n de la infrarrepresentaci¨®n de colectivos no sujetos al criterio dominante, como han se?alado Marta Nussbaum y Nancy Fraser, entre otros. Los numerosos estudios que muestran los beneficios de incorporar mujeres en ¨¢mbitos de decisi¨®n, as¨ª como los que apuestan por las ventajas de la diversidad, no surten el menor efecto en quienes tienen el poder de decidir qui¨¦n va a ocupar los puestos del poder econ¨®mico, pol¨ªtico o acad¨¦mico.
Existe, adem¨¢s, otra dificultad a?adida, pocas veces se?alada, y es la visi¨®n sesgada que tienen los varones de la paridad femenina. Si hay un 17% de mujeres en una sala, los hombres perciben que por lo menos la mitad del grupo es femenino y cuando el n¨²mero de mujeres llega al 33%, los varones creen que hay m¨¢s mujeres que hombres en el grupo. Diversos estudios norteamericanos han demostrado que los hombres perciben consistentemente m¨¢s paridad de g¨¦nero de la que realmente existe, y m¨¢s de la que perciben las mujeres, en todos los ¨¢mbitos sociales. De modo que tiene que haber entre un 60% y un 80% de mujeres en un grupo para que ellas ocupen el mismo tiempo de conversaci¨®n que ellos, ya que, si son menos, la tendencia es que los varones dominen el discurso. A pesar de estas evidencias, la creencia de los hombres contin¨²a siendo que las mujeres hablan m¨¢s tiempo que ellos en las discusiones grupales.
La acad¨¦mica Dale Spender explica que esto ocurre porque los hombres no comparan en realidad con cu¨¢nta frecuencia hablan mujeres frente a varones sino cu¨¢ntas mujeres hablan en relaci¨®n a lo que consideran que deber¨ªan hablar. La ¡°demasiada conversaci¨®n¡± de las mujeres estar¨ªa siendo juzgada en relaci¨®n al silencio, seg¨²n el viejo prejuicio de que las mujeres est¨¢n mejor calladas. Hablar m¨¢s est¨¢ relacionado con un mayor estatus social y disposici¨®n de poder en nuestra sociedad, raz¨®n por la cual, en entrevistas, tertulias, as¨ª como en todos los grupos mixtos, los varones intervienen m¨¢s y son, en consecuencia, m¨¢s visibles.
Quien decide la visibilidad de los grupos sociales no parece estar en condiciones ¨®ptimas para hacerlo con justicia. Por ello, abordar de manera compleja el derecho a la representaci¨®n parece inaplazable. La falta de normativas concretas, sumadas a los sesgos psicosociales te?idos de prejuicios, derivan en una injusticia que una sociedad aut¨¦nticamente democr¨¢tica no deber¨ªa tolerar.
Sara Berbel es doctora en Psicolog¨ªa Social.
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