El santo patr¨®n de los locos de aqu¨ª
Ram¨®n Llull fue un ¡°foll de amor¡±, del mismo modo que Dante fue un ¡°fiel de amor¡±
No es extra?o que los dominicos consideraran a Ram¨®n Llull un hereje, que los profesores de la Sorbona desde?aran su presunci¨®n, que los prelados de la Curia detestaran su intrusismo, que los te¨®logos de la Corte lo difamaran como un loco visionario. Al fin y al cabo, Ram¨®n se present¨® ante ellos como un elegido por Dios para escribir ¡°el mejor libro del mundo¡± y como el ¡°abogado y procurador de los sarracenos¡±.
Ram¨®n Llull descendi¨® del monte Randa como Mois¨¦s del Sina¨ª: iluminado por el resplandor de la divinidad y encargado de llevar a cuestas el pesado fardo de su apabullante tarea. El noble egipcio redimir¨ªa al pueblo de Israel esclavizado por el Fara¨®n; pero a Ram¨®n le toc¨® en suerte una misi¨®n descabellada: injertar en la cosmograf¨ªa medieval la supremac¨ªa de la Raz¨®n. Desafiando a los tribunales de la ¨¦poca, Ram¨®n Llull proclam¨® que su Ars Magna est¨¢ por encima de los libros sagrados y que fundamenta entre los hombres el arte de entender, no la costumbre de creer.
A trav¨¦s de un vericueto no muy bien comprendido Ram¨®n se anticip¨® a los humanistas florentinos, a los enciclopedistas ilustrados, y formul¨® en plena Edad Media un entusiasmo que s¨®lo ser¨ªa superado por el Siglo de las Luces. Su artefacto cibern¨¦tico, un artilugio ling¨¹¨ªstico sin precedentes, establece solidos rigores conceptuales para el pensamiento y ense?a los modos en que la raz¨®n ¡°duda, examina y comprueba¡±. El ¨¦nfasis con que Ram¨®n habla de su Arte es de una ambici¨®n deslumbrante. Concibi¨® su Ars Magna para regalar ciencia al pueblo, ¡°salir de la servidumbre de las ciencias confusas¡± y ¡°ordenar todas las cosas que puedan caber en la investigaci¨®n humana¡±.
La magn¨ªfica biograf¨ªa de Llull que publica el profesor Fernando Dom¨ªnguez Reboiras en Arpa Editores, ¡°El mejor libro del mundo¡±, es oportuna no por coincidir con el 700 aniversario de la muerte del fil¨®sofo, sino por darse en el Mediterr¨¢neo la misma batalla que entonces tuvo lugar. La erudici¨®n con que Ram¨®n aprende la lengua y la cultura ¨¢rabe le permite poner en cuesti¨®n a sus orgullosos contempor¨¢neos: ¡°?por qu¨¦ son los sarracenos m¨¢s inteligentes cuanto m¨¢s envejecen, mientras que con los cristianos sucede lo contrario?¡±
Con su admirable energ¨ªa Ram¨®n reproch¨® a reyes, papas y cardenales que consintieran a ¡°los que se pelean, matan y caen en cautiverio¡±. Su apolog¨ªa de la Raz¨®n conclu¨ªa en un sorprendente alegato pacifista: ¡°conservemos una forma de disputar de respeto y servicio mutuo, pues la guerra, el rencor y el vituperio impiden a los hombres estar de acuerdo¡±. La confianza de Ram¨®n en el poder de la palabra, las virtudes de la persuasi¨®n, el genio de la elocuencia, nos hacen sospechar que, para ¨¦l, la conversaci¨®n era mejor que la conversi¨®n.
Su larga y prol¨ªfica existencia de agitador pol¨ªtico y escritor ¡ªel virtuoso inventor de la lengua literaria catalana¡ª encontr¨® su r¨¦plica en el cervantino Caballero de la Triste Figura. La amarga confesi¨®n de Llull, cuando casi al final de sus d¨ªas hace balance de su fracaso, parece provenir de un indeseable desvelamiento: ¡°soy viejo, pobre y despreciado, recorriendo sin cesar el mundo, se burlan como si yo fuese un fatuo que habla locamente¡±.
Ramon fue un ¡°foll de amor¡±, del mismo modo que Dante fue un ¡°fiel de amor¡±. El lema luliano ¡ª¡°recordar, conocer, amar¡±¡ª, de sugerente afinidad plat¨®nica, es el programa filos¨®fico del hombre que a¨²n en la posmodernidad sigue siendo ¡°ese animal que homifica, que va haci¨¦ndose hombre, deific¨¢ndose¡±.
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