Mucho cuidado con los deseos
¡®A Espa?a no la va a reconocer ni la madre que la pari¨®¡¯ contrapone el cambio de 1982 con un futuro pr¨®ximo
El 28 de octubre de 1982, Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra se asomaron a un balc¨®n del hotel Palace para saludar a los ciudadanos euf¨®ricos. Acababan de ganar las elecciones generales por mayor¨ªa absoluta con el 48% de los votos y 202 diputados: con esta victoria algunos daban por acabada la Transici¨®n y otros por comenzado el desencanto. Guerra, con el afilado verbo que le caracterizaba entonces, dijo: ¡°A Espa?a no la va a reconocer ni la madre que la pari¨®¡±.
Han pasado m¨¢s de 30 a?os y lo cierto es que a Espa?a dif¨ªcilmente se la reconoce, excepto en una cosa: el conflicto, el punto de inflexi¨®n y la incertidumbre en los que viven inmersos sus habitantes. Puro gatopardismo. Por eso la obra teatral titulada A Espa?a no la va a reconocer ni la madre que la pari¨®, de la compa?¨ªa Wichita Co, elige a dos generaciones de espa?oles, una en aquel legendario d¨ªa de 1982, otra en el futuro cercano (el a?o 2018, cuando ya gobierna Podemos), para hacer la prueba del algod¨®n. Se puede ver en el Teatro del Barrio hasta el 29 de mayo.
¡°Creo que el largo Gobierno del PSOE hasta 1996 cre¨® la Espa?a en la que vivimos, tanto para lo bueno, como en el caso de los avances en educaci¨®n, como para lo malo, como en la desindustrializaci¨®n¡±, dice V¨ªctor S¨¢nchez Rodr¨ªguez, autor del texto (junto con Luc¨ªa Caraballal) y reciente premio Max a Autor¨ªa Revelaci¨®n por otro, Nosotros no nos mataremos con pistolas, que explora las contradicciones de la generaci¨®n de los millenials. ¡°En esta obra quer¨ªamos comparar a nuestra generaci¨®n con la de nuestros padres, porque, si hoy la ilusi¨®n no es tan masiva como hace 20 a?os, vivimos momentos de cambio¡±, dice el dramaturgo.
La acci¨®n transcurre en una casa de un barrio perif¨¦rico del desarrollismo franquista donde la lucha obrera en la f¨¢brica se compaginaba con la lucha vecinal en el barrio, casi siempre vertebrada por miembros del Partido Comunista y cristianos de base. All¨ª la matriarca de la familia, una comunista doctrinaria de las de toda la vida, decide encerrarse en el s¨®tano horrorizada por la victoria de socialistas, que representan para ella la p¨¦rdida de las esencias de la izquierda. A su alrededor tenemos a la heroin¨®mana, los pasotas de la Movida o la ultracat¨®lica heredera del franquismo, como estereotipos de la ¨¦poca. Los int¨¦rpretes son Ana Adams, Carlos Amador, Lorena L¨®pez, Albert P¨¦rez y Lara Salvador.
Ya en esta d¨¦cada los personajes son otros, aunque descendientes de la misma familia, y tienen que decidir qu¨¦ hacer con la vieja casa de la abuela comunista: el joven que quiere montar un ¡°espacio multicultural¡± (o sea, una tienda gentrificadora en un barrio obrero) o la que quiere utilizarla para regresar de su exilio laboral en Londres y comenzar de nuevo. Se da una imagen m¨¢s disipada, c¨ªnica, blanda, de esta generaci¨®n. ¡°Son personas m¨¢s cr¨ªticas, que no se identifican con un partido, aunque tambi¨¦n m¨¢s acomodaticias, porque se han criado con todas las comodidades¡±, dice S¨¢nchez. ¡°Supongo que nuestra conclusi¨®n final es que hay que tener mucho ojo con las ilusiones y los cambios r¨¢pidos, porque puede acabar en frustraci¨®n¡±.
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