La nada
Pan de pay¨¦s, pan blanco, como el folio que no consigo llenar si no es con muchas historias que no hacen una
Hay cr¨®nicas esperadas, que llevas tiempo en la cabeza y se escriben mucho antes de su publicaci¨®n, como si tuvieras miedo a desdecirte o que se te olvidara lo que ibas a contar, y las hay tambi¨¦n que resultan muy amenazantes porque se te vienen encima de mala gana y manera, a destiempo, por m¨¢s anunciada que sea su fecha de entrega, imposibles de resolver, igual que una pesadilla. Los temas se van cayendo uno detr¨¢s de otro de forma irremediable, ninguna idea cuaja, el texto no fluye, rompes o tiras el folio al cesto y no sales del bucle ni en casa ni en la redacci¨®n. Un drama adem¨¢s ya contado por periodistas y escritores en columnas muy nobles que se salvan por la firma, como la de Ignacio Vidal Folch (La blancura del papel), circunstancia que agrava mi desasosiego ante la p¨¢gina virgen de El Pa¨ªs.
No consigo cerrar el foco del tema sobre el que quiero hablar, como recomienda el maestro Juanjo Mill¨¢s, y me lleno la boca con expresiones que solo sirven para llenar el vac¨ªo, vicio denunciado por Aurelio Arteta. Hab¨ªa pensado elogiar el libro de Jos¨¦ Mart¨ª G¨®mez, El oficio m¨¢s hermoso del mundo, y cuando hab¨ªa encontrado el hilo advert¨ª que mi propuesta era rid¨ªcula ante las opiniones que sobre su obra hab¨ªan dado Joan de Sagarra, Xavier Vidal-Folch o Carles Geli. No ten¨ªa m¨¢s aportaci¨®n que la de agradecer a Mart¨ª G¨®mez que me publicara en El Correo Catal¨¢n un art¨ªculo: Restos del Movimiento esperan sentencia. Me reserv¨® incluso una llamada en la portada para que disfrutara de la gloria, de la misma manera que me hizo comer la mierda por las quejas de los personajes referidos en la noticia. Como debe ser.
Aprend¨ª mucho, porque entonces todav¨ªa hab¨ªa aprendices, y el periodismo funcionaba como la vida misma, a base de batacazos, de alegr¨ªas y penas, y sobre todo de mucha lectura, aunque pudiera parecer banal, como lo era para la mayor¨ªa la prensa deportiva y la novela negra de Raymond Chandler, James M. Cain, Dashiell Hammett o James Hadley Chase. Aunque todav¨ªa voy a clase, ya s¨¦ lo que quiero despu¨¦s de entender a Enric Gonz¨¢lez: ¡°Comprender las cosas, escribirlas bien y no ser un c¨ªnico¡±. El problema es que solo es una aspiraci¨®n y, mientras, no encuentro ni siquiera una historia para este s¨¢bado en que me toca la cr¨®nica del diario. No se me ocurre nada mientras camino, ni siquiera por Gr¨¤cia, que ya es decir, con la que est¨¢ cayendo en el barrio. No me sale.
Hab¨ªa dado alguna vuelta tambi¨¦n sobre la posibilidad de quejarme como peat¨®n. Me siento atropellado cada vez que salgo de casa. A veces de forma tan elegante y pesada por esta multitud de j¨®venes sin memoria que quieren hacerte socio hasta del club al que ya perteneces, y en otras por un ej¨¦rcito heterog¨¦neo de motos, bicicletas, patines y skates que te sortean sin miramientos, como si fueras por mal camino, y en tu vida no hubieras estudiado educaci¨®n c¨ªvica y social. No tengo la iron¨ªa ni la clase y menos la categor¨ªa de Quim Monz¨® y de Sergi P¨¤mies, tampoco la elegancia, la precisi¨®n y el oficio de Josep Maria Espin¨¤s, para tratar el asunto y me habr¨ªa salido una cr¨ªtica malhumorada y extempor¨¢nea. Alcanzada la redacci¨®n despu¨¦s del v¨¦rtigo, descarto igualmente discutir sobre deportes.
Ten¨ªa ganas de expresar mi cabreo por la manera en que los medios se empe?aron en hacer que la final de la Copa durara todo el d¨ªa. Hubo un tiempo en que con Joaquim Maria Puyal nos acostumbramos a que los partidos se alargaran treinta minutos antes y despu¨¦s de su disputa, y ahora hasta cuatro horas, pero hacer que empiecen a las nueve de la ma?ana y acaben a las dos de la madrugada en cualquier radio, televisi¨®n o diario, despu¨¦s que la previa y la resaca se hayan estirado una semana, cansa tambi¨¦n a los fan¨¢ticos del f¨²tbol. Un d¨ªa van a reventar la pelota. El dichoso espect¨¢culo se come al periodismo, de manera que hoy hasta resulta prescindible Santiago Segurola. Me la guardo para una ocasi¨®n en que me sienta menos indignado, m¨¢s sereno, aunque quiz¨¢ no sea una buena idea.
Aseguran algunos entendidos que las mejores cr¨®nicas son aquellas que se escriben al momento, porque cuando se dejan reposar pasan a ser textos poco period¨ªsticos, m¨¢s propios de secciones destinadas a art¨ªculos de fondo. Yo prefer¨ª evadirme y buscar consuelo por unas horas en un paseo por mi querido Llu?an¨¨s. Tiene un aspecto formidable, pintado de verde, quieto, deslumbrante. Me temo que me siento demasiado cursi para arrancarme con una nota sobre mi tierra y la ¨²ltima edici¨®n de la Trobada Internacional de Forjadors d¡¯Alpens. Otra cr¨®nica que tendr¨¢ que esperar. As¨ª que, vencido, me siento en la fonda Cal Penyora, de Santa Eul¨¤lia de Puigoriol, para degustar unas patates amb pela y pan del Forn de Can Pujals, en Sant Boi de Llu?an¨¨s.
Pan de pay¨¦s, pan de trigo de forment, pan de lenta fermentaci¨®n y larga cocci¨®n en horno de le?a, pan que dura d¨ªas y d¨ªas, pan de corteza crujiente y masa blanda, pan sin aditivos, pan blanco. Igual de blanco que el folio que no consigo llenar si no es con muchas historias que no hacen una, atrapado en ese sue?o en el que no puedes correr a pesar de que te persiguen sin desmayo y te despiertas con alivio porque no te han atrapado. Has cumplido con quienes te encargaron la cr¨®nica, pero sospechas que no has cumplido contigo y menos con el lector. Perd¨®n. Eso es la nada.
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