Venga, repart¨¢monoslo
En la dial¨¦ctica independentista, Espa?a es el enemigo, un elemento fundamental en el gui¨®n. Pero la CUP no es el enemigo. Es mucho peor que eso. Es un tra?dor
Uno de los activistas virtuales m¨¢s activos del independentismo, Eduard Voltas, escribi¨® hace unos d¨ªas un art¨ªculo en el que, compungido por el comportamiento de la CUP, reconstru¨ªa lo ocurrido en las filas independentistas desde justo antes de las elecciones de septiembre de 2015 hasta ahora. Una frase de su art¨ªculo me dej¨® perplejo. En los momentos previos a las elecciones, seg¨²n Voltas, exist¨ªa la percepci¨®n de que resultaba indiferente votar Junts pel S¨ª o la CUP: ¡°Semblava que tot sumava 'Va, ens ho repartim, tu votes JxS i jo la CUP', es va escoltar en moltes fam¨ªlies" (¡°Reset¡±, El m¨®n, 3 de junio de 2016).
Yo, que en este tipo de disputas entre independentistas me siento un voyeur, no s¨¦ si eso se escuch¨® en muchas familias. Lo que s¨ª s¨¦ es que esa frase condensa la vulneraci¨®n permanente, por parte de algunos miembros de las filas independentistas, del denominado principio de realidad.
Antes de las elecciones, la CUP rechaz¨® estar en JxS¨ª, y tanto los unos como los otros se encargaron de hacer p¨²blicas las desavenencias y los desacuerdos, deudores de programas pol¨ªticos en buena parte contradictorios, que motivaron la ausencia de pacto. Por eso, si alg¨²n independentista, despu¨¦s de escuchar esas desavenencias, todav¨ªa pensaba ¡°Va, ens ho repartim, tu votes JxS i jo la CUP¡±, es que estaba en plena fase de negaci¨®n de la realidad. Es cierto, como dec¨ªa T. S. Eliot, que ¡°human kind cannot bear very much reality¡±. N¨®tese, sin embargo, que para el poeta hay espacio para un m¨ªnimo de realidad en el seno del g¨¦nero humano. Y uno podr¨ªa esperar que una instancia culta y educada de ese g¨¦nero humano, como lo es buena parte del independentismo, aceptara ese m¨ªnimo de realidad. Pero no. Algunos se resistieron al peso abrumador de la realidad y creyeron que no hab¨ªa diferencia entre votar JxS¨ª y votar la CUP.
Algunos independentistas, pues, no es que en ocasiones parezcan ignorar la realidad del pa¨ªs en el nombre del cual suelen hablar, es que ni siquiera parecen conocer bien la realidad del propio grupo independentista, lo que no s¨¦ si es m¨¢s grave o no, pero s¨ª es m¨¢s rid¨ªculo. Y cuando el principio de realidad se impone, el siguiente paso natural consiste en echar la culpa de que la realidad sea como es a aquellos que impiden que la realidad sea como uno desea, a saber, uniforme y sin fisuras entre los ¡°nuestros¡±.
Veredicto: la CUP es culpable de todos los males que azotan el proceso independentista. Y a base de menospreciar al hermano peque?o independentista, acus¨¢ndolo de no ser lo suficientemente independentista (es decir, acus¨¢ndolo de no ser lo suficientemente vasallo de aquellos que mandan pol¨ªticamente en Catalu?a, con alguna interrupci¨®n, desde hace d¨¦cadas), ese independentismo descarga cualquier responsabilidad propia. No es que se trate de una novedad, porque el independentismo lleva culpando a Espa?a, sea lo que sea lo que entienda por Espa?a, desde hace d¨¦cadas. Pero hay una gran diferencia entre culpar a Espa?a y culpar a la CUP.
En la dial¨¦ctica de quienes conciben Catalu?a en los t¨¦rminos de los independentistas, Espa?a es el enemigo, un elemento fundamental en el gui¨®n. Pero la CUP no es el enemigo. Es mucho peor que eso. Es un traidor. En el imaginario independentista, Espa?a, cuanto m¨¢s fea, m¨¢s peluda y m¨¢s b¨¢rbara, mejor para los intereses independentistas. Pero el traidor es el figurante no deseado con el que no se sabe muy bien qu¨¦ hacer, porque, por un lado, si se le intenta reeducar se debe invertir una cantidad de tiempo incompatible con el infantil ¡°tenim pressa¡± y, adem¨¢s, las perspectivas de ¨¦xito son m¨¢s bien escasas, pero, por otro lado, si se suelta lastre se pierden fuerzas necesarias para la causa de manera definitiva.
Todo este episodio, sospecho, no se explica sino en funci¨®n de una visi¨®n homog¨¦nea acerca de los ¡°nuestros¡±, consustancial a todo nacionalista. Del mismo modo que un nacionalista espa?ol no consigue entender que haya gente que no tenga sentimientos espa?oles (no digamos ya el desconcierto que causa al nacionalista en general aquellos que simplemente consideran que la pertenencia a una cultura nacional no es definitoria de la identidad pol¨ªtica), el nacionalista catal¨¢n no consigue entender que entre los ¡°nuestros¡± los haya que no consideren un Estado catal¨¢n como el ¨²nico y excluyente sue?o h¨²medo leg¨ªtimo.
Y es que nada se parece m¨¢s a un nacionalista espa?ol que un nacionalista catal¨¢n.
Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filos¨®ficas de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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