Vuelven los grandes cl¨¢sicos
Los socialistas critican de Podemos lo que ellos defend¨ªan antes, y Ciudadanos, que presum¨ªa de tener un solo discurso, tiene ahora uno en Catalu?a y otro en el resto de Espa?a
Justo en el ecuador de la campa?a electoral, resulta evidente su car¨¢cter repetitivo, la sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu que desprende. Pero no ya con respecto a la del pasado diciembre ¡ªlo cual ser¨ªa comprensible y disculpable¡ª sino en relaci¨®n a algunos de los grandes hitos de la pol¨ªtica partidista y de los despliegues preelectorales de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. As¨ª, una de las principales pol¨¦micas del primer tramo de m¨ªtines y debates ha sido la osad¨ªa de Podemos al declararse socialdem¨®crata. Los portavoces del PSOE se han revuelto, indignados: pero, ?c¨®mo va a ser Iglesias socialdem¨®crata si defiende la nacionalizaci¨®n de la banca y el derecho de autodeterminaci¨®n de Catalu?a? Olvidan, o quiz¨¢ ignoran, que en su d¨ªa el partido al que pertenecen hizo otro tanto.
Las resoluciones del XIII congreso del PSOE (Suresnes, octubre de 1974) se refer¨ªan ¡°al sistema capitalista condenado ineluctablemente a desaparecer¡± y afirmaban que el restablecimiento de la democracia en Espa?a ¡°parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n de todas las nacionalidades ib¨¦ricas¡±. La Federaci¨®n Socialista Catalana, por su parte, abogaba a¨²n a mediados de 1976 por ¡°la socializaci¨®n de la econom¨ªa¡±.
Cierto, el PSOE lanz¨® por la borda esas ideas, junto con el marxismo, en apenas un lustro. Podemos parece en disposici¨®n de arrojar lastre ideol¨®gico mucho m¨¢s deprisa, no en vano estamos en la era de Internet y de Twitter. En todo caso, resulta conmovedor ver a los l¨ªderes socialistas ¡ªsobre todo, a los catalanes¡ª patrimonializar la bandera socialdem¨®crata. Cuando en 1975 ellos (o sus mayores) consideraban a los socialdem¨®cratas locales unos lacayos de la burgues¨ªa, e insinuaban que el pobre Josep Pallach era agente de la CIA... ?Y qu¨¦ decir de la invocaci¨®n a la patria por parte de Podemos? Se escandalizan de ella los que, cuando ganaron las elecciones de 1982, fueron descritos agudamente por The New York Times como ¡°j¨®venes nacionalistas espa?oles¡±, sin que el gran diario norteamericano haya tenido que rectificar nunca la etiqueta.
Y, por favor, no me objeten que evocar los tiempos del felipismo resulta anacr¨®nico, porque es lo que est¨¢ haciendo la actual campa?a del PSC: poner los a?os de gobierno de Felipe Gonz¨¢lez ¡ªen versi¨®n idealizada, claro: sin GAL, ni Rold¨¢n, ni Juan Guerra, ni...¡ª como garant¨ªa de seriedad y de eficacia gestora, una garant¨ªa m¨¢s solvente al parecer que el septenio de Rodr¨ªguez Zapatero. O sea, volver a los cl¨¢sicos de la propia marca.
Pero hay tambi¨¦n quien regresa a los cl¨¢sicos... ajenos. Es, espectacularmente, el caso de En Com¨² Podem. La polarizaci¨®n discursiva contra Rajoy, la idea de que el litigio catal¨¢n no se produce con Espa?a sino con el PP, el mensaje seg¨²n el cual es posible otro Estado mucho m¨¢s amable gobernado por Pablo Iglesias y los suyos (¡°simbolizo la fraternidad entre Espa?a y Catalu?a¡±, afirmaba Ada Colau en una entrevista dominical), la promesa sabatina del propio Iglesias (¡°respetar¨¦ los derechos de Catalu?a¡±), tan parecida incluso en la rima al c¨¦lebre ¡°apoyar¨¦ el Estatuto¡± de ZP...: todo ello constituye una versi¨®n ligeramente remasterizada de los mayores ¨¦xitos del PSC durante la primera d¨¦cada del siglo XXI. Pepe Zaragoza puede sentirse reconfortado y reivindicado; su gran obra pol¨ªtica no ha ca¨ªdo en saco roto y tiene dignos ¨¦mulos, aunque compitan con otra camiseta.
Sin embargo, el remake m¨¢s inesperado est¨¢ siendo el de Ciutadans/Ciudadanos. El partido que, desde su expansi¨®n al conjunto del Estado, se vanagloriaba de decir exactamente lo mismo en Sant Adri¨¤, en Jerez de la Frontera y en Alcoy, ha ca¨ªdo del caballo y ha abrazado bien pronto lo que ayer denostaba: lemas distintos para realidades socioelectorales distintas. En Espa?a, Tiempo de acuerdo. Tiempo de cambio; en Catalu?a, Un presidente catal¨¢n para cambiar Espa?a.
Aunque tiene cosas m¨¢s importantes de las que ocuparse, quiz¨¢ Miquel Roca haya esbozado una sonrisa llena de ternura al o¨ªrlo, y recordar el eslogan de la Operaci¨®n Reformista de 1986: La otra forma de hacer Espa?a. En aquel caso, el presidenciable catal¨¢n era ¨¦l, pero tampoco resultaba prudente hacer ostentaci¨®n de ello m¨¢s all¨¢ de los Monegros. Precauci¨®n superflua, porque lo machacaron de todos modos.
En fin, tiene gracia que Albert Rivera comenzase su carrera pol¨ªtica desnudo, y ahora comparezca tan abrigado: embutido en la casaca del general Prim, en la levita de Pi i Margall y en el traje de Roca. ?No ser¨¢ demasiada ropa?
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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