Un domingo en la Casa de Valencia
La sala Heliog¨¤bal desplaz¨® all¨ª el concierto de El Petit de Cal Eril que su cierre temporal imped¨ªa realizar en sus instalaciones
A grandes males grandes remedios. Con una sala cerrada hasta que se clarifique su situaci¨®n legal y con un artista dispuesto a sumarse a la celebraci¨®n de los veinte a?os parad¨®jicamente cumplidos con el local no operativo, se trataba de buscar soluciones. Y as¨ª fue como en un d¨ªa tan poco habitual para los conciertos como el domingo, El Petit de Cal Eril acept¨® la propuesta del Heliog¨¤bal de actuar en la Casa de Valencia, que al fin y a la postre est¨¢ tambi¨¦n en Gr¨¤cia. Pero, cosas del sentido com¨²n, Joan Pons, El Petit, no quiso actuar en el amplio sal¨®n de actos del centro, sino que lo hizo en uno de sus salones, amplio sal¨®n burgu¨¦s que, cosas del destino, ten¨ªa la misma forma alargada del propio Heliog¨¤bal, donde si se llega tarde a un concierto se ha de entrar de perfil, como un s¨²bdito de Nefertiti.
E hizo dos pases, como los grupos de jazz en sus cavas. Ambos fueron pr¨¢cticamente iguales, pero el de las 20 horas tuvo un elemento diferenciador, la luz menguante del atardecer. Sin luces artificiales en el sal¨®n, ocupado por cerca de 90 personas, el atardecer fue cayendo mientras, poco a poco, raptaba luz al concierto, que concluy¨® casi a oscuras. Mirar al p¨²blico era como recrear un cuadro tenebrista, con caras definidas por un creciente claroscuro que las part¨ªa en dos mitades como un sutil e invisible hachazo. Llegado el momento de Els altres, una de las canciones de su ¨²ltimo disco, que interpret¨® de pe a pa, El Petit puso en marcha un dispositivo con el que se iluminan las fiestas de bajo presupuesto, y la sala se llen¨® de motas de color verde y rojo, tambi¨¦n blancos lunares que se dispersaron por la sala ganando diminutas batallas a la oscuridad.
Entretanto El Petit cantaba. Su grupo, con dos bater¨ªas, bajo y teclados secundaba aquel recital dom¨¦stico en el que se pon¨ªa de largo La for?a, un disco tierno, mel¨®dicamente delicad¨ªsimo, con un aire nada urbano pese a los repentinos crescendos de guitarra, alma de folk, aire de psicodelia buc¨®lica y letras que vienen sin manual de instrucciones. Un disco sencillamente precioso expuesto con el aire juguet¨®n de Joan Pons, El Petit, un artista capaz de tocar en cualquier lugar, en especial si hay una causa que lo necesite. Porque como dice en una de sus piezas m¨¢s recientes, cal dir que som quan se'ns demana. Lo hizo el Heliog¨¤bal y all¨ª estuvieron La Casa de Valencia y el Petit. Un concierto para el recuerdo por forma, fondo y sentido
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