La ¡®juventud¡¯ de Aznavour enamora en Pedralbes
El cantante en persona, noventa y dos a?os reci¨¦n cumplidos y demostrando una vez m¨¢s que eso del calendario no va con ¨¦l
Con un m¨ªnimo retraso, las luces del escenario se iluminaron compitiendo con los ¨²ltimos resplandores del atardecer. Expectaci¨®n. Salieron los ocho m¨²sicos y, en efecto, tras ellos apareci¨® Charles Aznavour. No se trataba de ninguna de esas imitaciones de Las Vegas que asaltan ¨²ltimamente nuestros teatros (hace poco Elvis, dentro de unos d¨ªas Michael Jackson, Madonna y Rihanna). Real, aut¨¦ntico, vestido de riguroso negro sin corbata, con caminar seguro y enarbolando una de esas sonrisas que nunca llegas a saber si es tierna o diab¨®lica. Aznavour en persona, noventa y dos a?os reci¨¦n cumplidos y demostrando una vez m¨¢s que eso del calendario no va con ¨¦l.
Por supuesto, el p¨²blico de Pedralbes lo recibi¨® en pie, como la ocasi¨®n se merec¨ªa: calurosa ovaci¨®n de gala. Un p¨²blico, una vez m¨¢s, mezclando procedencias y edades (aunque pocos habr¨ªa por debajo de los cincuenta). Y sin m¨¢s Aznavour comenz¨® metiendo el dedo en la llaga: Les emigrants pero la carga social de la canci¨®n pas¨® pr¨¢cticamente desapercibida oculta por la euforia del primer contacto, por el frotarse los ojos de muchos ante la evidente juventud de su ¨ªdolo.
Aznavour lo ten¨ªa todo ganado simplemente estando all¨ª, pero el armenio de Par¨ªs no sube al escenario para exhibir su longevidad sino para cantar. Y lo hizo con un gusto exquisito y una voz que l¨®gicamente no es la misma pero que controla y dosifica con maestr¨ªa, en todo momento sigui¨® sonando a Aznavour.
Mezcl¨® el amor y la nostalgia con algunas gotas de cr¨ªtica social y charl¨® con esa cercan¨ªa que le caracteriza. Ya tras el segundo tema explic¨® que se ayudaba un telepromter (discreto pero evidente) para no olvidar las letras, brome¨® con su edad y con su voz, habl¨® de la intransigencia tras sucesos como los de Orlando, se quit¨® la chaqueta mostrando unos enormes tirantes rojos, bail¨® consigo mismo, hizo un entra?able d¨²o con su hija Katia y enamor¨® a todos los presentes cantando alguna de esas canciones a las que poner el adjetivo de inolvidables siempre quedar¨¢ corto: Mourir d'aimer, La Mamma, Il faut savoir, She, Que c'est triste Venise y, por supuesto, La Boheme que acaba de cumplir cincuenta a?os y marc¨® el punto m¨¢s alto del espect¨¢culo.
FESTIVAL JARDINS DE PEDRALBES
Charles Aznavour
Jardines del Palacio Real, 25 de junio
Noventa minutos sin bises (aunque el p¨²blico los reclam¨® con insistencia) en los que Aznavour se mostr¨® plet¨®rico y que solo se empa?aron por su tozudez en cantar algunos temas en castellano. En diversas ocasiones alab¨® a su traductor, el arist¨®crata Rafael de Le¨®n, y nada que objetar a esas traducciones pero no es lo mismo escuchar a Aznavour cantando que o¨ªrle leyendo las letras en la pantalla sin un m¨ªnimo calor. Venecia sin ti (cantada as¨ª, en castellano) son¨® deslavazada cuando es una canci¨®n que todav¨ªa puede ponerle a uno la piel de gallina. L¨¢stima.
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