Cuando los ciudadanos se equivocan
La cuesti¨®n es qu¨¦ se est¨¢ haciendo mal para que a una gran parte los brit¨¢nicos les entre un ataque de patriotismo melanc¨®lico y un n¨²mero no menor de espa?oles no tenga reparo en votar a un partido al que le sale la corrupci¨®n por las orejas
Por razones diversas, del cinismo a la pasi¨®n, el Brexit ha provocado una avalancha de opiniones que cuestionan la idoneidad de la ciudadan¨ªa para tomar decisiones pol¨ªticas. Comprendo el enfado de muchos brit¨¢nicos que han visto c¨®mo sus mayores les echaban de Europa. Y comprendo la irritaci¨®n de quienes jugaron con fuego y se acabaron quemando. No entraba en ning¨²n gui¨®n. Los expertos, que lo saben todo, no contemplaban la hip¨®tesis de que el Reino Unido se fuera. Pero de ah¨ª a deducir que hay que reformar la democracia para que la ¨²ltima palabra la tengan los expertos ¡ªesos mismos que estaban convencidos de que el Brexit era imposible¡ª y no los ciudadanos, es tan est¨²pido como cargarse los cimientos para salvar una casa.
Los ciudadanos son ignorantes y se dejan manipular, dicen. ?Hubieran dicho lo mismo si la avalancha manipuladora de los europe¨ªstas hubiese triunfado sobre las fabulaciones, falsas promesas y sobredosis de nostalgia de los rupturistas? No. Habr¨ªan celebrado el triunfo de la raz¨®n sobre la sinraz¨®n. Como si los argumentos a favor de la permanencia no estuvieran cargados tambi¨¦n de medias verdades y de grandes mentiras. ?O no es cierto, por ejemplo, que como ha escrito Thomas Pikketty el alto nivel econ¨®mico de algunos pa¨ªses europeos, los alemanes especialmente, ¡°ha sido obtenido en buena parte en detrimento de sus vecinos¡±? Hay que sorprenderse, como dice el economista franc¨¦s, de que ¡°ante la ausencia de respuesta democr¨¢tica y progresista¡± a los desequilibrios y desigualdades que sufre Europa, ¡°las clases populares y medias se acaben volviendo hacia las fuerzas xen¨®fobas¡±. ?Qu¨¦ han hecho los gobiernos europeos para poner l¨ªmites a los excesos del capitalismo, de modo que los habitantes de la Inglaterra profunda no se sientan humillados y voten compulsivamente contra la City?
En vez de afrontar estas cuestiones, pol¨ªticos de los partidos convencionales, expertos, bur¨®cratas, viejos intelectuales progresistas, en nombre del realismo ¡ªes decir, de la estilizaci¨®n del fatalismo de las relaciones del poder ¡ª prefieren se?alar la ineptitud, la mezquindad, la vulgaridad de los ciudadanos que no siguen sus consejos y osan defender su derecho a la palabra que se intenta negarles. Y puesto que cambiar los desequilibrios sociales y responsabilizar a los poderosos es muy complicado, quitemos la palabra a los ciudadanos y dejemos lo todo en manos de los expertos. De la democracia a un nuevo aristocratismo ¡ªel gobierno de unos pocos, ya no tanto por linaje, que tambi¨¦n, el mejor ascensor social es familia y amigos, como por selecci¨®n t¨¦cnica¡ª que tiene su expresi¨®n m¨¢s actual en el despotismo asi¨¢tico. Lo preocupante es que este discurso en realidad est¨¢ levantando acta de algo que ya est¨¢ ocurriendo. Y con complicidades inesperadas.
Cuando las electores dan la raz¨®n a los que mandan, es un triunfo de la democracia, como ocurri¨® el domingo en Espa?a en que los ignorantes ciudadanos no se dejaron arrastrar por Podemos; y cuando act¨²an contra sus deseos, hay que cambiar el sistema porque estas cosas no se pueden repetir. No hay duda que la democracia es un sistema imperfecto, susceptible de ser mejorado y m¨¢s las democracias en que vivimos a las que hace a?os que se les viene aspirando el alma. Pero sin el reconocimiento de la palabra de los ciudadanos y sin mecanismos que garanticen el control de los abusos de poder, la democracia no existe. Y estas dos condiciones para algunos son prescindibles si los ciudadanos insisten en llevarles la contraria.
Claro que se equivocan los ciudadanos, como todos. Para m¨ª, la semana pasada se equivocaron dos veces: el jueves 23 en el Reino Unido y el domingo 26 en Espa?a. Es el riesgo democr¨¢tico. Por eso la cuesti¨®n es qu¨¦ se est¨¢ haciendo mal para que a una gran parte los brit¨¢nicos les entre un ataque de patriotismo melanc¨®lico y un n¨²mero no menor de espa?oles no tenga ning¨²n reparo en votar a un partido al que le sale la corrupci¨®n por las orejas y que ha fracturado la sociedad hasta niveles desconocidos. Estas son las preguntas que se tiene que formular la izquierda si quiere salir de su marasmo. Y si tarda demasiado el juego se habr¨¢ terminado: ya s¨®lo mandar¨¢n los expertos.
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