¡®Monty¡¯, la rata del desierto
La compra de un jerbo evoca la aventura del ej¨¦rcito brit¨¢nico en Tobruk y El Alamein
Fui a Mister Guau, como acostumbro, a comprar un rat¨®n para la serpiente. Es un deber que me pesa al igual que le pesaba a Victor Frankenstein velar por su criatura. Llenos de orgullo y vanagloria sellamos pactos insensatos con el destino y luego el diablo nos pasa cuentas. Hago c¨¢lculos mentales y constato con asombro que el reptil lleva ya 11 a?os en casa. ?11 a?os! (y varias cr¨®nicas). Quiz¨¢ va siendo hora de que se independice, pero no parece tener ninguna intenci¨®n.
En fin, dec¨ªa que fui a Mister Guau a por provisiones ¡ªla serpiente devora una presa viva o dos al mes: me consuela pensar que en libertad ser¨ªan bastantes m¨¢s¡ª y me encontr¨¦ con grandes cambios. Ahora el establecimiento, como saben, se llama Kiwoko, pues forma parte de la cadena de ese nombre que ha adquirido las tiendas Mister Guau. Kiwoko, que significa hipop¨®tamo en swahili, se presenta como la tienda l¨ªder de mascotas en Espa?a, ¡°el Decathlon de los animales¡±, y con muy buen rollo. Es curiosa la elecci¨®n del nombre porque en realidad el hipop¨®tamo es el animal m¨¢s peligroso de ?frica, un verdadero bastardo, y nadie en su sano juicio tendr¨ªa uno de mascota.
Fui a buscar un rat¨®n para la serpiente, pero las cosas hab¨ªan cambiado en el antiguo Mister Guau
Me dirig¨ª a la zona de reptiles y peces como siempre desde que adquir¨ª en la misma tienda a mi serpiente, una culebra del ma¨ªz, pero all¨ª no estaban ya ni la secci¨®n de sangre fr¨ªa ni el simp¨¢tico dependiente que nos ha asesorado tantas veces a los desorientados propietarios de mascotas ex¨®ticas y escamosas. Me indicaron que en el piso de arriba hab¨ªa roedores y all¨ª fui.
"Los ratones se han acabado, pero tenemos otros simp¨¢ticos animalillos", me explic¨® una chica ante unas instalaciones dignas de un crucero de lujo. Visto su entusiasmo ¡ªy el ambiente que reinaba en la tienda¡ª me cuid¨¦ mucho de revelarle el car¨¢cter gastron¨®mico de mi inter¨¦s. ¡°Ll¨¦vese un jerbo, son encantadores¡±. Analic¨¦ la situaci¨®n. Cualquiera volv¨ªa con las manos vac¨ªas y se enfrentaba a la mirada de reproche de la culebra. Por otro lado, un jerbo... Es verdad que eran m¨¢s baratos que los h¨¢msters ¡ªuna opci¨®n que mi conciencia me imped¨ªa considerar¡ª.
Tengo una simpat¨ªa hist¨®rica por los jerbos, no por motivos zool¨®gicos sino militares. Un jerbo, roedor local norteafricano conocido como ¡°rata del desierto"¡± era y sigue siendo, aunque en cambio les han quitado los tanques, por los recortes, el emblema de la 7? Divisi¨®n Blindada brit¨¢nica (hoy 7? Brigada), las c¨¦lebres Ratas del desierto de la II Guerra Mundial, efectivamente, los h¨¦roes de Tobruk y El Alamein. Seg¨²n una versi¨®n, la fuerza, que constaba inicialmente de tres regimientos de h¨²sares con tanques ligeros, adquiri¨® la denominaci¨®n de ratas y el jerbo como s¨ªmbolo al observar su comandante, el general Percy Hobart, a un oficial de inteligencia que cargaba un jerbo como mascota. En cambio, seg¨²n P. W. Rainer, en Victoria en el desierto (Jan¨¦s, 1944), la denominaci¨®n recogi¨® desafiante el insulto de Mussolini ¡°que llam¨® a nuestros h¨²sares 'despreciables ratas del desierto¡±. Recordar todo eso me anim¨® a adquirir el jerbo de Kiwoko. Ser¨ªa interesante convivir con tan notable animal, aunque fuera brevemente. La dependienta quiso que escogiera yo mismo un individuo. Eleg¨ª el m¨¢s grande, que adem¨¢s ten¨ªa un aspecto hura?o. Puse cara de suma atenci¨®n mientras la chica me explicaba unos principios elementales para su cuidado. Sinti¨¦ndome algo inc¨®modo, aunque los escr¨²pulos hace a?os que los perd¨ª (y la culebra ni te digo), me dirig¨ª a la caja para pagar los 9,99 euros: lo que hace uno por su serpiente.
Cu¨¢l no ser¨ªa mi sorpresa cuando me pidieron mis datos. ?Para qu¨¦ diablos quieren mi tel¨¦fono, mi direcci¨®n y mi DNI?, pregunt¨¦ alzando un poco demasiado la voz. ?Es que hay un concurso? ¡°Para redactar el contrato¡±. ?C¨®mo? Resulta que en Kiwoko la compra de cualquier mascota, hasta la m¨¢s sencilla, requiere un extenso papeleo. Estupefacto, observ¨¦ como imprim¨ªan y me libraban cuatro p¨¢ginas en las que se especificaba que el roedor me era entregado en ¡°con las condiciones y protocolos sanitarios adecuados a su edad y en perfecto estado de salud¡±. Pronto no lo estar¨¢ tanto, reflexion¨¦ amargamente. Le¨ª que el jerbo ten¨ªa una garant¨ªa de dos a?os; m¨¢s que mi coche. Y que la empresa no se responsabilizaba de los problemas que pudieran derivarse de un mal cuidado, accidente, o conducta negligente (?) por parte del comprador. La s¨¦ptima cl¨¢usula estipulaba: ¡°No se admitir¨¢ la devoluci¨®n del animal por motivos personales¡±. Me informaron de que el contrato definitivo podr¨ªa pasar a buscarlo en una semana. Me march¨¦ desconcertado.
En Kiwoko la compra de cualquier mascota, hasta la m¨¢s sencilla, requiere un extenso papeleo
Tras pasar la ¨²ltima tarde en el ambiente crepuscular de la redacci¨®n, incluido un intento de fuga en direcci¨®n a los predios de Milagros P. Oliva, Monty, como hab¨ªa bautizado provisionalmente al jerbo ¡ªpor el mariscal, no por la hamburguesa del Flash Flash¡ª , arrib¨® a casa con un futuro bastante menos prometedor que el de su tocayo con boina.
Nos quedamos el jerbo y yo viendo Mentes criminales hasta que lleg¨® la (su) hora. Para distraerle, abr¨ª Victoria en el desierto y di lectura solemne al ¡°mensaje del jefe del ej¨¦rcito para ser le¨ªdo a todas las tropas¡±: ¡°El enemigo avanza dispuesto a atacarnos. Lo hace porque est¨¢ cogido como un rat¨®n en la ratonera (sic). Resistiremos y combatiremos. No habr¨¢ retirada y por supuesto ninguna rendici¨®n. Mostr¨¦mosle de lo que es capaz el famoso VIII Ej¨¦rcito. Buena suerte a todos¡±. Firmado: B. L. Montgomery.
Me pareci¨® que Monty acud¨ªa a su destino m¨¢s animado. O quiz¨¢, me inquiet¨¦, es que pensaba denunciarme por incumplimiento de contrato.
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