Alunizaje en Serrano
El autor juega con el doble sentido de las palabras que usan mexicanos y espa?oles
Al escuchar que se hab¨ªa dado un alunizaje en Serrano, sal¨ª del gimnasio sin cambiarme y baj¨¦ al Metro sinti¨¦ndome a un mismo tiempo medio Clark Kent y medio Superman: por los gayumbos encima del leotardo, parec¨ªa superh¨¦roe de mi infancia (de cuando no importaban las lonjas en los ¨ªdolos de la televisi¨®n) y por las gafas y la libreta, como si estuviera a punto de cuajar el gran reportaje period¨ªstico del siglo XXI. Al llegar al lujoso barrio de Salamanca me encontr¨¦ con un reguero de vidrios, siete vecinos desma?anados que intentaban narrar la ins¨®lita ocurrencia y un equipo de televisi¨®n que ya me hab¨ªa ganado la nota.
Peor a¨²n: habiendo cre¨ªdo como todo buen mexicano que el alunizaje en Serrano se refer¨ªa a ese sue?o de todo poeta del Siglo de Oro (anhelo hasta ahora imposible de todo enamorado cursi) donde la Luna en persona por fin se digna bajar del firmamento y rondar por el parque de El Retiro, descubr¨ª sin diccionario posible ni etimolog¨ªa cre¨ªble que el terminajo se refiere a la nefanda costumbre que ejercen ciertas bandas del crimen cuando revientan el cristal (tambi¨¦n llamado luna) de las joyer¨ªas de prestigio y una vez lograda la lluvia de vidrio, bajan del auto encapuchados, recogen un jugoso bot¨ªn de relojes, joyas, diademas y diamantes sueltos ¨Csin importar que salten las alarmas¡ªy en pocos segundos vuelven a montarse en sus b¨®lidos para huir por las calles de Madrid.
Seg¨²n el equipo noticioso de la televisi¨®n, las patrullas de la polic¨ªa ¡°son lo que son¡± y jam¨¢s podr¨¢n alcanzar a los rateros que acostumbran realizar sus alunizajes con autom¨®viles ¡°tan veloces como una nave espacial¡± y entre tanta confusi¨®n de t¨¦rminos ¨Cdonde, adem¨¢s se les llama ¡°alunizados¡± a los rateros de esta onda¡ªtermin¨¦ por alucinar que los susodichos usan cascos con inmensas viseras de espejo, cargadas las espaldas con inmensos tanques no de ox¨ªgeno sino de espacio vac¨ªo para guardar all¨ª las joyas y que en su af¨¢n por no cortarse las botas dan brinquitos dentro de la joyer¨ªa afectada como si flotaran en ausencia de gravedad, cada diamante como estrella del escenario estrellado, cada ratero como espejismo fugaz de un cometa, dejando at¨®nitos a los pocos testigos que no dejan de mirar con recontrafundadas sospechas al obeso mexicano de leotardo y calzones cortos que anduvo apuntando en una libretita pamplinas de que el Sol se llama Lorenzo y la Luna, Catalina y que ese mismo d¨ªa se hab¨ªa dado otro alunizaje, nada menos que en Barajas, a poca distancia de las pistas de aterrizaje y de vuelta al gimnasio sin entender absolutamente nada, mas convencido de haber dado un peque?o paso para el hombre trasatlantizado y un gran salto para el idioma que nos separa.
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