Una isla de decencia
Somos vanidosos por los defectos de nuestros pol¨ªticos: presumimos de que nosotros, los espa?oles, no somos como ellos; ?somos perfectos en nuestra profesi¨®n o en las obligaciones con el Estado?
John Carlin public¨® el pasado lunes en EL PA?S un art¨ªculo que yo hubiera deseado escribir. Quiz¨¢s su t¨ªtulo, Espa?a: isla de decencia y sensatez, pecaba de exceso de optimismo, a veces hay que provocar para que te lean. Pero hago m¨ªo su contenido, tanto la letra como, sobre todo, el esp¨ªritu. Es decir, tambi¨¦n pienso que Espa?a no funciona tan mal como decimos los espa?oles, cada d¨ªa, a todas horas. Y s¨®lo hay que asomarse afuera para darnos cuenta.
?Carlin es un periodista medio ingl¨¦s, medio espa?ol, de muy largo recorrido, colaborador de los m¨¢s conocidos peri¨®dicos anglosajones, desde The New York Times al Financial Times, y especialmente el The Independent de los buenos tiempos, pasando por muchos m¨¢s, y desde hace a?os tambi¨¦n de EL PA?S. Ahora pueden leerlo cada lunes, firma la serie El factor humano en recuerdo ¡ªGraham Greene aparte¡ª de su famoso reportaje novelado del mismo t¨ªtulo sobre Nelson Mandela y su habilidad para aprovechar el deporte como elemento de reconciliaci¨®n nacional en Sud¨¢frica, tras el fin de la segregaci¨®n racial. Carlin es un ciudadano cosmopolita, el mundo es su h¨¢bitat natural, se nota en sus escritos: suele razonar comparando pa¨ªses, sociedades, pueblos y personas. Nada humano le es ajeno.
En su art¨ªculo empieza provocando con punzante iron¨ªa: ¡°?Qui¨¦nes se creen los espa?oles? Tan vanidosos ellos, jact¨¢ndose de lo malos que son sus pol¨ªticos, crey¨¦ndose los due?os de la mediocridad. ?No se dan cuenta que en el deporte del populismo barato, la irresponsabilidad y la estupidez, sencillamente no compiten a nivel internacional? ?Qu¨¦ los viejos complejos respecto no s¨®lo a Estados Unidos e Inglaterra sino al resto de Europa ya no tienen raz¨®n de ser?¡±.
?Somos vanidosos por los defectos de nuestros pol¨ªticos? Pues s¨ª, sinceramente, as¨ª lo creo. Y somos vanidosos porque presumimos de que nosotros, los espa?oles, no somos como ellos, como los pol¨ªticos. Quiz¨¢s porque no nos miramos a nosotros mismos, no nos ponemos frente al espejo: ?somos unos ciudadanos perfectos, en nuestra profesi¨®n, en nuestras obligaciones con el Estado, en nuestra moral p¨²blica? Seamos sinceros al responder.
Hace unos a?os cen¨¦ con unos viejos amigos de juventud. Me convocaron para hablar de pol¨ªtica pensando que yo entend¨ªa m¨¢s que ellos y pod¨ªa aclararles ciertas ideas. Durante la cena el tema recurrente fue la corrupci¨®n pol¨ªtica, el l¨ªmite al que se hab¨ªa llegado, lo intolerable de la situaci¨®n. Salieron, naturalmente, los casos Palau, Gurtel, Eres, etc. El resumen de la cena: los pol¨ªticos son todos unos corruptos, es un desastre nacional, as¨ª de simple. Pagamos a escote, encima de la mesa qued¨® la factura y la propina. Al levantarnos, uno dijo con toda naturalidad: ¡°?Nadie aprovecha esta factura?¡±. Inmediatamente otro se la llev¨® al bolsillo. En la acera, frente al restaurante, justo antes de despedirnos, les dije: ¡°?Hemos estado trabajando como para justificar que esta factura la desgrav¨¦is de los impuestos?¡±. ¡°Vamos, ?esto no es nada comparado con lo que roban los pol¨ªticos!¡±, me respondieron, vanidosos, moralmente superiores. ?Era como decirme, por favor, no nos compares con estos indeseables, con estos in¨²tiles y corruptos?
Carlin replica a sus amigos espa?oles que desprecian a nuestros pol¨ªticos, haciendo una sencilla comparaci¨®n con la brutal demagogia y las constantes mentiras de la campa?a de Trump y de los partidarios del Brexit, con los partidos populistas de Francia, Alemania, Gran Breta?a, Austria, Holanda, Dinamarca¡ Aqu¨ª, en Espa?a, no hay nada de eso, sostiene Carlin. Iglesias es ¡°el colmo de la sensatez, la mesura, el pragmatismo y la racionalidad¡± comparado con todos esos populistas extranjeros, y Rajoy ¡°no es populista, es el antidemagogo, hace poco y no dice nada, la izquierda espa?ola lo detesta pero no es un Trump o un Farage o un Marie Le Pen¡¡±. Quiz¨¢s exagera un poco, sobre todo cuando escribe que ¡°a diferencia de los que vemos en el mundo rico occidental, nada de eso hay en Espa?a, una isla de decencia rodeada de un mar de mezquindad¡±.
En estos d¨ªas en que nuestros pol¨ªticos est¨¢n demostrando que no tienen ni idea del arte de pactar, clave en la pol¨ªtica parlamentaria, es dif¨ªcil defenderlos. Pero pensemos en el art¨ªculo de Carlin, creo que est¨¢ cargado de razones. Los espa?oles estamos sumidos en un exceso de pesimismo, no todo est¨¢ bien, pero tampoco todo, ni mucho menos, va tan mal.
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