Madarcos: 45 vecinos con buenas ideas
El municipio, el menos poblado de la regi¨®n, es un ejemplo de convivencia e innovaci¨®n
Quien dijo que los grandes se comen a los peque?os estaba equivocado. Madarcos, situado a 87 Km de Madrid, es el pueblo menos habitado de la regi¨®n, con tan solo 45 vecinos. Un hecho que, en vez de jugar en su contra, hace que se haya convertido en un ejemplo de convivencia e innovaci¨®n para todos los municipios de la zona.
Popularmente conocido en otra ¨¦poca por ser una localidad ganadera y agr¨ªcola, hoy Madarcos se distingue por ser un lugar donde las nuevas ideas tienen un gran recorrido. Una muestra de ello es la historia de Jorge Dur¨¢n, quien decidi¨® abandonar su anterior vida como instalador de falsos y lanzarse a la aventura de abrir, junto a su pareja, Chus Garc¨ªa, y su hijo, el Ahumadero de Madarcos.
Desde su apertura hace cuatro a?os, sobre todo gracias al boca a boca, el negocio de Dur¨¢n ha ido creciendo y ahora sus clientes son grandes chefs que utilizan sus productos en sus restaurantes. Tambi¨¦n este negocio es un atractivo m¨¢s para los amantes del turismo rural. Probar y obsequiar a los amigos con alguno de los ahumados ¡ªsalm¨®n, trucha, bacalao, sardina o caballa¡ª que Dur¨¢n prepara es una cita obligada para todo aquel que se acerque a la localidad. Para los m¨¢s gourmets, el arroz, la sal o el aceite ahumados con madera de haya tambi¨¦n son un deseado manjar.
Como vecino, Dur¨¢n, de 54 a?os, tambi¨¦n ha conseguido rejuvenecer la edad media de la localidad, que ahora se sit¨²a en 45. Adem¨¢s, ha instaurado una nueva tradici¨®n: ¡°El a?o pasado traje un at¨²n de m¨¢s de 300 kilos. La gente se hac¨ªa fotos con ¨¦l, impresionada. Desde entonces, celebramos una atunada en la que participan todos los vecinos del pueblo¡±.
Otros dos vecinos, Mario Matesanz y Jaime S¨¢nchez, han decidido montar su negocio cuidando a un reba?o y elaborando sus propios quesos con la leche de sus ovejas. Fran Sueiro, que reside en el pueblo desde 2006, pone a disposici¨®n de los turistas una serie de casas rurales para que puedan disfrutar de unos d¨ªas de descanso. Periodista de profesi¨®n, tambi¨¦n se encarga de dirigir el peri¨®dico de sierra Norte.
Si alguien es conocedor de la historia y la vida del pueblo es Restituto Gonz¨¢lez. A sus 76 a?os, disfruta de su jubilaci¨®n en Madarcos, despu¨¦s de que con tan solo 23 emigrase a Madrid para trabajar, arrastrando su pasado como pastor que comenz¨® a los 15 a?os. Gonz¨¢lez, que muchas veces ejerce de gu¨ªa, recuerda que el bar La Fragua, punto de encuentro para todos los vecinos, le debe el nombre a su uso anterior. Un lugar donde el herrero arreglaba los aperos de labranza y herramientas de los vecinos. Justo al lado se conserva el potro de herrar, donde calzaban a los caballos y burros, y en la parte de atr¨¢s un lavadero recuerda los tiempos en los que no exist¨ªan las lavadoras.
Recorriendo las calles de Madarcos es f¨¢cil entender su pasado agropecuario. La mayor¨ªa de las viviendas son cuadras rehabilitadas que han conservado su esencia. Alrededor de ellas hay decenas de parcelas que en la actualidad no se siembran, pero que en otra ¨¦poca fueron campos en los que se recog¨ªan jud¨ªas, garbanzos o patatas. ¡°La vida ha sido muy dura, hemos tenido que trabajar mucho¡±, repite varias veces Gonz¨¢lez.
El agua, seg¨²n el antiguo pastor, tambi¨¦n ha sido siempre un recurso muy valorado en el pueblo. La reguera de la localidad tiene su origen en el t¨¦rmino de Robregordo, y Madarcos dispon¨ªa tradicionalmente de este recurso hasta el domingo por la noche. En la actualidad, los vecinos trabajan por mantener esta actividad. Otra de las costumbres m¨¢s antiguas que se desarrollaban en la localidad, propia de los municipios de la sierra, era la del riego de las huertas. Para respetar el turno de cada huerta, los vecinos crearon ¡°el reloj de la vez¡±, que a¨²n se conserva. Un reloj de sol muy sencillo, construido con un hierro clavado sobre una piedra circular, que tiene seis marcas con los seis turnos.
Las ganas de hacer cosas nunca se acaban en Madarcos, ni siquiera en el tiempo libre. Gonz¨¢lez, que como pasatiempo se entretiene haciendo garrotas artesanas, es primo de Ricardo de Castillo, de 72 a?os, que tiene en su casa una colecci¨®n de 350 figuras de madera en 32 cajas talladas por el mismo: animales, escenas cotidianas¡ El d¨ªa de la fiesta del pueblo, que suele coincidir con el primer fin de semana de octubre, los dos venden sus productos y lo recaudado lo donan al Ayuntamiento. Adem¨¢s, todos los d¨ªas, los mayores y quien as¨ª lo desee, reciben una clase de taich¨ª al aire libre a cargo de Chus Garc¨ªa, pareja del famoso ahumador de Madarcos. ¡°Es una chica maj¨ªsima y guap¨ªsima, nos ayuda a mantenernos en forma y nos encanta¡±, comenta Gonz¨¢lez, emocionado.
La leyenda de los comensales envenenados
La existencia de Madarcos no est¨¢ documentada hasta el siglo XVIII. Pero si existen restos de un asentamiento desde finales del siglo XIII conocido como La Nava, cuya iglesia Santa Cruz de la Nava es la m¨¢s antigua de las iglesias circundantes. Cuenta la leyenda que se celebr¨® una boda en La Nava y todos los invitados se envenenaron al beber agua en el que hab¨ªa ca¨ªdo una salamanquesa. Tan solo sobrevivi¨® una mujer, que fue la fundadora del actual Madarcos. En la actualidad, se cree que la causa m¨¢s posible de este despoblamiento fuese una epidemia de peste constatada en 1599.
Otra teor¨ªa dice que la localidad fue repoblada en tiempos de Alfonso VI (1047-1109) por gentes de Sep¨²lveda. Posteriormente perteneci¨® al se?or¨ªo de Mendoza y form¨® parte de Guadalajara hasta 1833, donde se incluy¨® como provincia de Madrid.
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