La larga salida de un siglo corto
El 11-S va a quedar como la imagen del inicio de una nueva ¨¦poca muy distinta del orden estricto que era la guerra fr¨ªa. Y liquida la ilusi¨®n del triunfo definitivo de Occidente
1. Este a?o se cumple el quince aniversario de los atentados del 11-S en Nueva York y el veinticinco aniversario del hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Dec¨ªa el historiador brit¨¢nico Eric Hobsbawm que el XX fue un siglo corto: empez¨® en 1914 con el estallido de la I Guerra Munial y termin¨® en 1989 con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, despu¨¦s de traicionar las promesas construidas en el largo siglo XIX (1789-1914). Y, sin embargo, la salida fue larga y se prolong¨® por m¨¢s de una d¨¦cada. El 11 de Septiembre de 2001 simboliza el final de las fantas¨ªas generadas por el desenlace de la guerra fr¨ªa, cuando los exhaustos reg¨ªmenes de tipo sovi¨¦tico tiraron definitivamente la toalla (1991). Se cerr¨® as¨ª un per¨ªodo que alumbr¨® un siglo XXI distinto del que se hab¨ªa imaginado.
El hundimiento de la URSS hizo emerger el desolador panorama de una potencia inconsistente, que se ahog¨® en el esfuerzo por defender su condici¨®n. No es f¨¢cil asumir colectivamente haber vivido una gran impostura que acab¨® en la quiebra completa. Vladimir Putin ha optado por el autoritarismo nacionalista para devolver la gloria perdida a la patria rusa. Hered¨® un pa¨ªs que acab¨® de desvencijarse al emprender un proceso acelerado de paso del comunismo al capitalismo para el que no ten¨ªa ni las estructuras legales ni los referentes culturales adecuados. Primero Putin puso bajo su control a los que se aprovecharon del caos (y ech¨® a los que se resistieron). Despu¨¦s, empez¨® la reconstrucci¨®n de la casa por el tejado: regresando temerariamente a la escena como potencia, sin haber creado las condiciones de desarrollo interno para serlo.
Para generar una emotividad colectiva que ocultara la fragilidad real de un pa¨ªs descalabrado en lo social y a precario en lo econ¨®mico, Putin ha desarrollado una lectura de la historia que hace suyo todo el pasado, desde el zarismo hasta la Uni¨®n Sovi¨¦tica, cuyo hundimiento considera una cat¨¢strofe del siglo XX. Un discurso que mezcla autoritarismo, moral ultraconservadora y discreto blanqueo del estalinismo, para trazar una l¨ªnea de continuidad de la patria rusa como baluarte contra el inmoralismo occidental. Y ha convertido su liderazgo en referente de los populismos de extrema derecha europeos y norteamericanos, a los que alienta y alimenta por su potencial desestabilizador.
2. La larga resaca del siglo XX est¨¢ te?ida de sombras tambi¨¦n en Occidente. 1989 dio lugar a un brote de idealismo hegeliano: se hab¨ªa alcanzado el final de la historia, el triunfo definitivo del liberalismo sobre el mundo. Pero la historia es tozuda. Y el 11-S marc¨® el simb¨®lico final de una ilusi¨®n, que las guerras de los Balcanes hab¨ªan ya herido seriamente. En estos a?os hemos visto estupefactos c¨®mo despu¨¦s del acto liberador de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, los muros se multiplicaban por todo el planeta. Y, a caballo del triunfo del capitalismo, por fin globalizado, y de la utop¨ªa de la sustituci¨®n de la pol¨ªtica por la administraci¨®n de las coses, se entraba en un delirio nihilista ¡ªno hay l¨ªmites, todo est¨¢ permitido¡ª que acabar¨ªa en la crisis de 2008. Al tiempo que se constru¨ªa la imagen de un nuevo enemigo sobre el que cohesionar Occidente: el radicalismo islamista, en un escenario de alianzas perversas d¨®nde petr¨®leo y fundamentalismo generaron y generan cambiantes amistades peligrosas.
En este contexto se aprecian intentos de normalizar el 11-S. De convertirlo en un accidente de recorrido, en un acontecimiento previsible, en un marco cambiante. Y, sin embargo, me parece innegable que esta fecha, inscrita sobre las im¨¢genes de un ataque ideado para impactar directamente sobre unas generaciones empapadas por la seducci¨®n de la imagen y del cine, va a quedar para siempre como la imagen del inicio de una nueva ¨¦poca, que la respuesta de Estados Unidos al ataque no hizo m¨¢s que acelerar.
Un escenario con varios actores a la b¨²squeda de la gloria hist¨®rica perdida (con la China imperial, a la cabeza) nos abre a un tiempo muy distinto del orden estricto que era la guerra fr¨ªa. Y liquida la ilusi¨®n del triunfo definitivo de Occidente. En el arranque del siglo XXI, el capitalismo, haciendo honor a su capacidad de mutaci¨®n y adaptaci¨®n, se ha globalizado tomando formas diversas (hay que hablar en plural: capitalismos) que auguran nuevos modelos de lucha por la hegemon¨ªa.
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