Dejando la vida al escribir
Jordi Coca presenta ¡®Calif¨°rnia¡¯, su 20? novela, a los 45 a?os de su debut literario
Al hacer balance, uno se da cuenta de que la vida suele estar formada de frustraciones, fracasos; las cosas no suelen salir como hab¨ªan de salir o uno las imagin¨®. Sin nostalgias ni sentimentalismos, incluso con cierta distancia estoica, suele mir¨¢rselo as¨ª, o al menos en su obra, el escritor Jordi Coca (Barcelona, 1947). Un compendio de esa actitud quiz¨¢ vital pero claramente literaria es lo que destila Calif¨°rnia (Galaxia Gutenberg, en catal¨¢n y castellano), su 45? libro y vig¨¦sima novela, que aparece justamente a los 45 a?os de la primera, Els Llu?sos, y de su primer ensayo, sobre un personaje entonces desconocido: Joan Brossa o el pedestal s¨®n les sabates.
¡°La realidad y lo que compramos como tal se confecciona con mentiras, casualidades; no tiene l¨®gica, sino que son accidentes; me interesa la experiencia de la vida; y eso es la literatura, porque sin ello acaba siendo s¨®lo una filigrana formal¡±, asegura el escritor. En ese sentido, por todas partes transpira vida Calif¨°rnia, donde un profesor catal¨¢n de 34 a?os, reci¨¦n divorciado, se dirige en coche, pensando en la mirada del Jack Kerouac de En la carretera, a impartir clases en la universidad de Berkeley, ocult¨¢ndose en parte de s¨ª mismo con sus absorbentes estudios sobre pintores paisajistas norteamericanos del XIX.
A partir del recuerdo del cuaderno de viaje, la compleja mirada del narrador (¡°de un tono reflexivo pero sin molestar, de ojos bien abiertos: un perfecto e inteligente compa?ero de viaje¡±, en palabras del catedr¨¢tico de literatura y cr¨ªtico literario Ram¨®n Pla i Arx¨¦) va retratando paisajes f¨ªsicos y tambi¨¦n humanos, a partir de una civilizada pareja de burgueses profesores universitarios, dos viejos activistas de los derechos civiles seriamente enfermos, una agente inmobiliaria buena chica pero con un pasado que no quiere recordar y por la misteriosa y err¨¢tica figura de un poeta, Tom Dunkel, que le ha de ser familiar al lector catal¨¢n: un parecido sobre el que la dedicatoria del libro, destinada al fallecido escritor Miquel Bau?¨¤, da la clave definitiva. ¡°Era muy amigo de Bau?¨¤, a quien conoc¨ª en 1970; en 1981, yo con 34 a?os, estuvimos preparando su gran sue?o, un viaje a EEUU juntos, un poco con el esp¨ªritu narrador de la Beat Generation; ¨¦l se raj¨® al final, pero yo emprend¨ª el periplo¡±, resume Coca. ¡°Dunkel tiene rasgos de Bau?¨¤, que me ense?¨® a mirar las cosas de manera diferente, a romper la obviedad del mundo; al morir quer¨ªa hablar de ¨¦l y este libro es una forma de hacerlo¡±.
Soy independentista, desde la ¨¦poca del PSAN, no como hace 15 a?os que lo es Artur Mas, pero la literatura catalana no se puede entender sin la castellana; la realidad catalana es muy compleja
Calif¨°rnia quiz¨¢ compendia, como pocos, dos constantes de la obra de Coca: siempre hay un trasunto de reflexi¨®n sociopol¨ªtica y un notable trabajo sobre la psicolog¨ªa de sus personajes, que suelen arrastrar un punto de soledad y de frustraci¨®n, tambi¨¦n detectables en sus dos novelas anteriores, En caure la tarda (2012) y El diable i l¡¯home just (2014). ¡°Quiz¨¢ sean ya mis obras de madurez, un cierto punto de llegada: s¨¦ lo que puedo hacer en literatura, que no es exactamente lo que querr¨ªa¡±. ?Y que querr¨ªa? ¡°Escribir el Ulises de Joyce, no, siempre he cre¨ªdo que cierra puertas; pero El extranjero de Camus, s¨ª: ese existencialismo latente¡ Siempre me ha interesado el punto de vista del no triunfador, ese viaje vital de la ilusi¨®n ingenua a la mirada compleja, pero no intelectualizada, de la vida. Y, claro, eso comporta la mayor parte de las veces un punto desilusionante¡±.
Con una carrera ampl¨ªsima, director del Institut del Teatre de 1988 a 1992, profesor en Berkeley mismo, galardonado por obras como Sota la pols (premio Sant Jordi, 2000) o por La dona del ball (2007, premio Carlemany), Coca ha hecho un largo viaje tambi¨¦n en lo real por la carretera de la literatura catalana, formando parte de la notable Generaci¨®n de los 70: de Montserrat Roig a Jaume Cabr¨¦, de Jaume Fuster y Maria Ant¨°nia Oliver, a Pep Albanell o, en Valencia, Joan Francesc Mira o Josep Piera. Han transcurrido 45 a?os que han conducido a un destino agridulce. ¡°Cuando empec¨¦ a moverme en este mundillo, hacia 1967, Brossa no exist¨ªa, lo conoc¨ªamos cuatro gatos: Pere Portabella, Antoni T¨¤pies, yo y pocos m¨¢s..; entonces la literatura catalana era Jos¨¦ Mar¨ªa Gironella, el m¨¦dico Jaime Salom¡ El pa¨ªs reverenciaba a Salvador Espriu y se ignoraba a Jos¨¦ Mar¨ªa Rodr¨ªguez M¨¦ndez, que escrib¨ªa sobre las huelgas en el barrio del Verd¨²n o la pieza teatral Flor de oto?o¡¡±.
La solidez de la Generaci¨®n de los 70 no la vi en la de los 80 y tampoco creo que exista hoy; nosotros apost¨¢bamos de verdad, con la literatura ¨ªbamos como jug¨¢ndonos la vida, quer¨ªamos construir una obra
En esa situaci¨®n compleja, la generaci¨®n literaria anterior a la de Coca, la de los Calders, Rodoreda, Pedrolo, Capmany¡, les recibieron con los brazos abiertos porque cre¨ªan que las letras catalanas morir¨ªan con ellos tras la pol¨ªtica aniquiladora del franquismo. ¡°La Generaci¨®n de los 70 significamos la continuidad, pero no toc¨¢bamos todas las teclas, no pod¨ªamos escribir lo que Rodr¨ªguez M¨¦ndez¡ pero tampoco lo que contaba Juan Mars¨¦ o Jaime Gil de Biedma¡ Soy independentista, desde la ¨¦poca del PSAN, no como hace 15 a?os que lo es Artur Mas, pero la literatura catalana no se puede entender sin la castellana; la realidad catalana es muy compleja¡±.
La cultura literaria est¨¢ sitiada hoy, cree Coca, por un ¡°tri¨¢ngulo letal¡± formado por ¡°unos autores que escriben a vuelapluma, muy ligeros de forma y fondo, para vender como sea; unos editores que se amparan en la crisis para vender cualquier cosa que venda y unos medios de comunicaci¨®n que no tienen espacio y no filtran; y as¨ª se rige la cosa, por los m¨¢s vendidos y el oportunismo, generalmente cosas escritas con los pies; con mi antiguo editor, Josep Maria Castellet, hablaba de literatura, siempre; eso no lo he vuelto a vivir hasta hace apenas un par de a?os con Joan Tarrida, mi actual editor; hoy, en sitios como Edicions 62, mi antigua casa, se hacen productos, no libros¡±.
Cree Coca que ¡°la solidez de la Generaci¨®n de los 70 no la vi en la de los 80 y tampoco creo que exista hoy, pero no lo s¨¦; nosotros apost¨¢bamos de verdad, con la literatura ¨ªbamos como jug¨¢ndonos la vida, quer¨ªamos construir una obra; as¨ª lo recuerda Castellet en sus memorias cuando le fui a ver por vez primera¡; hoy todo es m¨¢s superficial, hemos perdido en eso¡±. Para ilustrar el compromiso de entonces, desvela Coca que el corrector de su primera novela, Els Llu?sos, fue un tal Miquel, su interlocutor telef¨®nico en la f¨¢brica textil de Roda de Ter con la que la empresa en la que ¨¦l trabajaba, la Tecla Sala, ten¨ªa contactos comerciales. ¡°No s¨¦ qui¨¦n me dijo que hac¨ªa poemas y tal y le fui a ver; nos hicimos amigos¡ Era Mart¨ª i Pol. Yo entonces escrib¨ªa en castellano; ¨¦l me pregunto: ¡®?En qu¨¦ idioma amas y hablas?¡¯; le respond¨ª que no sab¨ªa catal¨¢n: ¡®Yo te corregir¨¦¡¯¡ Con los a?os, cuando le pas¨¦ la novela, me dijo: ¡®Punt¨²as como respiras y la literatura no es eso, pero te lo he respetado¡¡¯. Gracias a ¨¦l, a Calders, a T¨ªsner o a Pedrolo, entre otros, aquella generaci¨®n nos sentimos implicados en un proyecto colectivo, de vida; ese rigor se acab¨® con lo de los 70; esto hoy, al menos, es muy diferente; quiz¨¢ deba ser as¨ª¡±. S¨ª: las cosas no suelen salir como hab¨ªan de salir o uno las imagin¨®.
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