Los cuatro fant¨¢sticos
La gira 'El gusto es nuestro. 20 a?os' llena la plaza de Toros de Valencia cerrando uno de los grandes espect¨¢culos de la temporada musical
El aspecto que ofrec¨ªa la Plaza de Toros de Valencia la noche del s¨¢bado era el de las grandes celebraciones. La sensaci¨®n de ser testigo de una velada que la memoria se encargar¨¢ de guardar en el caj¨®n de las emociones as¨ª que pasen veinte a?os. Y a juzgar por el p¨²blico que llenaba la plaza, la percepci¨®n al finalizar el concierto no pod¨ªa ser m¨¢s satisfactoria: Las canciones les sal¨ªan repletas de felicidad por las orejas. Tres horas rebosantes a cargo de estos cuatro cantantes-creadores que han hecho de m¨¦diums, agentes accidentales, de los cambios no solo musicales, sino sociales, pol¨ªticos, est¨¦ticos, que han convulsionado el pa¨ªs a lo largo de m¨¢s de medio siglo. Un camino compartido que ten¨ªa su premio de fidelidad ayer y revalidado a lo largo de todos estos a?os.
No fue un concierto de la nostalgia a pesar de las previsiones del hombre del tiempo. Ni por los veinte a?os pasados desde la primera gira de El gusto es nuestro ni por aquellos veinte a?os que se ten¨ªan hace m¨¢s de veinte y treinta a?os. Aunque la magia de los recuerdos siempre est¨¢ al acecho, la energ¨ªa que desprend¨ªan los cuatro artistas, sumado a la exuberancia y fuerza orquestal, estaba m¨¢s cerca de los superpoderes de Los Cuatro fant¨¢sticos que de una junta general de afectados de melancol¨ªa. Si los plasmas gigantes, con los primer¨ªsimos rostros de los artistas, nos alertaban que el tempus fugit, la contundencia del vis-¨¤-vis entre p¨²blico y escenario, actuaba de elixir contra los dictados del tiempo.
A diferencia de la primera gira, esta vez los cuatro int¨¦rpretes se dieron cada uno su gusto y momentos en solitario alternados con puntuales d¨²os que serv¨ªan para enlazar el desarrollo del concierto. Tampoco faltaron las referencias a la actualidad de cada d¨ªa, celebradas por el p¨²blico, a cuentas del ¡°caloret¡± o la memoria hist¨®rica. Cada aparici¨®n en forma de Hit-Parade era ¡°el no va a m¨¢s de la noche¡± con el consiguiente estallido de fuegos artificiales entre el p¨²bico. Un Miguel R¨ªos que volv¨ªa a la primera l¨ªnea haciendo suyo a la manera de Flaubert que el rock c¡¯est moi alternada con su cara B de impecable crooner latino. V¨ªctor Manuel por su parte, el hombre tranquilo, pon¨ªa la plaza en vilo con su himno republicano dedicado a los mineros asturianos y ajustando cuentas con los desmemoriados de ayer y de hoy.
Serrat hac¨ªa otra tanto, subiendo el list¨®n de las emociones-mientras la temperatura t¨¦rmica de la plaza bajaba un poco- ya fuera reafirm¨¢ndose en su ADN mediterr¨¢neo o cumpliendo con ese rito que consiste que todo el p¨²blico cante por mandato democr¨¢tico Paraules d¡¯amor como si tuvieran quince a?os, aqu¨ª con la inestimable ayuda de Ana Bel¨¦n, m¨¢s reina de corazones que nunca, que consegu¨ªa una de las mayores ovaciones de la noche con aquel hombre del piano de Billy Joel que desde hace a?os se haya instalado en el desv¨¢n de su casa.
A esas alturas del concierto, la alianza entre los cantantes y el p¨²blico ya no necesitaba de m¨¢s bendiciones y las canciones escrib¨ªan esa gran curva dibujada por la melod¨ªa de la felicidad. En la recta final, los locos bajitos del maestro Gila los un¨ªa sobre el escenario como se?al de que el gusto segu¨ªa siendo compartido por los cuatro despu¨¦s de veinte a?os. El recorrido hacia la meta final ya se sab¨ªa de antemano pero poco importaba volver a subir la calle empinada en la noche de San Juan. Y bajar el tel¨®n por La puerta de Alcal¨¢, ahora que la capital madrile?a ha vuelto a manos de los insurgentes.
El gusto es nuestro. 20 a?os. Joan Manuel Serrat, Ana B¨¦len, V¨ªctor Manuel y Miguel R¨ªos. 24 de septiembre. Plaza de Toros. Valencia.
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