Fortunata en Bot¨ªn
Fundado en 1725, este restaurante es el m¨¢s antiguo del mundo
Dice Gald¨®s que ¡°La moza ten¨ªa pa?uelo azul claro por la cabeza y un mant¨®n sobre los hombros, y en el momento de ver al Delf¨ªn, se infl¨® con ¨¦l, quiero decir, que hizo ese caracter¨ªstico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrile?as del pueblo se agasajan dentro del mant¨®n, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural.¡± Con la repentina llegada del oto?o uno camina alzando la vista, a la espera de que Fortunata, o bien Jacinta, arque¨¦ los brazos alzando por encima de los hombros el mant¨®n o la gabardina como plumaje de atracci¨®n, insinuaci¨®n del ahora en que todo vuelve al misterio de taparse.
Caminaba sin rumbo bajo la lluvia que dice Borges siempre sucede en el ayer y miraba las filas de turistas ilusionados con entrar al restaurante Sobrino de Bot¨ªn, que al abrirse en una lluvia como la de hoy en 1725 se pronunciaba ¡°Bot¨¢n¡± por la pareja de franceses que abrieron aqu¨ª el hostal y el horno que a la fecha convierte a corderos y cochinillos en manjares. Pasado el tiempo y no pocas lluvias, todo ello hered¨® el Sobrino en tiempos en que ya se pronunciaba su apellido como ¡°Bot¨ªn¡± y entrado el siglo XIX acondicion¨® la planta que da a la calle como pasteler¨ªa. As¨ª la describe Gald¨®s, cuando el enrevesado p¨ªcaro de Juanito Santa Cruz invita a Fortunata a una mesa que creo mirar desde la ventana donde se refleja todo Juanito que decide ¡°declararse a s¨ª mismo que m¨¢s sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir, o sea, aprendiendo en los libros y en las aulas. Vivir es relacionarse, gozar y padecer, desear, aborrecer y amar. La lectura es vida artificial y prestada, el usufructo, mediante una funci¨®n cerebral, de las ideas y sensaciones ajenas, la adquisici¨®n de los tesoros de la verdad humana por compra o por estafa, no por el trabajo.¡±
La novela, como la vida que pasa por la calle, parece hornearse en los calderos de Sobrino de Bot¨ªn con el aroma donde se confunden las ilusiones y se agolpan los desencantos. Aqu¨ª donde siguen sonriendo las damas por un misterio inalcanzable y donde los caballeros en ciernes agitan tambi¨¦n sus plumas como pavorreales presumidos de fortunas impalpables. Aprovecho que el coro se distrae con sus selfies, y asumo los nombres ajenos que alcanc¨¦ a mirar de reojo y result¨¦ ser invitado por una familia entra?able a una inesperada cena op¨ªpara en el restaurante m¨¢s viejo del mundo como si alguien lo so?ara en tinta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.