El ¡®infierno¡¯ cotidiano de vivir en La Rambla
Los 1.033 vecinos del paseo conviven con turistas, pisos vac¨ªos, tiendas de ¡®souvenirs¡¯, hoteles y prostituci¨®n
¡°La Rambla ha dejado de ser Barcelona. Los que pasean no son de la ciudad y los propietarios de los comercios, tampoco¡±, dice el dise?ador gr¨¢fico Llu¨ªs Wenceslau Aparicio. Vive con su madre, Maria Lu?sa Paytub¨ª, en un piso de alquiler frente a la parroquia de la Mare de D¨¦u de Betlem. ¡°Dentro de siete a?os har¨¢ un siglo que mi familia se instal¨® aqu¨ª¡±, se enorgullece la catedr¨¢tica de dibujo, ahora jubilada.
Desde la plaza de Catalunya hasta el monumento a Col¨®n, miles de baldosas con forma de olas dibujan los 1,5 kil¨®metros de una de las avenidas m¨¢s concurridas del planeta: La Rambla. Llu¨ªs y Maria Llu?sa son dos de los apenas 1.033 vecinos ¡ªla mayor¨ªa, en la acera del Raval¡ª empadronados en la calle m¨¢s tur¨ªstica de Catalu?a. Los vecinos disfrutan de los beneficios del paseo y sobreviven a sus perjuicios.
Cien millones de personas la visitan cada a?o. Seg¨²n el Ayuntamiento, en un d¨ªa laborable pasean por la calle 287.500 personas. Hay m¨¢s de 700 empresas legales trabajando en ese kil¨®metro y medio. La mayor¨ªa se dedican a la venta de souvenirs, la hosteler¨ªa y la restauraci¨®n. La econom¨ªa sumergida incluye los apartamentos ilegales y actividades relacionadas con el turismo.
La fotograf¨ªa de este escenario hist¨®rico es la de turistas que se pasean con la camiseta del Bar?a, palos para selfies y vasos de saludables frutas ex¨®ticas cortadas. Atr¨¢s quedaron otros excesos, y ya no hay ni rastro del barcelon¨ªsimo sombrero mexicano con el que se tocaban los guiris que visitaban la ciudad.
En la parte baja de la Rambla, Santa M¨°nica, Eva Rexach lleva siete a?os viviendo en el que fue el piso de su padre. Es vocal y representante vecinal de la asociaci¨®n Amics de La Rambla. Rexach discrepa de Llu¨ªs: ¡°Barcelona es La Rambla. La ciudad no se puede disociar de un lugar tan especial¡±. Para vivir ah¨ª, admite, ¡°debes ser muy fan, aqu¨ª es donde pasa todo. Una calle que no muere nunca, sea invierno o verano¡±. Rexach reconoce que es de las pocas vecinas asociadas. Los vecinos, dice, se ¡°movilizan muy poco¡±.
¡°Tambi¨¦n hay inconvenientes. Odio las despedidas de soltero, la prostituci¨®n, la invasi¨®n tur¨ªstica¡ pero a las 9 de la ma?ana, cuando subo hacia mi trabajo, es una delicia¡±. Critica que los barceloneses son los primeros que han dado la espalda a La Rambla: ¡°Solo vienen en Sant Jordi y la Merc¨¨¡±. El mercado de la Boqueria es mejorable, admite Eva: ¡°Deber¨ªa abrir, un d¨ªa a la semana, solo para los barceloneses¡±, sonr¨ªe. Eva aclara: ¡°Hay comerciantes que ya han dejado de pensar en los vecinos y hay fruter¨ªas que solo venden vasos de pl¨¢stico con fruta cortada¡±. A¨²n as¨ª, la balanza se inclina hacia el lado positivo: ¡°Vivir en la Rambla es especial, olvidas el coche, vas a pie a cualquier sitio, est¨¢s en el centro¡ es una maravilla¡±.
El arquitecto C¨¦sar Garc¨ªa lleva solo dos meses viviendo en la zona de La Rambla de les Flors. Es de Badajoz y comparte piso con cuatro compa?eros m¨¢s, entre ellos Diego. ¡°Vinimos hace dos meses, viv¨ªamos en un piso de la calle Ample pero nos tuvimos que marchar por una plaga de chinches¡±, sonr¨ªe. C¨¦sar asegura que vivir en la Rambla es un privilegio pero ¡°cuando sales a la puerta de casa te das cuenta de que nada va contigo¡±. ¡°Me han ofrecido 20.000 veces chupitos al pasar por delante del bar de la esquina. Me hab¨¦is visto mil veces, no soy un turista, vivo aqu¨ª¡±. Cesar concluye que el mercado, el centro sanitario y todo lo que necesita est¨¢ a muy pocos metros de su piso. ¡°Las viviendas tienen mucha luz, no es como en el resto de Ciutat Vella donde tienen edificios delante. Si no hubiese tanto turista ser¨ªa un lugar espectacular¡±, afirma.
Lluis Wenceslau recuerda cuando ¡°antes de 1992 pod¨ªas ir al peluquero en La Rambla. Era un peque?o pueblo¡±. Despu¨¦s de las Olimpiadas vino la desgracia para los vecinos. ¡°Para dormir necesito ponerme tapones. Hay cosas positivas pero muchas negativas. Los quioscos ya no venden prensa, ni libros, sus clientes no son de aqu¨ª. Mira, en esa farmacia los dependientes tienen un cartelito en el bolsillo con las leguas que hablan. Ninguno te atiende en catal¨¢n¡±, denuncia.
Algunos vecinos como la madre de Llu¨ªs se re¨²nen peri¨®dicamente en un altillo del Caf¨¦ de la ?pera. El enemigo es claro: ¡°El turismo y la especulaci¨®n¡±, sentencia Maria Llu?sa. Los vecinos reconocen que ¡°La Rambla siempre fue canalla, pero ahora es un territorio comanche¡±.
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