Pijos de opereta
Canciones brillantes y humor disparatado en ¡®Gente bien¡¯, el primer musical de La Cubana
La Cubana siempre es La Cubana. En su nuevo espect¨¢culo, Gente bien,se apunta al carro de los musicales y, con su humor m¨¢s irreverente, disfraza de opereta el sainete que Santiago Rusi?ol estren¨® en 1917 para re¨ªrse de los nuevos ricos. La m¨²sica, excelente, es de Joan Vives, que rinde homenaje a los cl¨¢sicos del g¨¦nero con un pu?ado de divertidas canciones, orquestadas con brillo. Cantan y bailan a su manera, se mofan de los nuevos ricos de ayer y de hoy, juegan con el p¨²blico y se r¨ªen hasta de su propia historia en un musical a La Cubana que, en su estreno en el Coliseum, ya huele a ¨¦xito.
Aunque brillan las joyas, las plumas, el claqu¨¦ y las canciones, que nadie espere un musical al uso, con despliegues tecnol¨®gicos de ¨²ltima generaci¨®n y voces y bailarines de ¨¦lite; no los necesitan para meterse al p¨²blico en el bolsillo porque en Gente bien. El musical, lo que hace la veterana compa?¨ªa de Sitges dirigida por Jordi Mil¨¢n ¡ªson paisanos de Rusi?ol, y a mucha honra¡ª es divertir al p¨²blico. Y ese talento lo lleva La Cubana en su ADN.
Entre n¨²mero y n¨²mero, el humor disparatado interrumpe una funci¨®n que parece un estreno pero cobra visos de ensayo; la compa?¨ªa pide disculpas, recomienda asistir el mes que viene al T¨ªvoli para, supuestamente, ver el espect¨¢culo acabado, e involucran al p¨²blico en la obra al m¨¢s puro estilo La Cubana; los actores se pasean por la platea, bromean con los espectadores y piden ayuda para salvar la funci¨®n; hacen votar al p¨²blico, a mano alzada, qu¨¦ coreograf¨ªa les gusta m¨¢s, reclutan espectadores para suplir la falta de covers y, como el coro no ha podido llegar, hacen cantar a todo el p¨²blico.
Mil¨¢n adapta el sainete de Rusi?ol para re¨ªrse de la obsesi¨®n por aparentar de los nuevos ricos y el pijer¨ªo ramplante de la Barcelona de ayer y de hoy. Por la escena, a ritmo de vals, vemos un siglo de corruptos que se abre con el ascenso de una familia catalana que se ha hecho rica vendiendo embutidos, ha comprado el t¨ªtulo de conde y se tiene que pasar al castellano para medrar entre la burgues¨ªa de la Barcelona modernista ¡ªla que satiriza Rusi?ol¡ª. Para alargar la trama, retratan la falsa moral del franquismo, el arribismo en los albores la democracia y llegan a nuestros d¨ªas con el charcutero que vende embutidos en China en busca de un pelotazo.
Fasto habitual
El trabajo musical de Joan Vives, que hace doblete en la cartelera de Barcelona como director musical de Scaramouche, de Dagoll Dagom, es impecable. Funcionan bien las letras de las canciones, que dan vuelo musical al espect¨¢culo con ritmos pegadizos que beben en las fuentes de la opereta vienesa, el musical americano y la revista. De hecho la buena calidad de la m¨²sica de Vives, grabada por m¨²sicos del Auditori de Barcelona, no se aprecia como merece en el Coliseum a causa de una mediocre y confusa amplificaci¨®n.
Si usar solo m¨²sica grabada en un musical ya es preocupante, servirla con pobre calidad de sonido es un crimen. De hecho, el sonido orquestal no tiene el empaque necesario y no siempre se escuchan con claridad las partes cantadas, ni los di¨¢logos, y eso que los actores sacan buen partido a los equ¨ªvocos con el lenguaje ¡ªlas traducciones literales entre catal¨¢n y castellano¡ª que animan la funci¨®n.
Con la impagable Merc¨¨ Comes a la cabeza como enjoyada madre del conde, el elenco re¨²ne 15 actores de todas las ¨¦pocas de la compa?ia ¡ªdesde Mont Plans, Jaume Baucis, Babeth Ripoll, Toni Torres, Nuria Benet o Bernat Cot¡ª, que dan vida a 162 personajes en un tour de force que s¨®lo decae teatralmente en el ¨²ltimo tramo del montaje. Pero el n¨²mero final, con el fasto habitual de La Cubana, levanta todos los ¨¢nimos y el p¨²blico sale encantado.
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